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Qué puede salir mal

El autor recrea un día cualquiera en España. Ya no va a poder decirle guapa a una tía que ve por la calle porque se le echan encima las feministas, dice un presentador en la radio.

El Banco de España. FERNANDO SÁNCHEZ

Madrid, 7:30h. Un portero de finca ha comenzado la jornada, barre el portal con la tranquilidad de lo hecho mil veces. Ha guardado los cubos de basura en el cuarto, regado el pequeño parterre de la entrada, luego, en cosa de una hora, en ese espacio que queda entre los vecinos que van a trabajar y los niños que salen al colegio, sacará brillo a los pomos de la puerta. Desde su garita se oye una radio, uno de esos transistores a pilas que casi ya no se ven. De fondo la tertulia, donde hoy hablan del terrorismo internacional y los refugiados. Al parecer, según dice un experto, pretenden ocultarse entre las legiones de harapientos que cruzan el Mediterráneo para burlar las fronteras y cometer alguna tropelía. Últimamente por el barrio, el suyo, que está más al sur, se ve gente rara. Tendrá que estar más atento, piensa.

Zaragoza, 9:30h. En un almacén de venta al por mayor de productos de papelería están llegando los primeros clientes. Uno de los reponedores, mientras que desembala una caja de estilográficas -suizas, cromadas, una preciosidad- escucha el hilo musical que tienen para hacer más amable el espacio. Suena uno de esos programas de entretenimiento donde se alternan canciones ligeras, bromas telefónicas entre amigotes y secciones divertidas con ocurrencias sobre las diferencias entre hombres y mujeres. De repente, el presentador, un tío muy cercano y cachondo, se pone serio. Comenta con indignación, sin ahorrarse palabras gruesas, el atentado contra la libertad de expresión que supone lo políticamente correcto y que ya no pueda, pongamos, decirle guapa a una tía que ve por la calle porque se le echan encima las feministas. A dónde vamos a llegar.

Lugo, 11:00h. Úrsula alterna entre un par de magazines donde se disputa, a diario, el trono televisivo de reina de las mañanas. Después de la política, que no le interesa, viene la crónica negra, más tarde la de sociedad. Hoy están con una oleada de robos a chalets y aunque ella vive en un piso del centro, atiende, que hay que saber de todo. Más tarde hablan del timo del nigeriano, del timo del gas y de los okupas, que a poco que te descuidas te montan un laboratorio clandestino de drogas en el 2ºB. Úrsula piensa que el mundo es un lugar horrible, lleno de peligros, gente mala y desaseada, dispuesta a robarte el bolso a la vuelta de la esquina. Traga saliva y apunta el número de una empresa de alarmas que patrocina la sección.

León, 13:00h. Unos estudiantes en un instituto se mueren de risa en el pasillo. Miran un vídeo en un móvil donde aparece otro chico algo mayor que ellos. Se le conoce por un nombre absurdo pero tiene millones de seguidores en su cuenta. Empezó comentando partidas de videojuegos pero ahora opina sobre todo. Y es genial. Da consejos del estilo de que hay que tratar a las tías como princesas, pero sólo a las que se lo merecen. Habla muy rápido. También repite mucho la palabra fracasado, perdedor y escoria. En general lo es cualquiera con menos followers que él. Hoy ha subido un vídeo que ha sacado a un vagabundo medio borracho, al que vacila mientras que alguien graba con pulso nervioso. Entra el profesor. Les queda una hora tan solo.

España, 14-16:00h. Los informativos. Millones de personas atendiendo a qué ha pasado hoy en Venezuela.

Benidorm, 17:00h. Este año han podido cogerse las vacaciones antes. Harto de atascos, balances e hipoteca van a pasar una semanita como Dios manda. Tapas ricas y cerveza fría, paseo marítimo donde están esos puestos de pulseras de piel que le gustan tanto. No hacer nada. Bueno, sí, leer en la siesta. Leer le apasiona. De hecho va a tener que ampliar el cuarto del chalet donde guarda los libros. A este viaje se ha traído tres. Uno de historia, de la Guerra Civil, que empezó en el 34 con el golpe de Estado de los comunistas. Otro, una novela de un periodista que esquiva mil peligros cuando se ve atrapado en una conspiración masónica internacional -algo de verdad seguro que tiene-. El tercero se lo recomendó Juanito, el de sistemas, y va de cómo sacarle el máximo partido a tus habilidades directivas, entender los mercados y comenzar con éxito en el mundo del running. Ahora sale a la terraza del apartamento, que casi se ve el mar.

