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Cuidado con sobrevalorar las inversiones extranjeras directas
"Hay muchas operaciones que se registran como IED y que no suponen creación de nuevas empresas, nuevos negocios ni nuevos empleos. Tengámoslo en cuenta antes de felicitarnos", sostiene el autor
Los últimos datos referentes a las Inversiones Extranjeras Directas (IED) en España revelaron que en el tercer trimestre de 2015 la economía registró una muy importante entrada de este tipo de operaciones, superando los 6.700 millones de euros. Esto es algo que siempre suena bien y de lo que el Gobierno español en funciones ha sacado bastante pecho. Sin embargo, es importante mirar la letra pequeña para poder hacernos una idea más exacta de cuán positiva puede ser esta noticia.
Cuando alguien escucha «inversión extranjera directa» suele pensar en una empresa que se instala en otro país, creando una fábrica o abriendo un establecimiento, dispuesta a llevar a cabo un negocio que permitirá la creación de empleo y rentas. De ahí que este término tenga una connotación positiva. No obstante, el impulso de empresas en países extranjeros es sólo una parte (y pequeña) de todo lo que se contempla como IED, según los estándares internacionales de contabilidad. Hay muchos otros componentes que se anotan como IED y que, por cierto, no tienen por qué implicar creación de empleo y rentas, sino que incluso pueden significar lo contrario.
Por ejemplo, cuando una empresa cualquiera compra más del 10% del capital total de una empresa establecida en otro país, contablemente se registra como IED, y la pura transacción no implica que se vaya a crear más empleo o más renta, simplemente significa que parte de la propiedad de la empresa cambia de manos. En ocasiones este cambio de propietarios viene seguido de una reestructuración de la compañía orientada a reducir la plantilla de trabajadores y aminorar otros costes para vender de nuevo el paquete accionarial a un precio superior (de ello se encargan muchos fondos buitres y fondos langosta), por lo que este tipo de IED no es positivo para el empleo, sino todo lo contrario. Lo mismo ocurre con fusiones o absorciones entre empresas transnacionales, que suponen el 88% de toda la IED del planeta.
Más ejemplos: cuando una empresa matriz le presta dinero a una filial del mismo grupo situada en otro país, también se registra como IED, a pesar de que simplemente se trata de eso, un préstamo. Ocurre lo mismo cuando una compañía compra un inmueble en otro país, aunque sólo sea para especular. O cuando una empresa –situada en el extranjero– dependiente o propiedad de otra, se queda en su seno parte de los beneficios (se conoce como reinversión de beneficios), ya que la contabilidad considera que éstos no se pueden entender sin la participación de la empresa matriz inversora residente en otro país y, por tanto, debe contar como IED.
En fin, hay muchas operaciones que se registran como IED y que no suponen creación de nuevas empresas, nuevos negocios ni nuevos empleos. Tengámoslo en cuenta antes de felicitarnos por recibir voluminosas inversiones de este tipo.
De hecho, gran parte de la buena cifra de IED registrada por la economía española en los tres meses citados se debe a un acontecimiento insólito y que está relacionado con el último caso expuesto, el de la reinversión de beneficios. Resulta que el Gobierno de Rajoy modificó el artículo 21 de la Ley del Impuesto de Sociedades para que las empresas españolas con sedes en el extranjero pudiesen repatriar sus beneficios a territorio español sin tener que tributar por ello, y muchas de estas empresas lo han hecho masivamente en el tercer trimestre de 2015. Puesto que la reinversión de beneficios procedente de empresas situadas en el extranjero se registra contablemente como IED, estas operaciones han provocado esa cota récord de IED, a pesar de que a nadie se le escapa que ello no tiene nada que ver con crear empresas, rentas o empleo, sino que está relacionado con el deseo de pagar menos impuestos.
Si descontamos este particular flujo del total de IED recibido en territorio español comprobamos que en el tercer trimestre de 2015 la entrada de este tipo de inversiones no ha sido tan voluminosa, quedando notablemente por debajo del mismo periodo del año anterior. Aunque ello no quita que el nivel registrado continúe siendo destacable, ya que se sitúa por encima de la cota de muchos otro trimestres anteriores.
En definitiva, éste es sólo un ejemplo muy visible para demostrar que no es oro todo lo que reluce en las inversiones extranjeras directas. Lo llamativo de este ejemplo es que detrás de lo que el Gobierno está vendiendo como una noticia muy positiva –porque se relaciona intuitivamente con creación de empresas y empleo– se encuentre en buena medida un movimiento de elusión de impuestos realizado por empresas transnacionales, lo que es una pésima noticia para el Estado del bienestar, al mismo tiempo que no supone en absoluto creación de empleo y renta.