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IU: del Gobierno a un grupo minoritario
La formación, que combatía las políticas de Rajoy desde la Junta de Andalucía, intenta recuperar el espacio perdido. La Marea acompaña a los cinco diputados andaluces en una jornada parlamentaria.
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Elena Cortés escucha desde una esquina a Diego Cañamero, rodeado de cámaras, micrófonos y grabadoras. Son las 9.20 de la mañana. Varias banderas del SAT ondean a la entrada de los juzgados sevillanos de la Buhaira en apoyo a 14 sindicalistas enjuiciados por participar en un piquete en 2012. «Soy de Canal Sur. ¿Va a hacer declaraciones?», pregunta a la diputada de IU un periodista que llega tarde. Las cámaras, los micrófonos y las grabadoras se giran hacia Juan Manuel Sánchez Gordillo, que se incorpora a la protesta tras fundirse en un abrazo con quien fuera su compañera en el Parlamento andaluz la pasada legislatura. Entonces, Izquierda Unida logró 12 diputados y, en una decisión histórica, decidió formar un gobierno de coalición con el PSOE. Entonces no existía Podemos y Ciudadanos todavía era irrelevante en España. Entonces Elena Cortés era consejera y salía en la prensa nacional con titulares como la ley antidesahucios. IU estaba más unida. Y combatía las políticas del presidente Mariano Rajoy desde el Gobierno de Andalucía. «Yo milito en IU desde 1997 y lo raro en nuestra organización era que estuviéramos en el Gobierno. Lo que estamos viviendo ahora es lo normal. Lo que aprendí de aquella etapa es que, si lo tienes claro, un gobierno es un arma muy poderosa para cambiar la vida de la gente», reconoce Amanda Meyer, responsable de programa de IU en Andalucía.
José Antonio Castro, en la tele de las dependencias parlamentarias de IU, interviene en la Cámara autonómica. LAURA LEÓN
«¿Tú te manejas bien por Sevilla, Sergio?», pregunta Cortés desde el asiento de copiloto en el Citröen Xantia de uno de sus responsables de prensa. Ahora ya no tiene chófer, ni escolta. Ahora en IU son cinco diputados. Ahora, para bien o para mal, la presión mediática no recae sobre ellos [el reportaje se realizó antes de conocerse los contactos con Podemos]. Y ahora, sobre todo, es mucho más difícil cambiar las cosas. El semáforo se pone en rojo. «Antes resolvía marrones que había dejado el PSOE y hacíamos política propia. Aquella consejería [Vivienda] era un disparate y por eso nos la dieron, porque pensaban que iba a ser nuestra tumba. Estábamos sentados en una bomba de relojería», prosigue Cortés camino del Parlamento. «La vida de la legislatura tuvo dos partes. Una con Griñán, con cultura democrática, una persona que era consciente de que era presidente con el acuerdo de otro partido; y otra segunda en la que la presidenta es Susana Díaz, que confunde gobernar con mandar y establece con su equipo distintos escenarios de cuándo romper con IU».
El semáforo cambia a verde. «A partir de ahí se acabaron las deliberaciones en el Consejo de Gobierno. Teníamos claro que íbamos al Gobierno a cambiar las cosas y eso genera conflicto. ¿Lo de la Corrala? [el desalojo que marcó el principio del fin del pacto con el PSOE] Me enteré siete horas después. Cuando amanecimos en Colombia, fui al móvil y tenía 27 llamadas perdidas, llamé a mi viceconsejero y a Diego [Valderas, el vicepresidente]. Y a partir de ahí fue un sube y baja de montaña rusa». Fin del trayecto.
Transmitir a la gente
Es un día largo. Hay comisiones, pleno, ruedas de prensa, encuentros con colectivos y una reunión para marcar la estrategia de la organización con las marchas de la dignidad del 28 de mayo como percha. Quieren recuperar el espacio perdido, llegar a la gente y algo fundamental: transmitirlo. «Tenemos que hacer un mapeo de los conflictos que hay ahora mismo, un diagnóstico e introducir el techo, trabajo y dignidad en todo nuestro discurso. Porque la crisis no se ha acabado. Y hay que sacar punta a los aspectos en los que se nota que aquí está gobernando también la troika. Tenemos que decir en qué se nota que el PSOE y el Gobierno andaluz son troika, que aquí hay unos responsables de lo que está pasando. Tenemos que ver, además, qué parte de nuestro trabajo es comunicable porque algunas cosas no las hemos hecho bien», expone Meyer. Abengoa, señala Elena Cortés. Almadraberos, apunta Inmaculada Nieto. El campo, dice Mari Carmen Pérez. La situación de las matronas, continúa Cortés: «Y la Lomce, que los editores ya saben más que los profesores si se va a derogar o no». Empleados de banca que van a salir por la puerta, añade Nieto. Privatización de la sanidad, recuerda Castro, que acaba de denunciar en una rueda de prensa la situación en las urgencias en Málaga. «Hay que hablar con todo el mundo para decirles que aquí está IU», concluye el diputado.
Las diputadas Nieto y Pérez atienden a miembros de un colectivo. LAURA LEÓN
Llega Antonio Maíllo, el líder de la formación en Andalucía. Todos se levantan para saludarlo. «La naranja es una bomba social, se está pagando a dos euros la hora. La gente está desesperada», denuncia en la reunión con la misma indignación que antes de su operación de cáncer de estómago. Viene de grabar una entrevista en la tele y sale de nuevo a recibir a un grupo de mineros. Tropieza con besos, abrazos y decenas de palabras de aliento. «Eres un ejemplo, y te lo digo yo que soy del PP», le dice un militante de la formación conservadora. Tiene que comer seis veces al día y hace paradas para descansar del ritmo diario de trabajo. «Ahora vuelvo», avisa.
