Política
Confluencia Podemos-IU: trabas parecidas y un mapa parlamentario en punto muerto
La unión frente a los comicios permitiría mitigar el efecto de la Ley Electoral y movilizar a abstencionistas, pero también podría deshinchar la base electoral de Podemos.
Se repite constantemente el dato en las tertulias y los análisis: si Podemos e IU hubieran presentado una candidatura electoral conjunta habrían obtenido hasta 85 diputados en lugar de los 68 que suman las dos fuerzas actualmente en el Congreso. De este modo, no habría habido tantos problemas aritméticos para formar gobierno progresista. Pero eso, claro está, es hacer política ficción en diferido: nada asegura que muchos de los votantes de Podemos se hubiesen quedado en la formación si ésta hubiera ido en conjunción con IU. Tampoco, obviamente, lo contrario: la convergencia de las dos formaciones podría haber resultado en una movilización del abstencionismo y, por tanto, en un resultado mayor a la suma de los votos obtenidos el 20-D.
En un momento en que la repetición de las elecciones se da prácticamente por hecha, en Podemos e IU vuelve a sonar con fuerza el debate sobre la posibilidad de confluir. Incluso desde fuera existe presión para volver a intentar la unión electoral. Intelectuales y gentes del mundo de la cultura pedían en un manifiesto publicado este fin de semana “reunir en una articulación política común y una única opción electoral”, por un lado, “el dinamismo de Podemos y las distintas confluencias de organizaciones y activistas procedentes de movimientos sociales” y, por otro, “la experiencia militante e institucional de Izquierda Unida”. Julio Anguita, un referente para los dos partidos, también se ha expresado en este sentido: «Si ponen el oído en lo que dice la calle, se darán cuenta de que están obligados a la confluencia«. También empujan en este sentido las confluencias territoriales, que cada vez tienen más peso.
Pero, ¿hasta qué punto es posible? Los líderes de las dos formaciones están de acuerdo en volver a intentarlo. Alberto Garzón cree que la confluencia sería un “revulsivo” que haría “cambiar literalmente la campaña electoral”. “Creo que si esa fuera la circunstancia no estaríamos hablando exactamente de una repetición de las elecciones sino prácticamente de algo nuevo, porque cambiaría no sólo la aritmética sino también el clima”, ha explicado en rueda de prensa. De este modo, para el líder de la federación, un acuerdo permitiría pasar de un “clima de frustración a un clima en que, efectivamente, hay elementos novedosos que podrían cambiar mucho” el panorama. Pablo Iglesias también parece decidido a intentarlo. En una posición no tan optimista se encuentra el número dos de Podemos, Íñigo Errejón, que ha asegurado ante la prensa este fin de semana que, pese a que entiende por una parte que “hay que corregir lo que la ley electoral corrige para mal”, por la otra espera que mucha gente en IU haya entendido “que la vía no es sumar etiquetas ni siglas, sino sumar a mucha gente que viene de lugares muy diferentes”. Un proceso que cree que hay que encarar “con mucha prudencia”. Aun así, Errejón considera que “quizá haya condiciones” para el pacto.
La confluencia tendrá que superar, por tanto, varios obstáculos para materializarse. Desde el nombre de la candidatura -Podemos parece empeñado en que su marca aparezca en la papeleta pero no la de IU- hasta la manera de configurar las listas, que previsiblemente no se harán por primarias por falta de tiempo. También hay resistencias en la federación. La más enconada, la de Gaspar Llamazares: «Sigo opinando que es un error [la confluencia]. IU tiene un buen balance, no solamente histórico sino de estos meses. Ha apostado claramente por el diálogo y el acuerdo y se iba a ver apoyada y beneficiada por una convocatoria electoral en la que no le confundan con otros«. La escisión Convocatoria por Madrid que lideró Tania Sánchez y que ha acabado integrándose en Podemos no sienta un precedente halagüeño para muchos.
Diferentes maneras de entender el cambio
Las suspicacias en torno a la dimensión identitaria no sólo existen en IU, sino que también tienen su contraparte en el partido de Iglesias, subrayada por Errejón y su entorno, que llaman a mantener el espíritu transversal de su formación. “Las confluencias que suman, las que ya existen, son aquellas que incluyen, incorporan y expresan muchas sensibilidades, no las que limitan el paso sólo a quienes se autodenominan de izquierdas. Ser generosos, respetar, implica comprender que la definición de una confluencia no puede ser absorbida y hegemonizada por el significante izquierda”, escribía Jorge Moruno, responsable de discurso de la formación y muy afín en este sentido al número dos. En todo caso, la pérdida de fuerza a nivel interno de Errejón tras el golpe de mano de Iglesias, quien cambió a Sergio Pascual por Pablo Echenique al frente de la secretaría de Organización, permite adivinar mayor flexibilidad en las negociaciones.
La divergencia no es sólo discursiva, sino también programática. IU concurre a las elecciones pidiendo una III República, abogando por la nacionalización de sectores económicos estratégicos y propugnando medidas más contundentes de impago de parte de la deuda, Muchas de las reclamaciones en un principio coincidentes -en el programa que presentó a las elecciones europeas- Podemos las ha ido rebajando paulatinamente porque entiende que esa es la manera de ampliar su base electoral. Garzón advierte que, pese a que se llegue a un “pacto de mínimos” en cuanto a programa, cada formación defenderá en campaña su «programa de máximos», por lo que la imagen global de la candidatura corre el riesgo de estar llena de contradicciones, algo delicado desde el punto de vista del tratamiento mediático, no muy benevolente con Podemos, la fuerza que, de las dos, más tiene que perder en cuanto a fuerza institucional.
¿La clase trabajadora o la gente?
En los mítines de Garzón durante la campaña del 20-D vimos banderas tricolores en el escenario, apelaciones a la “clase trabajadora” y a la “izquierda”. En los de Podemos, algunas banderas tricolores sólo entre el público, mucho morado en el escenario y llamamientos a “la gente” y la “democracia”. Dos estilos muy distintos. Las confluencias En Comú-Podem o En Marea se han movido más en la clave podemita que de la federación desde este punto de vista. En algunas ellas sí han ido integradas las federaciones de IU territoriales, lo que ha dado lugar a paradojas como que EUiA, por ejemplo, acababa pidiendo el voto para la confluencia pro-Podemos en Cataluña. Sería muy diferente, en todo caso, a una integración a nivel estatal, ya que Podemos vería en riesgo su papel central en el proceso, hegemónico, que ha mantenido en todo momento con respecto a las confluencias territoriales, pese a su independencia. A pesar de todas las trabas, ambas formaciones se sentarán a negociar y en esas mesas, en principio, no estarán Iglesias ni Garzón.
Para que no se repita el intento de fichaje individual de Garzón por parte de Podemos, algo que éste descarta, quiso dejar claras las condiciones en una entrevista con El Español el mes pasado: “La única manera de sumar sin perder es reconociendo los espacios propios. Si el rollito es Alberto mola, pero IU no, se acabó. Ahí no hay nada que hacer”. De momento, fuentes de uno y otro partido aseguran que no se puede adelantar nada, pero que van a hacer lo posible para confluir. Las trabas son las mismas que ante el 20-D, pero con una novedad: la constatación de que el mapa parlamentario se tiene que mover, ya que el actual ha conducido a un punto muerto. Y la confluencia puede ser la clave para desactivar la penalización de la ley electoral.