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Arranca el gobierno conservador y sin mujeres de Michel Temer tras el cese temporal de Dilma Rousseff

La presidenta electa llama a movilizarse contra el "golpe". El nuevo gobierno conservador tampoco incluye a ninguna persona de raza negra. Desaparecen como tales el Ministerio de Igualdad Racial, Mujeres y Derechos Humanos, y el de Cultura.

El conservador Michel Temer, presidente de Brasil tras el 'impeachment'. FOTO: Foreign and Commonwealth Office

RIO DE JANEIRO // El conservador Michel Temer liderará durante los próximos seis meses un gobierno interino que sustituye provisionalmente a la presidenta electa Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), después de que la apertura del impeachment fuera votada mayoritariamente por el Senado brasileño. Dentro de un máximo de 180 días, Rousseff será juzgada definitivamente por el Senado, que será dirigido por el presidente del Tribunal Supremo, y durante ese tiempo la mandataria apartada deberá preparar su defensa.

El gobierno liderado por Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) ya ha empezado mostrando su peor cara al formar un equipo ministerial en el que no hay ni una sola persona de raza negra ni tampoco una sola mujer, extremo este último que no se daba desde la época de la dictadura militar. También ha eliminado el Ministerio de Cultura, que será integrado al Ministerio de Educación. Ello amenaza a la importante ley de subvenciones públicas Ley Rouanet y, con ello, podría añadir a un buen puñado de artistas y creadores a las listas del paro, que viene subiendo en los últimos tiempos hasta alcanzar los 11 millones de personas.

El Ministerio de Igualdad Racial, Mujer y Derechos Humanos también desaparece y estará incluido en el  de Justicia, que pasará a llamarse Ministerio de Justicia y Ciudadanía. Su titular será Alexandre Moraes, ex secretario de Seguridad Pública de Sao Paulo; o sea, jefe directo de una policía responsable de uno de cada cuatro homicidios en la región y de una represión policial que ha llegado a ser violenta incluso con estudiantes de secundaria menores de edad que protestaban dentro de sus escuelas.

El senador y ex presidenciable del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), partido hasta ahora en la oposición, José Serra, estará al frente del Ministerio de Exteriores para intentar que el comercio internacional atenúe los efectos de la crisis. El ex presidente del Banco Central de Brasil Henrique Meirelles liderará al frente del Ministerio de Hacienda Pública una política de corte liberal en la economía, en la que la reducción del gasto público y las privatizaciones marcarán el camino para revertir una recesión que en 2015 se cifró en un 3,8% del PIB y a la que Rousseff no ha sabido dar respuesta a pesar de sus primeros recortes.

Acto religioso

A sus 70 años, Michel Temer, licenciado en Derecho y referente en Derecho Constitucional, escritor de poesías en sus ratos libres y ex presidente de la Cámara de diputados antes de convertirse en vicepresidente de Rousseff en 2010, conseguirá un cargo como presidente que nunca habría alcanzado en las urnas. En la ceremonia inaugural de su mandato, Temer dijo que liderará “un gobierno de salvación” y negó que fuese a eliminar los numerosos programas sociales instaurados por el PT desde que Lula llegó a la presidencia en 2002. También cerró su discurso pidiendo una “bendición” y asegurando que su toma de pose era un “acto religioso”, en un claro guiño a los sectores más conservadores y religiosos del legislativo. De hecho, su ministro de Desarrollo e Industria, Marcos Pereira, es un pastor de la Iglesia Evangélica.

Horas antes de la ceremonia, Dilma Rousseff se despidió indignada y con los ojos vidriosos de su cargo, alertando de que la población está “en riesgo por ser gobernado por unos sin voto”. Le acompañaron decenas de asesores y diputados al grito de “guerrera de la patria brasileña” y “golpistas, fascistas, no pasarán!” y agradeció el apoyo recibido. Aseguró que utilizaría todas las armas legales en su poder para revertir un impeachment que para ella “es un verdadero golpe”. Pidió a los contrarios a su cese que “independientemente de su partido, continuen movilizados” y defendió el legado de los 13 años en el poder del PT, primero Lula y luego con ella, que sacó a millones de personas de la pobreza con el pago de una renta básica, quitó a Brasil del Mapa del Hambre Mundial de la ONU, creó numerosas universidades públicas y dio un camino a los más pobres y a los negros para que tuvieran acceso a ellas y dio viviendas sociales a millones de miserables. Dilma repitió también una y otra vez que no cometió “ningún crimen” al ordenar las maniobras fiscales con las que maquilló las cuentas de 2015, acción que motivó la petición de impeachment.

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Si fue o no un delito esa acción que, como recordó Rousseff, “fue cometida por otros presidentes y no era crimen entonces ni lo es ahora”, es algo discutible según el jurista al que se le pregunte. Tampoco el Derecho se salva del filtro óptico de la ideología. Pero lo que quedó claro sobre todo en la votación llevada a cabo en la Cámara de los diputados el pasado 17 de abril es que ese factor era el que menos importaba a los parlamentarios. Muchos de ellos citaron errores de Rousseff. Insistieron en una corrupción por la que ella no está siendo investigada o clamaron a los valores familiares para defender su cese, como si lo que estuvieran protagonizando fuera un juicio moral para derribar a la presidenta y no lo que era, un camino legal para destituir a quien se haya beneficiado personalmente de un abuso de poder.

El pasado mes de marzo, cuando el PMDB abandonó al gobierno de Rousseff después de 13 años siendo aliado del PT a pesar de su signo conservador, fue realmente cuando el cese de Dilma empezó a ser más que factible. Ese PMDB, y el propio Michel Temer como vicepresidente, formaba parte del gobierno que aprobó ese maquillaje fiscal que después condenó. Ese PMDB tiene a más investigados por corrupción que el propio PT al que acusan constantemente. Ese PMDB quiso ser primero parte y luego juez del gobierno como si no hubiera tenido a numerosos ministros en él, como si de repente dar ese paso le eximiera de responsabilidad.

Cuando ha llegado al poder, el PMDB ha dado cargos a miembros del PSDB, principal partido de la oposición, como los antes citados José Serra o Alexandre Moraes. O sea, que el partido que perdió las elecciones en el segundo turno en 2014 ha entrado en el gobierno finalmente, de la mano del que era aliado del PT. En definitiva, lo que se ha llevado a cabo en el Congreso brasileño de manera descarada ha sido claramente un toma y daca de cargos y favores entre conservadores (hombres, blancos y de edad avanzada) para retomar un poder que en las elecciones nunca conseguían. Para ello, han conseguido una buena dosis de apoyo en las calles gracias a unos medios de comunicación oligopólicos (la red Globo, que apoyó el golpe de 1964 y hace un par de años dijo arrepentirse, tiene un poder inmenso) entregados a la causa del impeachment desde el primer día. A este cese de la presidenta se le puede o no calificar de golpe, pero desde luego está siendo de lo más sombrío.

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