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Día 2. Qué bien estar en Lesbos
Gracia Maqueda, una trabajadora social sevillana, viaja a la isla griega junto con otras cuatro personas más para ayudar a los refugiados in situ y denunciar el cierre de fronteras. Durante una semana, escribirá en La Marea su testimonio.
Lesbos nos recibe con niebla, frío y lluvia. Es muy temprano y estamos agotadas… Cuando llegamos a Mitilene las aguas del Egeo se nos muestran tranquilas y ya resplandecientes bajo un sol muy tímido. Nadie diría que en esas aguas miles de personas han perdido la vida intentando llegar a Europa durante los cinco últimos años de guerra en Siria. Estremece darse cuenta de tanta contradicción.
Después nos hemos puesto en marcha y hemos ido a unos kilómetros de Mitilene, donde los bomberos voluntarios españoles (PROEMAID) colaboran con otras organizaciones en una base logística en la isla. Y nos hemos puesto ¡¡¡a trabajar!!! Había que ordenar unas cien cajas de ropa usada donadas por cientos de personas (otra vez la solidaridad entre los pueblos). Nos organizamos entre cajas de zapatos, calcetines, camisetas térmicas o bufandas que la gente ha enviado, y me preguntaba quién habría usado esos zapatos, de qué lugar de Europa vendrían… Y entre pensamiento y pensamiento, y junto a los compas de PROEMAID, ordenamos en la gran nave todas las cajas.
PROEMAID cubre la zona sur de la isla ante la llegada de refugiados, que siguen arribando a Lesbos aun después de haberse firmado el tratado de la vergüenza el pasado 20 de marzo entre la UE y Turquía. Todas las noches siguen haciendo turnos en la playa, donde distintos voluntarios/as, aparte de ellos, esperan las balsas. Esta noche nos toca a nosotras. Hemos quedado con ellos en bajar a la orilla y esperar. Las balsas que llegan traen a cincuenta personas, hacinadas y sin ningún tipo de protección ante el frío, la negrura de la noche y las peligrosas corrientes de agua. Tardan seis horas en cruzar desde Turquía a Grecia. Seis horas de miedo y oscuridad ante la esperanza de llegar a un lugar mejor… Desde la entrada en vigor del tratado, los guardacostas turcos interceptan casi todas las balsas, y sus tripulantes son puestos a disposición del Gobierno de Ankara y llevados a centros de detención. Frecuentemente son víctimas de malos tratos.
Nos hemos encontrado aquí con una voluntaria activista belga, que se ha unido a la tarea de hoy. Lesbos está llena de personas que han venido desde sus países a echar una mano a los refugiados. Se asientan en tiendas de campaña por gran parte de su costa, formando un rosario de verdes puntos sobre la arena de la playa… campos como el de la foto que enviamos con esta crónica, donde conviven casi 400 personas, sólo hombres, marroquíes, iraquíes, pakistaníes… asistidos por la asociación No Border Kitchen.
Ociosos, sin actividades, sin apenas información gubernamental, cansados y con el miedo continuo de ser deportados al «país seguro» que es Turquía, sobrecoge verlos deambular por el campo mientras charlamos con los activistas que prestan apoyo, información, comida y calor humano. Según nos cuentan, el alcalde de Mitilene ha «invitado» a esta asociación a abandonar la playa donde diariamente ellos mismos cocinaban para estas 400 personas. Ahora vamos a cenar. Nos espera una larga noche. Qué bien estar en Lesbos.