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El debate ‘maltrata’ la violencia machista

El cara a cara entre los candidatos pone de manifiesto -una vez más- que en España hay que pedir casi de rodillas que nos sentemos a hablar de igualdad, que entendamos que las mujeres no mueren, sino que las matan por el hecho de serlo.

Si puede ser, si es posible. Sin tilde. Dijo Ana Blanco la primera vez que pidió a los cuatro candidatos a la presidencia del Gobierno debatir sobre la violencia de género. Ese es el error. Ese es el problema. Que no es posible. En España hay que pedir casi de rodillas que nos sentemos a hablar de igualdad, que entendamos que las mujeres no mueren, sino que las matan por el hecho de serlo, que no es lo mismo violencia machista que violencia doméstica.

Sí puede ser, sí es posible. Con tilde. Debió haber exigido Ana Blanco a los candidatos del PP, del PSOE, de Ciudadanos y de Unidos Podemos. Porque no sólo tiene que ser posible. Debe ser obligatorio dedicar una parte sustancial de un debate electoral a un asunto por el que, como recordó la moderadora, han sido asesinadas -no muertas- una veintena de mujeres sólo este año -más de 800 desde 2003, cuando se tiene constancia de estadísticas oficiales-.

Apenas unos segundos entre Pedro Sánchez, que prometió un pacto de Estado, y Pablo Iglesias, que esbozó una propuesta de alternativa habitacional, para despachar la violencia machista en un debate de más de dos horas. Ninguna idea desde Ciudadanos. Ninguna desde el PP. Ya está, ya hemos hablado. A otra cosa.

No puede ser, es imposible poner fin a esta lacra y avanzar en igualdad si continuamos abordando estos temas como este lunes fue tratado -maltratado- en ese plató de televisión, un reflejo de la sociedad: cuatro candidatos hombres y una sola mujer en el despliegue de moderadores. Es imposible acabar con la desigualdad, insisto, si para que haya mujeres debatiendo hay que preparar coloquios específicos de mujeres. La igualdad no es cosa de mujeres. Sí puede ser, sí es posible. Con tilde. Un bloque entero dedicado a la violencia de género. Debió haber exigido no sólo Ana Blanco. También Pedro Piqueras y Vicente Vallés. Y Mariano Rajoy. Y Albert Rivera. Y Pablo Iglesias. Y Pedro Sánchez.

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