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Los platos rotos de la banca
Deutsche Bank es un caso paradigmático de lo que ha ocurrido en Europa desde la caída del Muro de Berlín: el triunfo del credo neoliberal de la desregulación
En el pasado, especialmente durante el Renacimiento, los bancos italianos y alemanes eran los reyes del dinero en Europa. Financiaban las costosas cortes, guerras y exploraciones –como en las Américas– de los monarcas de España, Inglaterra o Francia. Siglos después, sus sucesores se han convertido en un quebradero de cabeza en el continente. En los últimos stress tests o pruebas de resistencia llevados a cabo por la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) las instituciones de crédito de Italia y Alemania estuvieron entre los peores alumnos de la clase de los 51 mayores bancos de Europa (aquellos que tienen en su balance unos activos de más de 30.000 millones de euros). Este ha sido el tercer examen de este tipo desde 2011, en el que se hace una simulación del impacto que tendría en las cuentas de los bancos, especialmente en sus reservas de capital, un escenario de crisis aguda.
El peor parado de los stress tests fue el italiano Monte dei Paschi di Siena, el banco en activo más antiguo del mundo, fundado en 1472. Pero tampoco quedó nada bien el Deutsche Bank, el antaño todopoderoso coloso financiero de Alemania que lleva años arrastrando una crisis de modelo no resuelta. El banco tradicional con sede en Frankfurt es, en cierto modo, un caso paradigmático de lo que ha ocurrido en Europa desde la caída del Muro de Berlín: el triunfo del credo neoliberal de la desregulación, especialmente en el sector financiero. Deutsche Bank era uno de los grandes símbolos del llamado “milagro económico” de la Alemania occidental de posguerra, un banco al que los alemanes fiaron sus ahorros con la idea de que ese dinero sería bien empleado en dar créditos a las pequeñas y medianas empresas (aunque no faltaban críticas por turbios negocios de la entidad con fabricantes de armas y otras industrias controvertidas).
Con la llegada de los nuevos tiempos, el banco se dejó seducir por la imaginación del capitalismo anglosajón en Londres y Nueva York, donde habían descubierto la fórmula de la multiplicación de los panes y los peces en forma de derivados y otros productos financieros cada vez más complejos. Deutsche Bank empezó a despriorizar el negocio clásico con pequeños clientes y se apuntó al casino, donde además jugó con trampas, como hemos sabido por las multas que le cayeron por manipulación del mercado.
El otro foco de atención es Italia, cuya banca arrastra una losa de miles de millones en créditos dudosos que muy probablemente nunca serán devueltos. El caso más agudo es el del Monte dei Paschi di Siena, que tendrá que ser rescatado por una compleja operación de aumento de capital y reestructuración. Del éxito de esta operación depende mucho la banca europea. Es la prueba de fuego de las nuevas reglas de la Unión Bancaria Europea que fue creada tras la reciente crisis para evitar que siempre sea el Estado, es decir todos los contribuyentes, quien paga siempre por los platos rotos de la banca.
Artículo publicado en El Heraldo (Colombia)