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Iciar Bollaín: “‘El olivo’ nos recuerda que todo acto privado es político”

Icíar Bollaín dirige un film sobre una adolescente que hereda un paisaje natural y humano devastado por la crisis

La directora Icíar Bollaín, poco antes del estreno de 'El Olivo', en un bar de Madrid. Foto: FERNANDO SÁNCHEZ

Esta entrevista es un breve adelanto del próximo número de La Marea, que llegará en mayo a los quioscos. Suscríbete aquí y lo recibirás en tu casa

MADRID // Éste es el cuento de un olivo que tiene miles de años, que fue plantado cuando la costa valenciana no estaba plagada de rotondas y mamotretos de hormigón. Es la historia de un abuelo y su nieta, la joven Alma, que lloran por ese árbol que la familia arranca y vende para que adorne el hall de una multinacional alemana. Es la historia de una familia devastada por la crisis, y de un paisaje, el del Levante español, igualmente devastado. Pero es sobre todo el periplo de Alma, que emprende un viaje hasta Alemania para recuperar ese olivo, y al hacerlo se mueve y mueve lo que tiene a su alrededor. “Es una quijotada lo que hace, pero el solo hecho de hacerlo es un acto de insumisión. Lo que dice la protagonista es: ‘No me voy a quedar quieta, aunque sea absurdo lo que voy a hacer’. Y moviéndose ella, mueve cosas y cierra heridas. Es un canto al movimiento, frente al inmovilismo que pretende el poder. Todo acto privado es político”, apunta la directora Icíar Bollaín que dirige esta historia milenaria y rabiosamente contemporánea en El Olivo, que llega a los cines el próximo 6 de mayo.

Paul Laverty (guionista habitual de Ken Loach y de Icíar Bollaín) usó su capacidad de síntesis para reunir en los intrincados y gruesos nudos de un olivo un sin fin de lecturas sobre la España de hoy. Todo surgió de un artículo sobre el negocio de la venta de olivos milenarios en pleno boom de la economía española. “Lo primero que llamó la atención de Paul fue la belleza del árbol, la idea de que lo pueden haber plantado los romanos hace dos mil años, y que esa parte del paisaje y del patrimonio de las culturas mediterráneas se acaba convirtiendo en objeto de comercialización. Es la voracidad de la globalización en estado puro. Luego, pensó, qué pasaría si una familia decide vender un olivo, con el abuelo en contra, y las heridas que eso abre”.

El olivo, película tragicómica con múltiples capas, pone en juego a una serie de personajes tocados por la crisis. Bollaín lo explica: “Alma es una joven en guerra consigo misma y con los demás, que ha heredado ese paisaje natural, económico y familiar arruinado. Lo que vemos en la película es consecuencia del boom y de la crisis, pero no es una película sobre la crisis. Es una peripecia humana”.

ElOlivo

En su odisea le acompaña su tío, el Alcachofa, interpretado por Javier Gutiérrez, “capaz de hacer emocionar y reír en la misma escena con una pasmosa intensidad”, apunta Bollaín. “Es un hombre que como muchos se puso a trabajar como un loco durante el boom, que a lo mejor era conductor de camiones, y en tres años tenía 5 camiones. Le pasa como le pasó a muchos: de albañiles pasaron a constructores. Y cuando la burbuja se pincha se cae todo y sólo le quedan deudas. Es un hombre atrapado y España está lleno de estos Alcachofas. Son los que pagaron los platos rotos, mientras los responsables están aquí callados o se han ido a hacerlo a otra parte”.

¿Necesitamos en España ir en busca del Olivo que nos usurparon? “Necesitamos que se asuman las responsabilidades, eso lo primero. Necesitamos poner en valor nuestras raíces y nuestros patrimonio y a nosotros mismos. Necesitamos cuidarnos más. La crisis dejó una sensación de fracaso, que no nos lleva a ningún lado. Necesitamos plantar algo nuevo”, concluye Bollaín.

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