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Prejuicios y agresiones machistas a los que se enfrentan las mujeres que viajan solas
Las mujeres están obligadas (también) a tomar más precauciones que los hombres al coger la maleta.
Dossier incluido en el especial de verano de La Marea. A la venta aquí
– Es imposible que pueda hacerlo. En primer lugar, usted es una mujer y necesitaría un protector. Incluso si pudiera viajar sola, necesitaría tanto equipaje que no podría hacer transbordos rápidos. Además, usted sólo habla inglés, así que no hay más que hablar; solamente un hombre puede hacer este viaje.
-Muy bien, usted envíe al hombre, que yo emprenderé el viaje el mismo día para algún otro periódico, y llegaré antes.
Así narra Nellie Bly la conversación que mantuvo con el editor del New York World, Joseph Pulitzer, sobre su propuesta de dar la vuelta al mundo en menos tiempo que el Fogg de Julio Verne. Un par de vestidos, un abrigo de cuadros, un chubasquero, un sombrero, pañuelos, bolígrafos, tinta y papel. Con esa maleta, Nellie Bly se embarcó a bordo del transatlántico Augusta Victoria desde Hoboken, New Jersey, un 14 de noviembre de 1898 a las diez menos veinte de la mañana. 72 días, 6 horas, 11 minutos y 14 segundos después regresó al punto de partida tras haber recorrido el mundo como a ella le dio la gana. Y en menos tiempo que el personaje de Verne, al que incluso visitó en Francia.
Han transcurrido 118 años desde aquella aventura, algunos más desde la incursión de Mary Kingsley en África, muchos siglos más desde los viajes de la monja Egeria, entre 381 y 384, por la Galia, Italia, Constantinopla, Jerusalén, Mesopotamia, Egipto, Antioquía, Siria… Y aunque ya no son excepciones, las mujeres que deciden coger su mochila y ver mundo a su bola aún reciben en numerosas ocasiones respuestas en forma de gestos raros, caras asustadas o frases como ¿Pero dónde vas a ir sola? ¿Estás segura? Ese país es peligrosísimo…
“Cuando dices que te vas sola, además de a tus propios miedos, te tienes que enfrentar a los que los demás vuelcan sobre ti. Estos miedos muchas veces son exagerados, provienen de informaciones sesgadas, porque los problemas son noticia, pero las cosas positivas no lo son tanto. En general, el mundo es más seguro de lo que nos transmiten, al menos para alguien que viaja y por tanto está de paso”, cuenta Itziar Marcotegui, viajera empedernida y editora de La editorial viajera, entre cuyos títulos destaca una guía específica para mujeres, Viajeras, publicada en 2014.
“Es cuestión de sentido común. Si estás en mitad de Caracas, y no conoces la ciudad, se hace de noche, y hay calles poco iluminadas… pues ya sabes… blanco y en botella…», opina la historiadora Pilar Tejera, creadora del portal Mujeres Viajeras y autora de obras como Viajeras de leyenda (Casiopea), un recorrido por las aventuras de las mujeres de la Inglaterra victoriana. «Publicamos cientos de post y numerosos libros de viajeras por el mundo que han protagonizado aventuras extraordinarias en destinos remotos y a las que no les ha pasado nada», insiste Tejera, que considera que, en general, los viajes de mujeres solas ya están normalizados en occidente: «La cooperación y el voluntariado atraen cada año a estos destinos a miles de mujeres. También la investigación, los estudios, por ejemplo de Antropología, las becas y ayudas a proyectos…».
Begoña Martín, 48 años, fue atacada en la puerta de su casa, en Sevilla, después de haber pasado dos meses sola en Australia: “Me da libertad hacer este tipo de viajes, es una forma de encontrarte contigo misma, el peligro puede estar en todos los lugares”, sostiene. No hay que salir de España para encontrarlos. Una peregrina fue asesinada mientras recorría el camino de Santiago el pasado verano, temporada alta, además, para las agresiones y anuncios sexistas. Comienza la operación bikini, se multiplican los carteles machistas en los festejos… Manoseos y tocamientos durante el chupinazo en los Sanfermines, una tradición intolerable justificada por quienes la disculpan en las borracheras.
«Are you beach body ready?«, rezaba un polémico anuncio en el metro de Londres en 2015. Una mujer vestida de torera con una espada en una mano y una olla exprés en la otra anunciaba la feria de Santiago en Santander. El pasado octubre, varias juntas municipales de distrito en Madrid lanzaron una campaña informativa de prevención: «Por unas fiestas libres de agresiones sexistas».
Begoña, de todas formas, ha evitado los países considerados más peligrosos en general. No es lo mismo viajar a Nueva York que a Afganistán, a Noruega que a Brasil, pero en todos los casos las mujeres, por el hecho de ser mujeres, están obligadas a tomar más precauciones o estar más alerta que los hombres, empezando por el acoso callejero en la noche, como refleja el corto francés Au Bout de la Rue (Al final de la calle).
