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Cebrián, ese gran hombre que dirigió la Biblia de la izquierda

"Desde la aparición de los manuscritos del Mar Muerto no se montaba tanto revuelo por unos papeles: los de Panamá".

Este mes hemos añadido una nueva palabra a nuestro vocabulario: offshore. Y todo gracias al descubrimiento de los Panama Papers. Desde la aparición de los manuscritos del Mar Muerto no se montaba tanto revuelo por unos papeles. No es para menos: son el certificado de un régimen caduco, el retrato de una sociedad donde el ministro de Industria se inventaba una mentira nueva cada día, el anterior vicepresidente económico añadía otra trampa más a su currículum, y donde uno tras otro van apareciendo todos los personajes de este sainete llamado España: la mujer del expresidente socialista, el cantante presentador que nos enseña gustoso su casa pero no sus cuentas, nuestro director más internacional, el actor de la serie más vista, la novia del anterior jefe del Estado, su hermana, y como gran colofón, el magnate de los medios: Cebrián, heredero de aquel homónimo mío, Jesús del Gran Poder, que nos dijo lo que teníamos que escuchar con los 40 Principales, lo que teníamos que leer con El País, cómo nos teníamos que educar con Santillana y lo que teníamos que ver con Cuatro.

Ese gran hombre, Cebrián, que un día dirigió un periódico del que media España estaba orgullosa, la Biblia de la izquierda en aquellos años de chaqueta de pana y patillas, que se jugó el tipo para sacarlo a la calle el 23F, hoy ejerce de censor y prohíbe a los trabajadores de su imperio acudir a la Sexta, además de despedir a un profesional con mayúsculas como es Ignacio Escolar por hacer su trabajo, que es informar.

Unos días antes, todos los periodistas habían salido como una piña a criticar las palabras de Pablo Iglesias sobre la prensa, al que no le faltaba razón pero como muchas veces la perdió con las formas, al hacer recaer sobre la cabeza de una sola persona, con nombre y apellidos, Álvaro Carvajal, todos los pecados del sector. Frente a Cebrián pocos han alzado la voz, y no les culpo: el periodista es un trabajador que también tiene que comer y a nadie se le exige ser un héroe. Y menos cuando cada día leemos noticias como el ERE de El Mundo con el despido de 224 compañeros o la caída de ventas de La Razón del 44%.

Viendo como está el patio, iniciativas como el #YoIBEXtigo de La Marea se muestran cada día más necesarias. Pero dejemos de mirar a los periodistas y vamos a  las noticias. Una vez más he demostrado ser un dios cruel enviando un terremoto a Ecuador en el que han perecido cientos de personas.

El 18 de abril se cumplió un año de la tragedia de Lampedusa, en la que murieron ahogados más de 800 seres humanos frente a las costas italianas. Lamentablemente, 3.200 más lo han hecho desde entonces. Europa sigue con la puerta cerrada a los refugiados, de los que ya apenas se habla.

Estáis más entretenidos con la repetición de elecciones. El PSOE navega a la deriva, y tras la ansiada confluencia de Podemos e IU pronto pasará a ser la segunda fuerza de la izquierda, si es que alguna vez fue la primera. El PP continúa hediendo de corrupción, pero a sus votantes eso se la trae al pairo y Mariano continuará como candidato de la banda de apandadores.

La libertad de expresión sigue siendo atacada: un humorista como Facu Díaz es imputado por un chiste en un tuit de 2013. Mientras, actores como Alberto San Juan la defiende en el Teatro del Barrio, representado fragmentos de la obra de los titiriteros encarcelados, aquella del Gora Alka-ETA en la que cierto juez confundió argumento y guión con la realidad. Un buen homenaje a Don Quijote, el caballero de Cervantes, del que hemos celebrado su 400 aniversario.

Como diría Benedetti, “No puede ser. Esta ciudad es de mentira”.

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