Los problemas de la gente siguen marcando la reunión. «No podemos olvidar que detrás de los desahucios hay otro drama: muchas chicas jóvenes, solas, con niños muy pequeños…», interviene Nieto, que se ha reunido con varias familias juzgadas en Sanlúcar de Barrameda por usurpación de edificios. «Es que esta gente [el PSOE] no ha entendido nada de los desahucios», murmura. Por la tarde, preguntará sobre la cuestión al actual consejero en el pleno. Es lo único que en este momento pueden hacer. «Estar en el Consejo de Gobierno te permitía, si no hacer grandes cambios extraordinarios, sí introducir elementos, montar un aparato legal que te permitiera confrontar con la situación de la vivienda después de que se haya mercantilizado ese derecho», admite Nieto. «IU deja su sello en el BOJA. Viviendas para el pueblo», reza una vieja portada enmarcada de El País. Qué tiempos. «Una vez puse un tuit y Diego me llamó y me dijo que lo había llamado Griñán, que se había liado, pero que no me preocupara», cuenta Meyer. «¡Ahí me di cuenta yo de que con los tuits se hacían notas de prensa!», exclama Cortés.
Cortés conversa con el número 2 del PSOE andaluz, Juan Cornejo. LAURA LEÓN
El enemigo es el PSOE. No hay alusiones a Podemos, ni a los pactos, ni a las confluencias, ni a la situación de Izquierda Unida. «Va a salir bien», es lo máximo que llegan a decir sobre la asamblea prevista a finales de mayo. Hay dos Alberto Garzón en las dependencias parlamentarias. Uno, estático, en el cartel de las pasadas elecciones: «Por un nuevo país». El otro está hablando en la pantalla del ordenador de Pedro Ortega, también responsable de prensa. «Hoy no sonríen tanto como con la querella contra Bárcenas», espeta el dirigente malagueño en el Congreso de los Diputados tras anunciar la querella presentada contra Rajoy por la crisis de los refugiados.
Maíllo regresa a la reunión tras picar algo rápido en la cafetería: «Todos los grupos nos hemos hecho la foto con los mineros y es el ejemplo de que hay como una especie de búsqueda de desvirtualización de lo político. Nadie se responsabiliza de la situación y hay un grupo parlamentario que apoya al Gobierno que no hace nada. Allí nos hacemos la foto todos, se neutraliza todo y se diluye la pasión política. Y las cosas se resuelven con la política».
Es la hora de comer y aprovechan para preparar el pleno en el restaurante del Parlamento. «¿Jesús, cómo está el arroz?», pregunta Elena Cortés a un diputado de Podemos. «Está un poco pasado», responde mientras mueve la mano al ritmo de regular. La mesa de IU, sin embargo, obvia la recomendación de la formación morada y casi todos piden paella. «¿Sabemos qué va a votar Ciudadanos?», pregunta Castro. Cortés hace números en una servilleta. Al PSOE no le salen las cuentas para la votación de la tarde: un decreto ley para desarrollar los planes de empleo. Esta vez no cuenta con el apoyo de Ciudadanos, el partido que permitió desbloquear la investidura de la presidenta. La consejera socialista de Hacienda, María Jesús Montero, se acerca a la mesa de IU e intenta convencer a sus antiguos socios de gobierno para que voten a favor. En breve comenzarán con los postres. «No pueden venir media hora antes. Hay que dialogar. ¿Y ahora qué hacemos?», se pregunta Castro con sorna. «Elena, nos han llamado de La Sexta Columna para ver si queremos hablar sobre los cursos de formación», interrumpe Pedro Ortega. Cortés no dice ni que sí ni que no. Termina su caballa, prueba un poco de tarta de chocolate y se levanta. La sesión está a punto de empezar. Todos los partidos, salvo el PSOE, que lo respalda, y Ciudadanos, que se abstiene, votan en contra del decreto. Es el segundo aprobado por el Gobierno que rechaza el nuevo Parlamento. «Es curioso, pero ahora que hay más partidos, hay menos debate. Es paradójico», reflexiona Nieto.
El grupo no para de recibir a gente. Después de escuchar a la plataforma TDAH, una federación de asociaciones de ayuda al trastorno hipercinético y déficit de atención, las diputadas de IU se reúnen con sindicatos de educación, justicia y con los afectados por la sentencia que prohíbe pescar cangrejo rojo en Isla Mayor (Sevilla). Ahora, con cinco diputados, tienen que llegar a los lugares donde antes llegaban con 12. Y ahora en esos lugares, además, está también Podemos: «Yo, de Algeciras, tengo que ir en unos días a Huelva a enterarme del conflicto del piñón», resume Nieto. Son más de las diez de la noche.
La actividad comienza al día siguiente con un acto de apoyo a una mujer de Láchar (Granada) a la que le han denegado la pensión de viudedad por estar casada por el rito gitano. La alcaldesa, de IU, aprovecha para contar a Maíllo otros problemas del municipio relacionados con educación. Son las once de la mañana. En la misma sala, el líder de IU se prepara la pregunta que le hará a Susana Díaz: «Nos gustaría conocer el criterio del Gobierno en la planificación de la política educativa en los próximos tres años». Es un tema que conoce a fondo como docente y teme que la bajada de la demanda por el descenso de la natalidad disminuya la oferta pública en favor de la concertada: «Hay una oportunidad para bajar la ratio. Es una decisión política. Hagamos de la necesidad virtud, señora presidenta, porque no supone un aumento de recursos, sino de un aprovechamiento de los que tenemos para mejorar la calidad educativa». La presidenta insiste en que no afectará a la oferta pública. Maíllo no se convence. En la próxima sesión de control volverá a hacer la misma pregunta.