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‘Cazafantasmas’: feminismo de ‘blockbuster’
El capitalismo ha encontrado un nuevo nicho en la versión más divertida y menos subversiva del feminismo.
“Me han destrozado la infancia” repetían este verano en las redes sociales miles de hombres en torno a los 40 años. Su supuesta desgracia no es otra que el remake de Cazafantasmas (Ghostbusters), la célebre comedia de 1984 sobre unos parapsicólogos que se dedican a atrapar fantasmas en Nueva York. Lo traumático del asunto, parece ser, es que en esta ocasión las protagonistas son cuatro mujeres interpretadas por las cómicas Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones.
La polémica se inició hace dos años, cuando el director Paul Feig anunció que iba a rodar una nueva versión del clásico infantil con un elenco femenino en los papeles principales. En las redes sociales, se acumulaban las críticas, los comentarios sexistas y las amenazas de no ir a verla. El tráiler publicado en la cuenta oficial de Sony en Youtube se ha convertido en el peor valorado de todos los avances cinematográficos disponibles en la plataforma. Un mes después de su estreno en Estados Unidos, acumula más de un millón de reacciones negativas, mientras que los “me gusta” no se acercan ni a la mitad.
Poca broma. Leslie Jones, la única actriz negra del reparto principal, decidió abandonar temporalmente Twitter ante la intensidad del acoso racista y sexista al que se vió sometida. Y “todo porque hice una película. Podéis odiar la película pero la mierda que tengo hoy encima… está mal”, reflexionaba en su cuenta. Según había denunciado horas antes a través de la misma red social, “me han llamado simio, enviado fotos de sus culos, incluso una imagen con semen en mi cara. Estoy intentando entender a los humanos. Estoy fuera.”
Cuatro señoras normales
Cazafantasmas no es una película eminentemente feminista. Tiene aspectos empoderantes, como mostrar una relación de fuerte amistad y compañerismo entre mujeres. Relaciones, por otro lado, ubicuas en la vida real pero muy poco representadas en la ficción. Pero que nadie se lleve a engaño: hemos venido a ver ectoplasma mucoso, chistes aptos para todos los públicos y sustos de grandiosos efectos especiales. Entonces, ¿por qué genera tanto odio que cuatro señoras protagonicen una película de entretenimiento veraniego?
El cine comercial está plagado de protagonistas masculinos en los más variados papeles y de todos los rangos de edad. Para ellas, el espectro se reduce a sus primeras tres primeras décadas de vida y a roles estereotipados que basculan entre la madre y la puta. En este caso, la historia es, por fin, distinta: las protagonistas tienen físicos normales (comparando con el mundo real) y sus obsesiones no giran en torno al amor y la maternidad, sino a cazar fantasmas. El ejercicio de parodia por inversión es especialmente efectivo en el papel del recepcionista joven, guapo y deliciosamente idiota que interpreta Chris Hemsworth, el Thor de las últimas películas del universo Marvel.
Guerras culturales y feminismo
Las leyes de Newton también se aplican a la cultura popular. En el momento en que las mujeres y las temáticas feministas empiezan a encontrar su hueco en la industria del entretenimiento, la reacción en contra no se hace esperar. El caso de Cazafantasmas no ha sido el primero pero sí el que ha llegado a un público mayoritario. Antes, la campaña de acoso organizado conocida como Gamergate ha obligado a mujeres vinculadas al mundo de los videojuegos, como Zoë Quinn o Anita Sarkeesian, a cancelar conferencias o abandonar su casa debido a las amenazas.
Los premios de ciencia ficción están siendo un campo de batalla destacado en estas guerras culturales feministas. En Estados Unidos, los longevos Hugo son objeto, desde 2013, de la acción coordinada de un lobby de extrema derecha llamado Sad Puppies (“cachorros tristes”). Su objetivo es que las obras premiadas mantengan los valores machistas, racistas y belicistas que, según sus miembros, son propios del género. Se trata de una reacción ante su percepción de que las mujeres y otros grupos oprimidos estaban ocupando últimamente “demasiado” espacio en las nominaciones.
El miedo por ver peligrar los privilegios patriarcales de representación es tal que se ha llegado a afirmar que la polémica por la versión femenina de Cazafantasmas ha sido creada y alimentada desde el propio film como estrategia de marketing. La hipótesis se apoya en que, en una escena de la película, el personaje de Leslie Jones cae al suelo cuando el público al que se lanza desde el escenario se aparta. Desde ahí, la cazafantasmas exclama: “No sé si ha sido por negra o por mujer, pero estoy muy cabreada.”
La película también ha sido tildada de racista ya que, mientras que las tres protagonistas blancas son científicas con doctorado (ingeniera nuclear, física cuántica y parapsicóloga a tiempo completo, respectivamente), la única afroamericana del elenco trabaja como taquillera en el metro. Su aportación al grupo proviene de la universidad de la vida: conoce a la perfección las calles de Nueva York.
Estamos en un momento de impás. El capitalismo ha encontrado un nuevo nicho en la versión más divertida y menos subversiva del feminismo que, poco a poco, se empieza a reflejar en las ficciones cinematográficas comerciales. Sin embargo, como ya ocurrió con la última entrega de la saga de La guerra de las galaxias, parece que existe una pantalla de cristal que impide que los mundo imaginarios donde el patriarcado no existe se reflejen en la realidad. Ojalá las niñas que crecen queriendo ser como las nuevas cazafantasmas puedan el día de mañana cobrar el mismo salario que sus compañeros, no asuman en exclusiva el trabajo de cuidados y no sean juzgadas por su apariencia.