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Frédéric Lordon: “Me pregunto si Podemos no es un contraejemplo, eso que no debemos hacer: volver al marco electoral”

El economista Frédéric Lordon cree que el movimiento Nuit Debout no es de corte reivindicativo. "Si el gobierno se acaba, nosotros permaneceremos porque eso a lo que aspiramos va mucho más allá", asegura.

Frédéric Lordon, en una asamblea celebrada el 3 de abril de 2016 en París. FOTO: BRUNO ARBESÚ

Ya había pasado la media noche del jueves 31 de marzo y allí seguía Frédéric Lordon debatiendo con un amplio grupo de ciudadanos que había decidido acampar en la céntrica plaza de la República de París. Aquel día, tras la manifestación en París contra la reforma laboral de Hollande y el concierto-proyección que la siguió, Lordon dio un discurso que pasará a la historia como el punto de partida de la Noche en pie (Nuit Debout), el recién nacido movimiento de indignados de Francia.

“Hoy cambiamos las reglas del juego. Jugábamos con las suyas. A partir de ahora, lo hacemos con las nuestras”, exclamó Lordon ante los asistentes. Tres días después, el domingo 34 de marzo, Lordon tomó de nuevo la palabra en la asamblea ciudadana que se celebraba por tercer día consecutivo en République. “Escribamos la constitución de la República Social”, pidió ante los cerca de 2.000 indignados que aquella tarde se congregaron en la plaza de la liberté, egalité et fraternité de la capital francesa.

Lordon, el economista y sociólogo que dirige las investigaciones del prestigioso Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de Francia, asegura estar cansado de que intenten endorsarle la etiqueta de líder. Sin embargo, sus ideas alternativas y su mirada crítica lo convierten en uno de los intelectuales que más admiración despiertan entre los miles de franceses que desde el pasado 31 de marzo se reúnen en asamblea –y en algunos casos acampan- en París, Lyon, Tolouse, Rennes y otras localidades galas inspirándose en el 15M de España.

Seis días después del nacimiento de la Nuit Debout, Frédéric Lordon concede a La Marea su primera entrevista. Contesta las preguntas por correo electrónico.

Hace poco dijo usted que “es posible que estemos haciendo alguna cosa”. ¿Qué quería decir exactamente? ¿Dónde estamos en este momento?

Exactamente, ¡lo dije tal cual! Alguna cosa. Hay una rabia silenciada, exasperaciones terribles acumuladas desde hace años, incluso décadas, que no tienen por objetivo real “el gobierno” o “los gobiernos” –que entre paréntesis han implementado todos políticas rigurosamente idénticas- sino un tipo de sociedad ampliamente detestable. A raíz de la película Merci patrón! (¡Gracias patrón!) de François Ruffin y la reforma laboral, dos grandes catalizadores, algo se produjo en la Plaza de la República el jueves 31 de marzo. Algo y ni nosotros mismos sabemos qué. Lo sabremos. Cómo se construirá el movimiento, si adquirirá importancia o si caerá, qué objetivos políticos logrará alcanzar… Nadie lo sabe.

¿Qué parecidos y diferencias ve usted entre la gente que está en la Plaza de la República y los indignados que ocuparon las plazas de España durante el movimiento del 15-M?

No conozco suficientemente bien lo que sucedió en el movimiento español del 15-M y no puedo responder con precisión a la pregunta. Tengo la sensación de que en España vosotros tuvisteis dos potentes factores catalizadores que no tenemos en Francia: por un lado la deuda inmobiliaria de los hogares y los desahucios y, por otro, la corrupción de los políticos a gran escala. En Francia la cuestión social, la cuestión del trabajo y el empleo siguen siendo muy importantes. Pero precisamente la particularidad del movimiento actual está en que no se limita a reivindicaciones como la de asegurar el trabajo o mejorar las condiciones laborales, o cualquier cosa en este sentido, sino a criticar fundamentalmente la situación del trabajo en sí y de los propios trabajadores. Es por tanto una crítica al capitalismo.

Habla a menudo de la importancia del contacto entre los jóvenes y las clases obreras. ¿Por qué este contacto es tan importante?

Porque no hay movimiento social fuerte que no pase por esta conjunción, a la que además será decisivo sumar a la juventud marginada de los suburbios. En tiempos normales, toda la sociología se opone a este encuentro. Y, de hecho, durante mucho tiempo, las clases obreras fueron masacradas por el capitalismo neoliberal sin que nadie se preocupara. Sobre todo la pequeña o mediana burguesía urbana educada, los intelectuales precarios, etc. Lo que sucede con la Nuit Debout tiene como principal finalidad hacer aparecer de nuevo eso que todas las categorías sociales, normalmente alejadas unas de otras, tienen fundamentalmente en común: ¡su condición de asalariados! Podemos incluso añadir otras categorías –como los agricultores por ejemplo- que, a pesar de no ser asalariados, no sufren menos bajo la dinámica general del capital. Es esta dinámica general, excluida del debate desde hace décadas, la que ahora vuelve a ser discutida.

