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Muerte de una supernova
"Posiblemente, todo lo que leeremos y oiremos en los días previos a la próxima e inevitable efeméride del 15M sea cualquier cosa menos la verdad", sostiene el autor.
Servando Rocha* // En marzo, el supertelescopio espacial Kepler captó algo que en todo el mundo se presentó como único: la luz generada por la extinción de una supernova, la estrella KSN2011d, situada más de 1.200 millones de años luz y con un tamaño quinientas veces mayor que el mismo Sol. Inicialmente, antes de verlo y leerlo en casi cualquier periódico, me lo contó una amiga que me aseguró que existían unas espectaculares imágenes cortesía de la misma NASA. No le creí e insistí en que, en cualquier caso, se trataría de una recreación. Cuando pude verlo, como era previsible, me decepcionó. Era una pantomima animada de lo que seguramente fue, aunque la repetida exposición al vídeo puede llegar a ser algo tan visualmente lisérgico como una eterna dream machine que gira y gira sobre sí misma. En el fondo fue un ejemplo de la recreación y de todo aquello que imita, entre lo narrado y sucedido, entre una verdad o una mentira.
Recreaciones. Posiblemente, todo lo que leeremos y oiremos en los días previos a la próxima e inevitable efeméride del 15M sea cualquier cosa menos la verdad. Lo que presenciaremos será la disección a distancia de lo que hoy es ya un gran relato, esos hechos de uno u otro signo que el flujo de la información convierte en el rostro de una ciudad, el emblema de un pueblo, el antes y el después de una raza, lo que definió todo un año. A lo que asistiremos no será muy distinto a cualquier otro gran relato (Suárez y la llegada de la democracia, la singularidad de la Movida madrileña, la primavera árabe y el activismo gracias a Twitter). Sus protagonistas reales, sin embargo, estarán a otra cosa, y quizás es sano que así sea. Este es uno de los peligros que conlleva contar la historia y hacer historia: al volver la vista atrás, lo que queda es una colección de estatuas de sal. La mirada de la esfinge hizo su trabajo y la sensación que nos queda es la de algo remotamente pasado y, porque es precisamente pasado, algo que concluyó un día.
Para eso se crean las efemérides y se erigen los grandes relatos. Otros, como la NASA, intentan conjurar aquel fogonazo, lo que una vez pasó, con meras recreaciones aunque siempre espectaculares. Con la información sucede lo mismo. Leemos interminables loas y análisis, las anécdotas parecen inagotables, las palabras son siempre grandilocuentes. Deslumbra tanto que nos resulta imposible llegar a conocer lo que está oculto, todo eso que escondió la explosión de la supernova. Nostalgias.
Existen frases envenenadas. Una de estas: «Cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad». Hubo un tiempo, cuando ya la futura efeméride estaba construida, en que se agitaron los fantasmas de la llegada de iracundos bolcheviques, la aparición de imparables falansterios en el centro de las ciudades del país, la anarquía tomando las calles. Los destinatarios de aquellas palabras, aquellos de los que se decía que tenían un plan oculto de esta naturaleza, pertenecían a un sector de aquel instante de peligro. No representaban, ni mucho menos, a una mayoría. Se insistió, una y otra vez, que canalizasen sus protestas por medios democráticos, que se dirigieran a las instituciones. Y lo hicieron.
Ahora serán ellos quienes hablarán en nuestro nombre acerca de esa efeméride y de aquellos días. Ellos, de una u otra forma, bomberos de esos fuegos y sus posteriores rescoldos. Ellos, que lograron dar oxígeno a un cuerpo moribundo, a partidos que ya casi habíamos olvidado. Salvaron algunos muebles. No todos, es cierto, porque algo dejó de existir o se difuminó hasta ser algo borroso y confuso, pero ¿era eso lo que realmente queríamos?
Esta es una estrella que ya no se desea, porque se nos presenta huérfana e inalcanzable. Porque es pasado, habla una lengua muerta y quienes dirán reivindicarla imitan su lenguaje.
* Servando Rocha es escritor y editor en La Felguera Editores.