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¿Son gilipollas?
"Si lo que pretendemos es hacer algo para que esa votación no vuelva a ocurrir, en ese caso lo de calificar de gilipollas a todos los votantes del PP no creo que sea lo más adecuado", reflexiona el autor sobre las portadas de 'El jueves'.
Anda por ahí, en las redes y en la calle, una polémica desatada por dos portadas de El Jueves que calificaban de “gilipollas” a los votantes del PP. Cuando nos metemos en la discusión tendemos a tomar una postura inmediata y radical. Lo cual puede ser una cosa muy normal, pero no me parece lo más razonable. Si lo que se pretende es dar salida a la frustración y el cabreo que experimentamos la mayor parte de la gente de izquierdas con el resultado de las elecciones, pues entonces sí, lo de gilipollas, y todos los sinónimos que se nos ocurran, resultan muy apropiados. Pero si lo que pretendemos es hacer algo para que esa votación no vuelva a ocurrir, en ese caso lo de calificar de gilipollas a todos los votantes del PP no creo que sea lo más adecuado.
Sería necesaria una reflexión serena de las causas profundas que han llevado a esta situación. Un catedrático de Antropología escribía hace algún tiempo que en los pensamientos o las actitudes de cualquier ser humano, por demenciales que nos parecieran, había siempre un rastro de racionalidad. A mí me parece que eso es bastante cierto. En la decisión de votar al PP que han tomado casi ocho millones de españoles y españolas forzosamente tiene que haber motivos más o menos razonables que debemos analizar y tener en cuenta para el futuro. Por supuesto que normalmente las razones que nos llevan a tomar una decisión son muy heterogéneas. En este caso, junto a motivos que pueden tener cierta racionalidad, encontramos multitud de motivaciones totalmente rechazables; desde el engaño y la manipulación que se ejercen a través de los medios de comunicación del sistema, hasta el egoísmo y la insolidaridad que fomenta la ideología capitalista.
Pero no podemos caer en la tentación de buscar explicaciones que impliquen una descalificación de la mayoría de la población española (porque hablamos de los votantes del PP, pero no olvidemos a los que votaron a Ciudadanos, otra opción claramente neoliberal, y a los que siguen pensando que el PSOE es una opción de izquierdas, que esa es otra). Eso supondría compartir sin darnos cuenta una idea básica de la mentalidad capitalista. Para esta los seres humanos somos fundamentalmente egoístas y ambiciosos, además de formar una masa poco crítica y fácilmente manipulable. Con estos mimbres lo mejor que se puede hacer es una sociedad capitalista, donde las personas compitan en el mercado de una manera más o menos civilizada; intentar otro tipo de sociedad, que no tenga en cuenta estas características negativas de los seres humanos, sólo nos puede llevar al desastre.
Por el contrario el pensamiento de izquierdas mantiene que los seres humanos no estamos radical e inevitablemente presos en el individualismo egoísta, que naturalmente buscamos la verdad, y que podemos llegar a establecer sociedades basadas en la cooperación y la solidaridad donde consigamos vivir más placentera y libremente. Y a fomentar esas posibilidades es a lo que tendríamos que dedicarnos.
Tendremos por tanto que buscar los motivos que han llevado a esos millones de españoles a votar al PP y compañía. Y seguro que entre esos motivos vamos a encontrar también errores y equivocaciones muy serias en el campo de la izquierda. Por otra parte la historia reciente parece dar la razón a los defensores de que no hay alternativa al sistema capitalista. Después del hundimiento de la Unión Soviética y la reconversión de China a la economía capitalista, no sé si nos damos cuenta de la inmensa tarea que supone construir una nueva alternativa al capitalismo.
Si el resultado de estas elecciones nos llevara a emprender una reconsideración radical de los principios y las prácticas habituales de las fuerzas que pretendemos una superación del oprimente sistema capitalista, entonces podríamos decir que se había cumplido el conocido refrán: no hay mal que por bien no venga.