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Las facturas del fontanero en Panamá
El Gobierno nos lo dejó claro en boca de la Fiscal del Estado que defendió a la Infanta Cristina para exonerarla del delito fiscal en el juicio del caso Noos: que Hacienda somos todos es sólo un slogan publicitario
MADRID// “En este país aún existe una minoría que no paga sus impuestos. Gente que está defraudando a todos los que contribuimos con nuestro esfuerzo. Los que han defraudado, los poseedores de dinero negro, tienen una última oportunidad para ponerse al día. Después será demasiado tarde. Regularización tributaria, hasta el 31 de diciembre. Hacienda Pública. El esfuerzo de todos”.
Este texto no es una invención creada para este artículo. Era la voz en off de un anuncio del ministerio de Hacienda en 1991 que puedes ver en este enlace. Era la amnistía fiscal del PSOE, los que luego criticaron con vehemencia a Cristóbal Montoro la suya. Utilizó el eufemismo de regularización fiscal que ellos habían creado para iluminar, literalmente, a esos defraudadores. En España las únicas campañas publicitarias para hablar de los grandes defraudadores han sido para avisarles de que pueden blanquear todo lo que anteriormente han robado. El objetivo primordial de sus mensajes era el currito de a pie, el obrero, el mecánico y el fontanero.
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En España, de forma interesada, se ha tendido a poner en el mismo plano defraudador a quien no paga una factura con IVA en un arreglo del grifo de casa y al deportista multimillonario que deja de pagar varios miles de euros ocultando sus emolumentos en un paraíso fiscal. A veces, muy respetables periodistas, y admirados por quien escribe estas líneas, como Soledad Gallego Díaz, caían en esa generalización tan grosera incluso cuando acertaban de pleno al querer poner el foco en las grandes empresas defraudadoras.
“Los ciudadanos hablamos frecuentemente del fraude fiscal, refiriéndonos al dentista o al fontanero que cobra sin facturar el IVA, al artista o deportista que se ha domiciliado en un paraíso fiscal. Todos ellos merecen el reproche social, la persecución de Hacienda y las multas que correspondan”, decía Soledad Gallego en un artículo en El País en 2012.
Pues no, no es lo mismo cobrar el subsidio por desempleo de 400 euros y hacer chapuzas en negro para llegar a final de mes que activar una sociedad en Panamá para pagar 1,6 millones a Hacienda por haberte querido ahorrar el pago de tus obligaciones tributarias mediante todos los subterfugios legales que tu holgado patrimonio te permite buscar. Quienes defienden la equiparación de estos tipos de fraude, el de la subsistencia con los de la elusión, evasión, o resquicios legales de los más adinerados para ahorrarse rendir cuentas ante el fisco, lo hacen con el relato interesado de transmitir a la sociedad que somos todos iguales. Que los trabajadores, obreros y precarios, si estuvieran en su situación, también se abrirían sociedad en Panamá. Porque los pobres hacen lo mismo a pequeña escala. La misma acción. El mismo mecanismo. Todos buscan pagar menos. Unos evitan dar factura y eludir el IVA y los otros contratan a Mossack Fonseca en ultramar. Son iguales.
El Gobierno nos lo dejó claro en boca de la Fiscal del Estado que defendió a la Infanta Cristina para exonerarla del delito fiscal en el juicio del caso Noos: que Hacienda somos todos es sólo un slogan publicitario. Que somos sólo unos pocos ha quedado demostrado a la espera de encontrar una sociedad para eludir al fisco en Panamá, en las Bahamas o las Islas Vírgenes del Taller “El rápido” o “Fontaneros García e hijos”. Al menos no podemos decir que estamos engañados. Puede que muchos desclasados, serviles o alienados. Pero no engañados.
Los que promueven este relato homogeneizador del fraude buscan eludir, también aquí hurtan, que el pequeño defraudador lo hace por subsistencia. Para poder vivir. Para poder comer. Que muchos de los que no dan factura con IVA lo hacen porque no pueden pagar la cuota de autónomos y que sus pequeños trabajos les permiten dar dignidad a su familia. Es la diferencia entre eludir para acaparar o eludir para alimentar.