¿Cree usted que veremos un Podemos a la francesa teniendo en cuenta el contexto actual?

No lo creo y añado que, por mi parte, no lo deseo. Para ser claro, me pregunto incluso si Podemos no es una especie de contraejemplo, el modelo de eso que no debemos hacer: volver al marco electoral, la renormalización institucional. Volver al juego institucional es la muerte asegurada de todos los movimientos. Y ahora te preguntarás, ¿cómo transformar estas reuniones en logros políticos para que no hayan sucedido en vano? Es una pregunta estratégica de primer orden. Mi respuesta para salir de esta terrible tenaza es que si volver al juego electoral institucional es la muerte, entonces no nos queda otra solución que rehacer las instituciones. Es por eso que creo que el objetivo político que debemos fijarnos, y lo dije en la Asamblea General del domingo, consiste en reescribir una constitución. Pero sin que eso se vuelva un ejercicio jurídico formal y alejado de la calle, como suele ser el caso. Debemos escribir la constitución de la República Social. Y al contrario que la república actual, que es de hecho la república burguesa, cuya vocación es sacralizar el derecho a la propiedad, la República Social debería tener por misión abolir el principio de la propiedad lucrativa de los medios de producción e instaurar la propiedad de uso: los medios de producción no pertenecen a los accionarios, a los propietarios, a los capitalistas; deben pertenecer a quienes se sirven de ellos, más allá de fines lucrativos.

¿Cuál es su rol en el cambio social que Francia parece estar viviendo?

No hago otra cosa que aportar mi contribución dentro de la división del trabajo político, con unos medios que son los míos, los de intervención de un intelectual, ni más ni menos. ¡Este movimiento no tiene líder y meterme de cabeza es lo último que me apetece! Parece que algunas de mis intervenciones han podido producir efectos de cristalización, y es genial. Pero hasta ahí llega lo que me concierne. Por otra parte, los movimientos como el nuestro, y con razón, atraen intentos de captura individual y de personificación de las dinámicas colectivas. Si alguien tuviera la absurda idea de nombrarse “líder”, ¡lo mandarían de vuelta a sus queridos estudios! Pero los medios son incapaces de entender cosas así y se obsesionan con la “encarnación”, las “figuras representativas”, los “líderes” y todo ese repertorio de filosofía individualista y heróica de la historia. Y cuando no encuentran eso que buscan a toda costa, ¡se lo inventan! Es por esa misma razón que rechazo sistemáticamente todas las invitaciones de los medios para expresarme, todas las peticiones de “retrato”. No paro de ver artículos que me presentan como “figura” eminente, para personalizar lo impersonalizable. Es un poco agobiante.

Hay una lucha entre la solidaridad y el miedo en Francia y el resto del mundo. ¿Tiene usted una postura más bien optimista o pesimista a corto y largo plazo en relación al cambio social en Francia?

Cómo responder a esta pregunta… No tengo las más mínima idea de cómo van a suceder las cosas. Sin embargo, no puedo evitar pensar que el capitalismo neoliberal ha maltratado tan profundamente al cuerpo social que no puede no suceder, de un momento a otro, una reacción violenta. ¿Ha llegado ese momento? ¿O el movimiento encallará? No lo sé. De lo que estoy seguro es que incluso si termina en apariencia, en realidad no habrá fracasado, porque habrá sembrado algo en las mentes. Y ese algo tarde o temprano volverá.

La ley El Khomri ha despertado la indignación de una gran parte de la población francesa. Si el gobierno renuncia a esta norma, ¿cree usted que esa indignación se desinflará?

Ese es el gran desafío de nuestro movimiento. No es un movimiento reivindicativo, esa es la gran novedad. No reivindicamos la retirada de la ley El Khomri. Al fin y al cabo respecto a esta ley, ¡nos da igual! Esta ley ha sido el detonante de muchas otras cosas mucho más fundamentales. Incluso si retiran la ley, incluso si el gobierno se acaba, nosotros permaneceremos, porque eso a lo que aspiramos va mucho más allá: no queremos reivindicar más, sino afirmar. Afirmar nuevas formas de trabajo y política.

Frédéric Lordon acaba de publicar La Chapuza. Moneda europea y soberanía democrática (El Viejo Topo)

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