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Secuestros, torturas y ejecuciones: el día a día en Alepo

Un informe de Amnistía Internacional describe cómo los grupos armados que operan en la zona controlan a la población mediante el terror. Algunos de estos grupos están apoyados por Qatar, Arabia Saudí, Turquía y EEUU.

“Me llevaron a la sala de tortura. Me colocaron en la postura shabeh, colgándome del techo por las muñecas sin que pudiera tocar el suelo con los pies, ni siquiera de puntillas, y comenzaron a golpearme con cables por todo el cuerpo […] Después de la shabeh utilizaron la técnica dulab [técnica del neumático]. Me hicieron doblarme y meterme en un neumático y después comenzaron a golpearme con palos». Luego lo dejaron tirado en una cuneta. El testimonio de Ibrahim (nombre ficticio), es el día a día en Alepo, Idleb y zonas circundantes del norte de Siria. Él cree que lo eligieron como víctima por haber organizado protestas pacíficas en apoyo del levantamiento de 2011. Un informe publicado por Amnistía Internacional describe cómo los grupos armados que operan en la zona controlan a la población con secuestros, torturas y ejecuciones sumarias.

“Revela la angustiosa realidad de la población civil. Muchos civiles viven con el temor constante de ser secuestrados si critican la conducta de los grupos armados en el poder o no cumplen las estrictas normas que algunos de estos grupos han impuesto”, afirma en una nota de prensa Philip Luther, director del Programa Regional para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional. Luther señala que estos grupos tienen total libertad para cometer con impunidad crímenes de guerra y otras violaciones del derecho internacional humanitario: «Sorprendentemente, también hemos documentado cómo los grupos armados usan los mismos métodos de tortura que emplea de forma habitual el Gobierno sirio», añade.

El documento, titulado ‘La tortura fue mi castigo’: Secuestros, tortura y ejecuciones sumarias bajo los dictados de los grupos armados en Alepo e Idleb, Siria, explica que algunos de estos grupos están apoyados por gobiernos como los de Qatar, Arabia Saudí, Turquía y Estados Unidos. La organización exige a estos países presionar a los grupos armados para que pongan fin a estos abusos y cumplan las leyes de la guerra. Además, insiste, deben suspender cualquier transferencia de armas u otra ayuda a grupos implicados en la comisión de crímenes de guerra y otras violaciones graves.

Algunos grupos armados no estatales como Yabhat al Nusra, el Frente Al Shamia y el Movimiento Islámico de Ahrar al Sham han establecido sus propios “sistemas de justicia” basados en la sharia o ley islámica en las zonas bajo su control, además de crear fiscalías, fuerzas policiales y centros de detención no oficiales. Además, han designado jueces, en algunos casos desconocedores de la sharia. Algunos grupos, como Yabhat al Nusra y el Movimiento Islámico de Ahrar al Sham, han aplicado una estricta interpretación de la ley islámica y han impuesto penas equivalentes a tortura u otros malos tratos por presuntas infracciones, según Amnistía Internacional.

El informe documenta 24 casos de secuestro a manos de grupos armados en las gobernaciones de Alepo e Idleb entre 2012 y 2016. Las víctimas incluyeron activistas pacíficos e incluso algunos menores de edad, además de personas pertenecientes a minorías, seleccionadas únicamente por su religión. Además, presenta cinco casos entre 2014 y 2015 de personas que denunciaron haber sido torturadas por Yabhat al Nusra y el Movimiento de Nour al Dine Zinki tras ser secuestradas.

Halim, un trabajador humanitario secuestrado por el Movimiento de Nour al Dine Zinki en julio de 2014 mientras supervisaba un proyecto en un hospital de Alepo, estuvo incomunicado durante unos dos meses. Posteriormente, lo obligaron a firmar una “confesión” bajo tortura. “Cuando me negué a firmar la confesión, el interrogador ordenó al guardia que me torturara. El guardia utilizó la técnica bisat al-rih [técnica de la alfombra voladora],  consistente en ponerme las manos por encima de la cabeza y obligarme a levantar las piernas en posición perpendicular. Luego empezó a golpearme con cables en la suela de los pies. No pude resistir el dolor y firmé», cuenta a Amnistía Internacional.

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