Opinión | OTRAS NOTICIAS
Cinco años para superar el miedo
Cinco años después de la manifestación de Europa Laica, Patricia Horrillo recuerda cómo un antidisturbios la amenazó diciéndole "como te meta una una hostia"
Ayer se cumplieron cinco años de la manifestación organizada por Europa Laica en contra de la inversión económica pública en las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) y la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid. Cinco años de unas cargas policiales desproporcionadas que vivimos muchas en primera persona, no sólo como ciudadanas sino también como periodistas que intentábamos contar lo que estaba ocurriendo en la Puerta del Sol, donde la policía acorraló a las persona que habían quedado en la plaza al terminar la marcha. Fueron dejando salir del cerco a los peregrinos que llevaban las mochilas oficiales y, las que quedábamos dentro, no nos íbamos dando cuenta de lo que estaba pasando. Lo que ocurrió después, lo relatamos con fotos, vídeos y crónicas en Twitter muchas personas que estábamos allí.
Esa noche me cambió. Mi propio encuentro con la policía y la amenaza de uno de los cargos de los antidisturbios de que me daría una hostia si no le entregaba mi DNI me hizo darme cuenta de la sociedad brutal, cruel, violenta y nada democrática en la que vivimos. Una auténtica bofetada de realidad sobre esta España que yo creía ingenuamente que era diferente de lo que algunos «extremistas» nos intentaban hacer creer… Al parecer, yo me he convertido en una de ellas. Qué triste ese dicho de que «nadie escarmienta en cabeza ajena». Con las experiencias traumáticas pasa lo mismo: da igual que te hayan descrito cómo es una situación violenta. Yo tuve que vivir una para entenderlo.
Me ha costado cinco años (os podéis reír, que no me enfado), repito: CINCO AÑOS, ver el vídeo en el que ese policía a cargo de una UIP me gritaba, me quitaba mi identificación casera de prensa que llevaba colgada al cuello y me amenazaba. Stéphane M. Grueso (@fanetin), mi amigo y compañero del proyecto 15M.cc que aquella noche grabó la detención injustificada de otras dos amigas, bromeaba días después sobre aquel vídeo usando frases que yo decía (aunque os prometo que no recordaba). Repetía «¡Pero oiga! ¡Pero bueno!» mientras dos agentes me arrastraban hacia un furgón para detenerme por el simple hecho de estar informando de lo que estaba pasando y preguntar por qué me pedían el DNI.
Yo era incapaz de sacar algo de humor y mirar con distancia el hecho de lo que me había pasado. Que, en realidad y sabiendo lo que otras compañeras han vivido y siguen viviendo, no había sido nada. No me habían detenido siquiera. Pero habían conseguido algo mucho más profundo: habían inoculado en mí EL MIEDO. Ese miedo que yo no entendía cuando mis padres me decían «no te signifiques, Patricilla». Ese miedo paralizante y que te transforma por dentro. Un miedo que creía incapaz de sentir. Y que aquella noche me inundó y me atrapó.
Con el miedo es tan fácil dirigir a la población… Y ellos lo saben. LO SABEN. Y lo usan para desactivarnos, para impedir que nos organicemos y nos movilicemos, para que no cuestionemos al sistema ni sus prácticas. Para que callemos, bajemos la cabeza y sigamos caminando sin mirar a quien tenemos al lado.
Han tenido que pasar cinco años para que yo, una mujer segura de mí misma, fuerte, independiente, atrevida, con arrojo, con iniciativa, valiente, enérgica, capaz… CINCO AÑOS para que pueda ver este vídeo y no me eche a llorar. Si consiguieron eso conmigo, ¿qué no tienen ganado con una población amedrentada a la que le quitan derechos diariamente y ni siquiera reacciona? Si consiguieron que yo me apartara progresivamente de la calle para cubrir desahucios, manifestaciones, ocupaciones… ¿qué no van a lograr con una sociedad civil que prefiere mirar hacia otro lado cuando se comete una injusticia porque aprendió hace mucho tiempo que es mejor pasar desapercibido y porque, además, «seguro que algo habrá hecho»?
Pues conmigo no lo van a conseguir. Me ha costado tiempo, lo sé. Pero no quiero que ganen. Que ME ganen. Pienso seguir denunciando todo aquello que vea aunque las «leyes» impuestas por estos caudillos asentados en el poder intenten que nos autocensuremos para que no nos multen. Pienso seguir haciendo el periodismo en el que creo aunque la mayoría considere que es utópico. Pienso seguir creyendo que se puede cambiar el mundo y cada una de nosotras es responsable de que esto ocurra.
Gracias a todas las que me arropáis con vuestro cariño y tratáis de que las cosas tristes que pasan en el mundo me afecten menos. Prometo reírme más, incluso de mis “¡Pero bueno! ¡Pero oiga!”, pero sin dejar de luchar. Eso no lo conseguirán nunca.