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Eva Anadón: “Ojalá mi caso sirva para que mejoren las cosas en Mozambique”
Entrevistamos a Anadón, expulsada por protestar contra el acoso sexual que sufren las niñas en las escuelas. Las autoridades del país africano le han prohibido regresar en diez años, lo que ha desatado un conflicto diplomático.
Eva Anadón (Madrid, 1981) está agotada. Desde que aterrizó este jueves en España procedente de Maputo, capital de Mozambique, no ha parado de recibir llamadas y mensajes por todos los canales posibles. Su muro de Facebook echa humo, y los periodistas hacen cola para entrevistarla. Su caso ha despertado un interés que le ha pillado por sorpresa. No sólo entre los medios de comunicación, sino también en el ámbito diplomático: el Ministerio de Exteriores ha convocado al embajador de Mozambique para que dé explicaciones sobre su apresurada expulsión del país y la prohibición de regresar en un periodo de 10 años.
«Llevaba más de cuatro años en Maputo», cuenta Eva. «Siempre he trabajado en el área de igualdad de género. Cuando llegué trabajé para Naciones Unidas, después para una ONG mozambiqueña y actualmente estaba en el secretariado de la Marcha Mundial de las Mujeres. Allí tengo a mis amigos, a mi pareja… Toda una vida hecha». Hace apenas dos semanas, difícilmente podía haber imaginado lo que se avecinaba.
«Junto a varios grupos de la sociedad civil de Mozambique organizamos una pequeña actividad que consistía en una obra de teatro y una conferencia de prensa», relata Eva. Su objetivo era manifestar su oposición a una normativa del Gobierno que quiere imponer faldas hasta los tobillos a las menores en las escuelas como medida para luchar contra los problemas de acoso sexual. «Muchas niñas son obligadas a tener sexo con los profesores para poder pasar los exámenes. Sufren un asedio y acoso constantes. Es una situación crítica», explica.
El acto arrancó de forma accidentada: «Antes de comenzar ya había mucha policía, y ni siquiera nos dejaron empezar. Nos amenazaron, incluso con armas de fuego. Varias compañeras se quejaron del trato y fuimos detenidas». A partir de ese momento comenzó un auténtico vía crucis. Pasó siete horas retenida, tras las que fue puesta en libertad. Durmió en casa de su pareja y al día siguiente dos hombres se presentaron en la vivienda para trasladarla, primero a la procuraduría y después al aeropuerto, entre una nube de indignación y protestas en la calle. Se entregó el despacho de expulsión y fue deportada. «Todo se hizo muy a escondidas, por lo que no hubo mucho margen de maniobra para la cónsul española, que estuvo conmigo buena parte del tiempo. En ningún momento -insiste- me permitieron hacer nada y ni siquiera he visto ningún auto que diga de qué estoy acusada».
A pesar de que el embajador mozambiqueño se ha mostrado receptivo ante las quejas del Ministerio de Exteriores, Eva tiene pocas esperanzas. «Tengo que hacerme a la idea de que es posible que no pueda volver», lamenta. «Pero ojalá mi caso sirva para que cambien algunas cosas en Mozambique. Mi circunstancia personal no es lo más importante: estoy muy agradecida y orgullosa de ver cómo se ha movilizado la sociedad civil de Mozambique en defensa de la legalidad. Es un caso que afecta a las tripas del país, y a cosas muy básicas como el estado de derecho o la división de poderes. Es un proceso muy importante que el país tiene que hacer».