Ana García, 37 años, acostumbrada a viajar sola, confiesa que casi nunca sale de noche en los países a los que visita por ese temor que siente igualmente en España. “Como mujer, los países más machistas no son necesariamente más peligrosos; seguramente te provoquen mayor sensación de frustración al ver comportamientos que no apruebas y sean más agotadores si te enfrentas a situaciones en el que eres blanco del machismo, pero eso no los convierte necesariamente en peligrosos”, reflexiona Itziar.
Los tocamientos son ‘normales’
La guía publicada por su editorial indica algunos consejos según los países. Por ejemplo, Turquía. “En Estambul sobre todo, es ligeramente normal subirse al tranvía y sentir que te tocan, sobre todo cuando el transporte va atestado en hora punta. Un pinchazo en la mano abusadora y ¡listo! Existe una web para denunciar el acoso en la calle para mujeres turcas y extranjeras: istanbul-en.ihollaback.org. Donde más toqueteos hay es en la zona más occidental de Estambul, Istiklal Caddesi, donde las mujeres visten como las europeas, sin velo y con ropas más ceñidas”, advierte el manual.
Turquía es el séptimo país más peligroso para el turismo femenino según un estudio de International Women’s Travel Center. A la cabeza se sitúa India. Carmen Pérez, Premio Bitácoras 2010 al Mejor Blog de Viajes, asegura que recibe numerosos emails de chicas que quieren viajar solas al país asiático. “Puede que ya hayan viajado solas antes, pero India en particular les genera un cierto respeto. Las preguntas de este grupo suelen girar alrededor de la seguridad: ¿Es India un país peligroso? ¿Cómo debo vestir? ¿Está el acoso a la orden del día? ¿Me van a violar?”, escribe en Trajinando por el mundo.
Itziar tuvo que salir corriendo de un locutorio: “El tipo, que había estado interrumpiendo constantemente mi trabajo ante el ordenador, insistía. Estaba empeñado en que fuera a esa fiesta que, prometía, iba a ser inolvidable. En otras circunstancias quizá hubiera aceptado, pero sus interrupciones y su insistencia acabaron por irritarme. Me levanté y recogí mis cosas. Era la última persona en el local. El tipo volvía a la carga con su persistente invitación a la fiesta a la que yo no quería ir. Al dirigirme hacia la puerta, se interpuso. Me agarró de un brazo con fuerza. Quiero que vengas a la fiesta, me dijo con los dientes apretados. Suéltame. Nada, no soltaba. Intenté desasirme, pero me agarraba firmemente. Instintivamente le di un empujón con el brazo libre, lo pillé desprevenido y trastabilló. Corrí hacia la puerta, salí y me puse a decir ya no me acuerdo qué a voz en grito en mitad de la calle, mirando hacia el interior del local. Mis voces atrajeron las miradas de todo el que pasaba por la calle (lo que en India significa mucha gente). El tipo, avergonzado, se quedó dentro y yo me fui a cenar con una buena dosis de adrenalina en el cuerpo”, relata.
Partiendo de que en la India como en cualquier otro país las mujeres han vivido -y viven- sometidas a los hombres, «lo que no se puede negar -inicide Carmen Pérez- es que cuenta con un historial de tradiciones verdaderamente abominables. En su expresión más extrema, hasta hace no tanto las mujeres eran condenadas a morir en la pira funeraria de su difunto marido (ritual conocido como satí) y todavía hoy algunas viudas son condenadas a la mendicidad y ostracismo por su propia familia». No obstante, afirma que el panorama está cambiando: «La situación de una campesina en una aldea perdida de Madhya Pradesh no es la misma que la de una joven con estudios de Delhi o Mumbai. Si actualmente las violaciones (físicas en particular y de derechos en general) que este género sufre reciben tanto eco, es porque cada vez hay más educación, más denuncias y, en consecuencia, más protestas encabezadas por las nuevas generaciones”.
Según el estudio de países peligrosos, el siguiente en la lista es México. “Ocurrió en Taxco, un pueblo del estado de Guerrero. Mis dos amigos y yo alquilamos una habitación, con el baño sin puerta y llena de cucarachas, en el único hostal cuyo precio nos podíamos permitir. Después de cenar y fumar un poco de mota, juntamos las dos camas y nos echamos los tres a dormir. De pronto noto una sensación sobre la piel, a la altura de los pechos. Cambio de postura, entre sueños. La sensación se repite sobre otras partes de mi cuerpo. No puede ser. Noto claramente una mano que me sube por entre las piernas. Imposible, mi amigo I. jamás haría algo así. Debe de ser una pesadilla rara, como cuando quieres mover un brazo y no puedes. Que acabe ya. Continúa. ¡Hay una mano intentando entrar en mi vagina! Abro los ojos, me incorporo, hay un señor al lado de la cama, grito, mis amigos se despiertan, gritan, el desconocido se va corriendo, mis amigos lo persiguen, yo me quedo abrazada a mis rodillas. Cuando ocurrió esto, estaba empezando a ser feminista de forma consciente”, relata una antropóloga que prefiere no identificarse.
