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De la “clase obrera” a la “gente”: el 15-M y su impacto en el discurso de la izquierda

"Fetichizar el nombre ‘clase obrera’ o el martillo y la hoz es un ejercicio de idealismo", critica Jorge Moruno, responsable de Discurso de Podemos.

Manifestación del 15-M.

El 15-M politizó a una nueva generación y rompió muchos de los consensos sobre los que se asienta el llamado Régimen del 78, surgido de la Transición. Amplió el marco de discusión y obligó a los partidos tradicionales e instituciones a hacer concesiones en términos de democracia interna y transparencia, a la vez que se vieron forzados a transformar el discurso. Sin embargo, el 15-M también tuvo efecto en la izquierda. Los conceptos tradicionales de este sector político han sido matizados y en las campañas electorales se apela hoy más a la “gente” o a “los de abajo”, por ejemplo, que a la “clase obrera” o “trabajadora”, y se prioriza la memoria del 15-M o las mareas sobre la lucha republicana, entre otros cambios.

Para Jaime Aja, que forma parte del equipo de comunicación de Izquierda Unida (IU), las consignas del 15-M -y pone como ejemplo el lema “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”- “no rebajaban el discurso de la izquierda en términos de clase, sino que lo refrescaban”. Aja considera que IU vivía en pleno surgimiento del movimiento una época de “falta de credibilidad”. Esa necesidad de aunar discurso y práctica fue, en su opinión, la mayor lección que sacó la federación. “Recuperar la credibilidad, y creo que lo estamos haciendo, exige mucho trabajo y tiempo, y abordar esos cambios puede generar conflictos, como el que hemos enfrentado en Madrid”, desarrolla.

De este modo, en el 15-M el sujeto de la lucha social pasa a ser “la gente”, un actor “con el que es más fácil sentirse representados”, señala Aja, que reconoce que el “vocabulario” de Alberto Garzón y de otros candidatos de IU hace diez años era “más duro”. Sin embargo, asegura que en los actuales discursos el conflicto social sigue muy presente: “Los ingredientes del discurso no son más light, todo lo contrario; lo que han cambiado son las recetas y los cocineros”, apunta. Lo importante, en definitiva, sería que se lograra expresar el mismo nivel de conflicto pero haciendo que más personas se sientan representadas. “Decir ‘somos los de arriba contra los de abajo’, un discurso que se construyó colectivamente, implica poner sobre la mesa que hay explotación y privilegios, significa reintroducir el análisis de clase”, defiende.

En este cambio de formas retóricas, Aja apunta dos peligros. Por un lado, asimilar el discurso de la clase dominante, que podría llevar a acabar “asumiendo sus postulados”, y, por otro, “caer en el elitismo en cualquiera de sus formas, bien despreciando a la gente porque no te entiende o bien no hablando de los conflictos sociales porque ‘la gente no te va a entender’”.

«Hay que ser profundamente laico»

Si IU sufrió una adaptación de su discurso con el surgimiento del 15-M, Podemos directamente nació una vez cambiado el tablero y los marcos de discusión. En este sentido, según explica el responsable de Discurso de la formación, Jorge Moruno, este movimiento “pilla a contrapié a toda la izquierda, desde la más oficial hasta los movimientos sociales” y pone sobre la mesa “una serie de soluciones que no se definen únicamente desde la perspectiva clásica de la izquierda”. El 15-M, para este sociólogo, supone el momento de “fisura” en el que se manifiesta “un proceso que venía sedimentando, que bebía de movilizaciones como las que se dieron por una vivienda digna, contra el Plan Bolonia o luego con Juventud sin Futuro, que representan a una generación nueva de militancia que ya no se pensaba en los márgenes clásicos de la izquierda”.

Según Moruno, cuando el 15-M irrumpe queda en “evidencia” la crisis de la izquierda, que “de manera mecánica entendía que, ante la desigualdad o indignación, habría unos vasos comunicantes que harían que la izquierda por defecto subiera, algo que no es cierto”. En este sentido el 15-M habría sido una “vacuna” contra la extrema derecha, que sí está teniendo mucho peso en otros países europeos.

En cuanto al abandono de algunos conceptos de la izquierda del siglo XX, Moruno cree que en política “hay que ser profundamente laico”. “Hay un movimiento histórico por la autonomía que aparece en la Grecia antigua, en las revoluciones francesa, inglesa o americana, en el movimiento obrero… una eterna tensión entre quien obedece y quien manda”, desarrolla. Por eso sostiene que la manera en que esa lucha toma cuerpo en un contexto histórico determinado es “la variable “dependiente”. “Primero hay que estudiar la situación concreta y después sacar conclusiones. Fetichizar el nombre ‘clase obrera’ o el martillo y la hoz es un ejercicio de idealismo”, critica. “Uno puede revisar los clásicos marxistas y entender que no hay que meter la identidad con calzador en la sociedad, sino que hay que pensar en la sociedad para ver qué elementos simbólicos podemos usar”, agrega.

Durante los últimos días, Podemos e IU han recibido críticas por parte de la PAH y el colectivo #15MpaRato por tratar, dicen, de apropiarse del 15-M. Moruno cree que no se puede pensar que Podemos sea “una extensión o apéndice” de éste, ni siquiera que vaya a representarlo. “Obviamente Podemos no existiría sin el 15-M pero, ¿quién es el 15-M? ¿La gente que estaba en la plaza? ¿Las discusiones en redes? ¿Un tejido? Es algo que no tiene nombre”, teoriza. Y reivindica el papel de la “sociedad en movimiento” a la hora de generar contrapoder como garantía de instrumentos políticos como Podemos.

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