Toledo, 18:00h. Una chavala se hace unas coletas con una habilidad inusitada mientras que está en el sofá. En el móvil una aplicación de ligue, aunque ella no lo dice así. Con velocidad teclea en otra aplicación de mensajería instantánea donde mantiene tres conversaciones. De fondo la tele, un programa de famosos. Los tertulianos mantienen una conversación acalorada respecto a los escarceos sexuales de una señora con otros señores. Hay gritos, insultos, chorros de frases y golpes de pecho. A otra señora le han tomado unas fotos enseñando las tetas en una playa, sin que ella lo sepa. Se especula con la homosexualidad de alguien. Un colaborador llora. El público del estudio aplaude rabiosamente tanta emocionalidad desatada. El espectáculo se detiene. Una amable música toma la pantalla y el presentador retoza en un colchón que es comodísimo y al parecer está diseñado con tecnología aeroespacial.

Gijón, 19:00h. Clara aprovecha para ir a la peluquería, desde que le han doblado el turno no tiene tiempo para nada, y la verdad, de vez en cuando no viene mal darse una alegría. Mientras que espera la vez coge una revista del corazón, de las serias, donde pasa las páginas satinadas casi con cierta reverencia, a la altura de los personajes sobre los que trata. Una princesa sueca ha dado a luz a un rubio heredero y a pesar del embarazo luce ya una espléndida figura. El hijo de un eminente político se ha casado con la hija de una condesa, todos muestran una sonrisa muy blanca en la celebración. Una actriz, emparejada con un empresario de la noche, abre las puertas de su casa a los fotógrafos, descalzos brindan por su felicidad al lado de un piano. Esa gente sí que tiene clase, y no aquí la vecina, qué menudas mechas de mamarracha se está poniendo.

España, 20-21:30h. Más informativos. Baja el paro. Sube la bolsa. Se vuelve a hundir Venezuela. Radicales. Sensatez. Unos aficionados celebran la consecución de un éxito futbolístico.

Barcelona, 21:00h. Termina una conferencia en un club de negocios. Un gurú de las finanzas ha dado una charla que tiene a Carles encantado. Él no es de la parte alta de la ciudad, pero se ha puesto su americana y apenas se le nota. No había visto nunca a nadie tan dinámico y joven expresar -micrófono manos libres, pizarra garabateada, mucho gráfico- lo que él casi ya sabía. Se lo había recomendado un compañero de la facultad y no sabe el favor que le ha hecho. La palabra que más se ha repetido es libertad y la segunda Estado. El gurú ha hablado de oportunidades, emprendimiento y valentía. Y ha dicho que allí no tenían cabida esos llorones que justifican sus fracasos con ese invento llamado sociedad. “¿De qué clase sois vosotros?”, ha preguntado al auditorio señalando con el dedo, enérgico y seguro. Carles no tiene dudas, piensa mientras mira el mapa de metro y el de rodalies para volver a casa.

Cáceres, 22:00h. Los Carretero han terminado de cenar, aunque hoy el niño ha dado un poco de guerra. Es miércoles y ponen una serie que les gusta especialmente, esa de unos policías que se enfrentan con los terroristas que hay en Ceuta, o en Melilla. Antes ven un programa con muchos aplausos y un presentador pizpireto que habla con unas marionetas, al crío le encanta. Entrevista a un deportista y los dos hablan sobre el esfuerzo y el éxito, sobre cómo hay que luchar por lo que uno quiere y sacrificarse para obtener resultados. Luego bailan. Se hacen chistes velados sobre políticos, que todos son un poco ladrones, pero sobre todo ese de la coleta. El marido mira el móvil, la mujer mira el móvil, el crío mordisquea el mando a distancia. No hay nada como la vida en familia.

Córdoba, 23:00h. Un tipo con patillas acaba de escribir un artículo. Lo va a mandar a la redacción para el día siguiente, la de una pequeña publicación, de esas que se ganan su existencia respetando su trabajo y gracias a unos cuantos miles de lectores comprometidos. Ha escrito un artículo analizando las elecciones, casi más como una terapia personal que otra cosa. Lo repasa, restando palabras, podando excesos, intentando aligerar cuatro páginas. Hay una expresión, arquitectura civilizatoria -la leyó en un libro- que le gusta especialmente, aunque le suene algo rebuscada. Duda pero al final la amnistía porque la encuentra clave para explicar por qué todo es como es. Vacía el cenicero, a este paso lo de escribir le cuesta la salud. 

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