Andrea Martínez, 26 años, ha vuelto hace dos meses de una ruta por California, México y Guatemala. “Viajaba con una amiga y siempre nos preguntaban con sorpresa que si viajábamos solas. ¿Solas? No, ella conmigo y yo con ella. Cuando se nos unieron un chico y una chica, ya dejaron de preguntar”, explica. Lo siguiente fue el runrún todas para ti, eh. “Y cuando me quedaba yo sola, hubo quien me dijo: tú tienes cara de que te gusta chuparla. Es asqueroso”, reflexiona.
Son numerosos los países que ya han habilitado cabinas sólo de mujeres en los trenes: Japón, India, México, Brasil, Egipto, Indonesia… El último, en Europa: Alemania. La compañía MRB ha desvinculado la medida de las agresiones sexuales de Colonia la pasada Nochevieja. “Es que yo no tengo por qué viajar aislada con mujeres, ni tengo que decir, no, no, a ese país no puedo ir porque es peligroso. Los gobiernos no hacen nada. Y la realidad es que me siento vetada para viajar a determinados lugares por ser mujer y eso no se lo plantean los nombres”, admite la periodista Lucía Jiménez -nombre ficticio-.
El riesgo doble de las periodistas
En su caso, además, el riesgo es doble, como advierte la guía de Reporteros sin Fronteras tras la agresión a una periodista en la plaza Tahrir, en Egipto: usa una alianza o un anillo que lo parezca para indicar o hacer creer que estás casada; respeta el código de vestimenta local y opta por ropa holgada que no revele las formas; utiliza zapatos cómodos para poder correr. En el hotel, elige una habitación cerca de las de tus colegas (a no ser que el acoso venga de ellos); coloca una cuña para bloquear la puerta desde el interior, una alarma o incluso una silla que se caiga si se abre. Lleva contigo un silbato o un pequeño aerosol con el que rociar en los ojos a un atacante. En casos de agresión sexual o amenaza de violación, ofrece resistencia, grita, pide ayuda a tu alrededor. Dile al agresor que tienes hijos, que estás embarazada. Dile que tienes la menstruación (puedes utilizar una cápsula de sangre falsa y una compresa para que resulte creíble), que eres impura, que estás enferma, que eres seropositiva, etc. Si nada funciona, intenta vomitar o mancharte para provocar asco en el atacante.
Rosa María Calaf, pionera entre las reporteras españolas, hizo público recientemente que había sufrido un intento de violación por parte de un militar serbio bosnio. Nunca antes lo había contado: “No sólo es que te maten, en eso da igual que seas hombre o mujer, sino que, como cada vez hay más mujeres cubriendo conflictos como freelances, se aprovecha su mayor vulnerabilidad para frenar la libertad de prensa y de información, para evitar que se sepan las cosas”, recoge El Correo.
Calaf, que ya en los 70 se fue sola en un coche desde Barcelona a Ciudad del Cabo, acompañó a un grupo de mujeres a Japón en un viaje organizado por Focus on women, una de las agencias especializadas que han nacido útimamente: «Queremos que sean las protagonistas de su viaje enseñándoles los rincones poco transitados en un viaje para mujeres personalizado y pensado sólo para ellas. Un viaje no son sólo fotos de visitas culturales sino las personas que te cruzas. Personas cuyo recuerdo prevalecerá durante mucho tiempo. Queremos que no sólo conozcan el Patrimonio Histórico de los destinos, queremos que lo descubran a través de encuentros con las mujeres más inspiradoras e interesantes de ese país, mujeres que no están en un circuito turístico», explican desde la agencia. La edad de sus clientas va de los 20 a los 70. Los destinos, desde Nueva York a Sri Lanka.
«Hay que aprender a conquistar los propios miedos ante las situaciones desconocidas», expuso Calaf en una conferencia organizada por Tedxuimp. «Encontré un brujo en un poblado que cuando me conoció me espetó: tú no comes carne, y continuó: y no debes comerla nunca porque es tabú para ti y harás que tus espíritus protectores no te abandonen nunca». A ella, que hizo caso al brujo, le fue bien. Viajó a su bola y sólo se puso un límite: el respeto a los demás.
Como afirmó June Fernández, directora de Píkara Magazine, en la presentación del monográfico A bordo del género, editado por Altair, no se trata sólo de hablar de mujeres viajeras, sino de cuestionar toda la cultura (viajera) en sí.