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Relatos de viajeras solitarias: Humphrey Bogart no se reía tanto (II)
'La Marea' publica en su dossier 'A mi bola' las experiencias de varias mujeres que han viajado solas. Cristina Bocanegra soñaba con leones y quería ser como el actor en 'La Reina de África'. Así cuenta su viaje 20 años después.
Este relato está incluido en el dossier ‘A mi bola’, de #LaMarea40
Lo había soñado durante tanto tiempo… Desde pequeñita, cuando me encerraba a leer durante horas, y mi cabeza se llenaba de historias, y mis preferidas eran las que hablaban de leones, y elefantes, del rey de la selva. Miraba los mapas y me imaginaba saltando entre lianas. Cuando las demás niñas querían jugar a mamás, ponerse tacones y pintarse los labios, yo sabía perfectamente quién era Stanley, y Livingstone, y Lawrence de Arabia, y Brazza, y quería ser Humphrey Bogart fumando mientras navegaba en La Reina de África. Soñaba con abrazar a Mandela. Hasta el corazón de las tinieblas me parecía mejor panorama que mi camino al colegio.
Curiosamente todos mis héroes eran hombres y yo no me daba cuenta de que había sutiles diferencias entre ellos y yo. Veinte años después de todo esto, viajé por primera vez a África. A Tanzania. A estudiar. Recuerdo muchas cosas, nada más bajar del avión, el calor, un calor seco, lleno de polvo. Recuerdo los paisajes, el Kilimanjaro desde mi habitación, igual a como lo recordaba antes de haberlo visto nunca. Pero sobre todo recuerdo la risa, la risa de los niños y también de los adultos. Sentí que tenía que romper muchas barreras para poder comunicarme con la gente, la barrera del idioma, la cultura, la raza. También, a veces, del “estatus” de médico, que deben ser gente seria y distante. Del de turista, al que hay que vender productos. Y también el de mujer. La risa siempre vino a ayudarme.
Como aquel día en el colegio sólo para albinos. Los albinos suelen tener problemas de visión, y muchos en aquella escuela era la primera vez que podían ponerse unas gafas. Aún oigo su risa mientras se las ponían y quitaban unos a otros y descubrían cómo cambia el mundo cuando cambias de ojos.
Después he vuelto muchas veces a África, sobre todo a Angola, donde trabajé durante un tiempo. Allí la risa es multiplicada por mil. Todo merece una risa intercalada en la conversación, las historias de la guerra, hasta las más duras, las historias mágicas sobre hombres que crean cocodrilos, o sobre otros que se convierten en leones. Mis poquitas palabras aprendidas en su lengua zulú nunca fallan para provocar la risa generalizada: ¡La cachindele (blanca) habla umbundu! Los hombres me cuentan sus aventuras con sus varias esposas, les encantan mis caras de sorpresa. A la mínima oportunidad me sacan a bailar. Y yo me dejo, claro, bailar es reír con todo el cuerpo. Las mujeres son curiosas y quieren saber cómo funciona todo allá arriba en España: ¿Qué problemas tienen allí los niños que con cuatro años tienen que ir en carrito? ¿Tú cuántos hijos tienes? ¿Cómo que ninguno??? Imposible, cuando quieras te llevamos al curandero, no puedes llevártelos todos a la tumba. Doctora, no me siento bien y es porque llevo dos años embarazada ¿Cómo va a ser eso imposible si a mi prima también le pasó?
Esa era la sutil diferencia. Nadie le preguntaba a Humphrey Bogart si tenía hijos o que por qué no tenía ninguno. Al final, como siempre pasa, mi viaje no se pareció en nada a mi sueño. Ya habían descubierto el origen de las fuentes del Nilo. Yo no descubrí nada, pero como fue mío fue mejor.
Cristina Bocanegra, 34 años, es médica.