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Barbijaputa: “El concepto de literatura para mujeres es muy perjudicial para la lucha feminista”
Entrevista a la tuitera Barbijaputa, que acaba de publicar 'La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal'. En solo un mes, el libro va por su tercera edición.
La primera novela de Barbijaputa, la tuitera anónima más conocida de la red, no es un thriller político ni una ficción ambientada en las luchas sufragistas. Es la historia de Bárbara, La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal (Aguilar, 2016), de sus amores y desamores; de su familia, trabajo y amistades; de sus convicciones políticas y, especialmente, de sus miedos.
La protagonista de la novela comparte muchos aspectos con la persona detrás del personaje de Barbijaputa (“hay bastante de mí en ella”, reconoce la autora, “aunque el hilo argumental principal es ficción”). Al finalizar la entrevista, nos agradece que no le hayamos preguntado por las razones de su anonimato. Conociendo las furibundas reacciones de odio que sus comentarios feministas y de izquierdas reciben en las redes sociales, podemos imaginarlas.
Muchas reseñas señalan como una sorpresa positiva el que te centres más en lo autobiográfico y romántico que en la crítica política. ¿Por qué decidiste darle más relevancia al primer aspecto?
Las relaciones personales me parecieron un vehículo más adecuado para expresar todo lo que quería. Hablar únicamente de política o de feminismo resultaba demasiado árido y en ningún caso me planteé hacer un ensayo periodístico. Me pareció que los sentimientos y la vida cotidiana eran la mejor forma para explicar el por qué de ese feminismo.
¿Crees que sería posible escribir una buena novela de ficción con el 15-M como escenario?
El 15-M me resultó muy inspirador y tenía que claro que, en este libro, debía tener un peso importante, ya que en mi vida supuso un antes y un después. En ese escenario tienen cabida todo tipo de historias, incluida una buena novela de ficción. En un momento político trascendental en la historia de un país se fraguan historias de lo más interesante. Parece que en los momentos trágicos es más fácil otorgar a las ficciones ahí ambientadas un mayor grado de épica. Cuanto mayores son los problemas colectivos, más intensas las historias personales.
Bárbara, la protagonista de La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal, se vuelve feminista sin grandes contradicciones ni resistencias. ¿En tu caso el proceso también fue así?
No, no exactamente. El proceso de Bárbara es más corto y sencillo que el mío. Ella no entendía cómo las mujeres maltratadas no salían de esa situación. Es cierto que había acumulado algunas experiencias y lecturas feministas pero se despierta de golpe con un bofetón. A mí también me dieron un bofetón pero eso sólo supuso la primera fase de mi conciencia feminista. Luego vinieron otras experiencias, como trabajar en el mundo de la aviación y, sobre todo, Twitter. Es muy difícil tener una cuenta donde expresas tus opiniones y no percibir el machismo imperante en esa red. En seguida ves la diferente reacción que recibes diciendo lo mismo si eres chico o si eres chica.
A qué le tiene más miedo Bárbara, la protagonista de tu novela: ¿a la maternidad o al hecho de tener miedo?
Buena pregunta. Creo que lo que más miedo le da es el miedo al miedo, que le hace sentir fatal: le tiene fobia a esa sensación. Realmente de lo que tiene miedo es a sentir miedo a la maternidad.
Uno de los temas centrales del libro es precisamente la maternidad, que está siendo el centro de muchos debates en los últimos años: crianza natural, permisos intransferibles, vientres subrogados… ¿Cuál es tu postura personal al respecto?
Puede que mi opinión no sea muy popular. La crianza con apego y la lactancia a demanda me parecen una piedra más en la carga que ya supone la maternidad para las mujeres. No me gusta decir a la gente lo que tiene que hacer pero, en el caso de que yo fuese madre, no compartiría esa filosofía. Entiendo la maternidad como un área compartida con el padre en responsabilidad y cuidado. El hombre no ayuda, no es un satélite, sino que es la mitad de todo. Por ejemplo, tenemos que asumir que cuando el niño se pone malo, él también puede faltar al trabajo. Sería defensora de la crianza con apego si fuese también con apego al padre. Además de madres, somos trabajadoras. Supongo que, si tuviese hijos, sería de las que los envía todo el verano de campamento, que se caigan y ensucien. Creo que no es positivo tratar de evitar toda frustración durante la infancia.
¿Esperabas la respuesta positiva que está teniendo entre el público? [Un mes después de su publicación ha llegado a su tercera edición.]
La verdad es que no me lo esperaba. Tengo muchos lovers pero también muchos haters en Twitter e imaginaba que me iban a caer críticas por algún lado. Sin embargo, la inmensa mayoría de respuestas han sido positivas. Claro, la gente que se gasta el dinero para leerse un libro mío no suele ser hater…
¿Cuál ha sido la alabanza que te ha hecho más ilusión?
Bastantes personas me han dicho que se compraron el libro sin grandes expectativas, simplemente porque les resultaba simpática, y que les ha gustado más de lo que esperaban. Eso hace mucha ilusión.
¿Imaginabas, antes de alcanzar la fama en Twitter, que llegarías a publicar un poemario infantil y una novela?
