Los socios/as escriben
La experiencia latinoamericana
"¿Qué ha pasado para que la derecha más reaccionaria, que normalmente llegaba al poder gracias a golpes militares, hoy no necesite recurrir a esos medios y alcance el poder en unas elecciones democráticas?", reflexiona el autor.
Cuando en España se plantea la necesidad de repensar la izquierda, la crisis por la que atraviesan los gobiernos progresistas de América Latina nos puede ayudar en nuestra reflexión. Estos gobiernos consiguieron notables avances sociales, con una sensible disminución de la pobreza y una notable mejora para amplias capas de la sociedad. Por otro lado, en estos años el capitalismo neoliberal no sólo no ha mejorado, sino que se muestra cada vez más como un capitalismo de casino, parasitario, corrupto y corruptor. A pesar de esto ahora nos encontramos con que la derecha, representante de este capitalismo, gana las elecciones y llega al gobierno en países que habían encabezado el movimiento progresista. ¿Qué ha pasado para que la derecha más reaccionaria, que normalmente llegaba al poder gracias a golpes militares, derribando violentamente gobiernos democráticamente elegidos, hoy no necesite recurrir a esos medios y alcance el poder en unas elecciones democráticas?
Es verdad que estos gobiernos de izquierda se han apoyado de una manera excesiva en una economía extractivista, lo que tiene graves inconvenientes. Pero eso no es razón que explique la decisión de cambiar, porque la derecha también aplica una política extractivista y de una manera mucho más brutal. Están, desde luego, las feroces campañas mediáticas contra los gobiernos progresistas llevadas a cabo por los dueños de los grandes medios de comunicación, y también el boicot económico efectuado por las burguesías locales y el imperialismo estadounidense. Las dificultades económicas facilitan que la constante lluvia de medias verdades, tergiversaciones y claras falsedades propagadas por la oligarquía llegue a penetrar incluso en las clases populares. Pero sobre todo queremos fijarnos en algo que señalan los analistas que están sobre el terreno: el progreso social de estos países propició el desarrollo de unas clases medias que, alcanzado un nuevo estatus social, han asumido la mentalidad de la derecha y han votado a sus candidatos.
Y es que la mentalidad actualmente dominante, lo que se conoce hoy como el imaginario colectivo, es el imaginario colectivo burgués, el de la derecha. El estilo de vida, el modelo de bienestar, la forma de buscar la felicidad, las aspiraciones de realización humana, la cultura, todo está impregnado por los valores y el espíritu capitalista. Antonio Machado escribió hace muchos años: Una sociedad no cambia, si no cambia de dioses. Y el dios de esta sociedad es el dinero. El culto al dinero lo impregna todo. Esto es algo que en la izquierda hemos tenido muy poco en cuenta. Desde luego la socialdemocracia, en su intento de lograr un capitalismo socialmente aceptable, se tragó lo fundamental de la cultura y los valores burgueses.
¿Y la izquierda más radical, la abiertamente anticapitalista? Esta izquierda no se ha repuesto del shock que supuso el hundimiento de la Unión Soviética. Como escribe Alberto Garzón, “sin duda estos acontecimientos supusieron un cambio radical para la izquierda, y desde entonces puede decirse que la izquierda ha estado despistada, es decir, carente de pistas e indicaciones sobre el camino a seguir”. Fracasado el intento de conseguir un nuevo modelo de sociedad basado en un cambio de las estructuras económicas, todavía no hemos sido capaces de plantearnos unos nuevos objetivos realmente alternativos, de idear una nueva sociedad basada en unos valores humanos y en una idea de felicidad distintos de los que propugna el capitalismo.
¿Tendremos esto en cuenta en Europa? ¿Nos convenceremos de la importancia de la batalla ideológica y cultural para construir una alternativa a la sociedad capitalista? ¿O vamos a seguir centrados en una lucha económica, aceptando de una forma insensata la cultura y los valores capitalistas?