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Crónica desde el Edén corrupto
Las últimas investigaciones constatan la dificultad de encontrar un solo contrato sano en el PP valenciano.
Las puertas están abiertas. La gente sube y baja por la escalinata de mármol, husmea por los palcos del hemiciclo y enumera los ecos al deslizarse por el Salón de Cristal. Al otro lado del antiguo Edén prohibido, los ordenanzas sonríen al paso de los grupos y la balconada del Ayuntamiento nunca está sola. Una de las primeras medidas del nuevo alcalde de Valencia, Joan Ribó, de Compromís, fue abrir a la ciudadanía las dependencias del consistorio. Desde junio de 2015, miles de personas han cubierto una ruta que se ha convertido en uno de los principales reclamos turísticos de las guías de ocio.
Pero no siempre fue así. Durante los 24 años de mandato de Rita Barberá, de 1991 a 2015, el viejo recinto fue búnker, trinchera o salón privado según la época. Sobre todo el ala norte, la parte noble, una consecución de dos oficinas, un enorme despacho consistorial y el diminuto, pero lujoso, salón Pompeyano, con sillones tapizados, imágenes pías y un aparador de madera con aromas a licores añejos. Y enfrente, una cocina con forma de hendidura hacia el interior del edificio. Por toda aquella nobilísima geometría desfiló durante años la nata del poder valenciano. Allí se hizo, se deshizo y se dejó hacer.
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