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Si las asambleas populares no existieran, habría que inventarlas

Juan Cejudo escribe desde Cádiz sobre la importancia de estos encuentros surgidos con el 15-M para controlar el poder.

Asamblea del 15-M en la Puerta del Sol. FERNANDO SÁNCHEZ

Juan Cejudo // Las asambleas populares surgieron en España cuando las acampadas del 15-M se disolvieron y los que participaron en ellas durante más de un mes decidieron que el movimiento siguiera vivo en las plazas de España. Sólo en Madrid y alrededores siguen funcionando cerca de un centenar. Las asambleas nos han servido y nos sirven para mantener la unión entre personas interesadas por los asuntos sociales que nos afectan. Nos sirven para mantener nuestro espíritu crítico, con total libertad frente al poder, sea el que sea.

Nos sirven para debatir y reflexionar sobre asuntos que nos preocupan como ciudadanos. También para mantener nuestros ojos abiertos y despiertos ante los problemas que nos rodean, para comentarlos y ver si juntos podemos hacer algo. De hecho, numerosas iniciativas surgen de ellas fomentando valores muy importantes que en otros sitios se han perdido: autogestión, apoyo mutuo, igualdad entre sus miembros, sin líderes ni consignas ni banderas.

Son muy importantes porque llevan a la acción transformadora. Frente al inmovilismo de una gran parte de la sociedad, en las asambleas se crea conciencia, se comparten inquietudes y se pasa a la acción de muchas formas y maneras. Lo he dicho otras veces y lo seguiré diciendo: si no existieran, habría que inventarlas. En cada barrio de cada ciudad, de cada pueblo, los ciudadanos deberían reunirse con cierta frecuencia para hacer lo que se hacía en la antigua Grecia: ejercer la democracia directa, pasando a la acción directa, sin intermediarios ni representantes. Democracia = al poder del pueblo.

Si estas asambleas crecieran en número, tendrían una fuerza determinante ante los que ejercen el poder porque la movilización de centenares de personas de modo continuado es algo imparable. Y los políticos tendrían que darse cuenta de que no tienen que estar tanto pendientes de lo que hacen los demás partidos, o de lo que diga la prensa, sino que tendrían que ir actuando mirando lo que ese poder popular le está demandando. Es decir, gobernarían con el pueblo, no sin el pueblo.

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