Nunca pensé que mi primer libro iba a salir en una editorial como Aguilar pero sí que tuve claro desde siempre que quería a publicar. Pensaba que sería una autoedición, la verdad. Desde pequeña, cuando leía los libros de Enid Blyton, me parecía super bonito eso de que lo que ha salido de tu cabeza se convierta en algo tangible. Me parecía increíble ver el nombre de la autora impreso en la portada de un libro.
¿Cuál era tu intención al escribir este libro, cómo surge la idea?
Siempre me ha gustado escribir. Estaba trabajando en un relato largo justo cuando me contactó la editorial y me propuso publicar un libro. Les enseñé lo que tenía y les gustó el tono, la dinámica; no hizo falta que me hiciesen otras propuestas. Cuando sabía en firme que se iba a publicar ya me lo tomé más en serio. Decidí que tenía que hablar de algo que conociese de primera mano, como es el caso del mundo de la aviación, del mal de amores o del miedo.
¿Te costó mucho lograr que la editorial aceptase tu decisión de mantener el anonimato?
No, la verdad es que no. Fue curioso porque tenía miedo de que no aceptasen esta única condición. Mi anonimato es más importante que un libro o que cualquier cosa. Pero cuando les dije que no podía hacer presentaciones, estaban encantados. Comentaban que las presentaciones en realidad son un regalo para la gente más fan pero donde no se venden muchos libros, y siempre supone un gasto, claro. Así que encantados.
Esto tiene que dificultar mucho la promoción ¿Cómo la estás haciendo?
Desde el departamento de marketing me hacen llegar las propuestas de entrevistas. Casi todos los días hago alguna, por teléfono o Skype. El otro día hice una para una televisión en la que sólo aparecen mis hombros y mis pies, y la portada del libro sale un montón. En realidad, ¿qué más da la cara de la autora?
La editorial quería enmarcar tu novela en el género ‘chick lit’ pero tú lo rechazaste. ¿Por qué?
Sí, me peleé bastante con la editorial por este motivo. El ‘chick lit’ es, básicamente, literatura escrita por mujeres y para mujeres. Y yo no creo que haya una literatura para mujeres. Ese concepto me parece muy perjudicial para la lucha feminista. Les expliqué que me parece fatal que, desde el mundo editorial, se considere que una historia de amor, o centrada en las relaciones cotidianas interpersonales, no le va a interesar a los hombres. En la editorial me explicaron que las mujeres suponen el 80% del público que compra libros, por lo que etiquetarla así iba a suponer un aumento de ventas. Pero yo les dejé claro que no iba a traicionar un principio que considero fundamental, que me negaba tajantemente a utilizar una herramienta que considero perjudicial para el feminismo, en particular, y para la sociedad, en general.
Es innegable que las tecnologías digitales han afectado a nuestra forma de leer. ¿Cómo ha sido para ti pasar de los 140 caracteres de Twitter a los capítulos de una novela?
Al principio no estaba segura de si iba a poder escribir una novela. Dije muy rápido que sí pero luego me entraron las dudas. Había escrito anteriormente cosas de “parto rápido”, como poemas y relatos. Pero cuando me puse a la tarea me sorprendió lo sencillo que me resultó. Lo único que tuve que hacer fue imaginar a los personajes, empatizar con ellos y dejarles vivir. Yo tampoco sabía lo que iba a pasar en las siguientes páginas, porque el hilo argumental principal es ficción. Les dejaba hablar como quien está leyendo un libro escrito por otra persona. Lo pasé mal para cerrar la historia, estaba nerviosísima porque no sabía cómo iba a acabar. Pero finalmente sólo tuve que hacer lo mismo que durante el resto del proceso: dejarles hablar, dejarles actuar teniendo en cuenta su trayectoria. Por un lado estaba deseando acabar pero por otro no, porque estaba escribiendo 12 horas al día, durante todo el verano, totalmente enfrascada en la tarea. No imagina cómo iba a ser volver a mi vida cuando acabase de contar y vivir la de estos personajes. En cualquier caso, animo a todo el mundo que quiera escribir una novela a que se ponga, que no es tan complicado.
Muchos escritores afirman que no piensan en el público a la hora de escribir. ¿Tú tenías algún perfil en mente?
Sí, en cada parte del libro pensaba en alguna persona diferente. Por ejemplo, cuando hablo más de feminismo creo que le estaba hablando a mi yo previo a tomar conciencia de ese tema. Como cuando conoces a alguien muy bien y utilizas los argumentos que sabes que le van a convencer con mayor facilidad. Así le hablo a mí yo del pasado en algunos fragmentos.
Siempre que hablamos de ficción autobiográfica o memorias noveladas es obligado preguntarlo: ¿cuánto hay de ti en Bárbara, la protagonista?
El sentimiento de gran tristeza debido al mal de amores sí que lo viví, pero mi historia no tuvo absolutamente nada que ver con la que vive Bárbara respecto a Manuel. Compartimos principalmente las posturas políticas y la conciencia feminista, además de la relación con la familia. De hecho, hay muchas anécdotas de la infancia de Bárbara que me ocurrieron a mí. Mi padre, que se ha leído el libro, dice que es como revivir la paternidad. Es gracioso ver, en el grupo familiar de Whatsapp, cómo se van preguntando: “Oye, esto de la cabra… ¿en la casa de quién pasó, realmente? ¿Alguien se acuerda?”