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Serbia excluye de los campos de refugiados a las asociaciones críticas

“En los campos de refugiados que coordina el Gobierno solo quieren a organizaciones que den comida y ropa”, asegura un activista de Mujeres de Negro que han denunciado casos de corrupción en estos centros. Mujeres de Negro considera que la política de “fronteras abiertas” adoptada por el país balcánico quiere evitar que los refugiados pidan asilo en su territorio.

Foto: Jesús Poveda

SERBIA// “En los campos de refugiados que coordina el Gobierno serbio sólo quieren a organizaciones que den comida y ropa. A nosotros nos deniegan el acceso sistemáticamente”, denuncia Mirko Medenica, abogado y activista de la asociación serbia Mujeres de Negro. Aun así, han conseguido entrar en varias ocasiones con la ayuda de voluntarios que sí están acreditados: “En cuanto comenzamos a hablar con los asilados y conocemos sus problemas, la Policía nos identifica, nos echa del campo y nos intenta multar”.

“En verano, cuando estalló la crisis de los refugiados hubo muchos problemas con la policía. No les agredían pero se aprovechaban de ellos, les quitaban dinero”, recuerda. Por eso estos activistas han centrado su atención desde entonces en vigilar las actuaciones policiales. Aunque para ello considera que es fundamental poder estar en contacto con los asilados.

Las paredes de la sede de esta asociación, situada en el centro de Belgrado, cuentan la historia de la organización. Decenas de fotos recorren las décadas que llevan protestando contra las políticas del Gobierno serbio. En la mayor parte aparecen sus activistas manifestándose altavoz en mano y ataviadas con una camiseta negra. Durante la Guerra de los Balcanes, denunciaron las acciones militares emprendidas por su país. En la posguerra investigaron las responsabilidades individuales y colectivas que provocaron los conflictos. Y actualmente critican las directrices migratorias en su territorio.

72 horas para salir de Serbia

“La política de fronteras abiertas consiste en que no se quede nadie en Serbia, que crucen rápidamente el país y que continúen su camino por Croacia”, apunta en un español fluido Stasa Zajovic, una de las portavoces de Mujeres de negro. Esta activista lleva décadas militando como feminista y antimilitarista, responde a las preguntas de La Marea en la sede de la asociación mientras termina de teñirse la cabeza, con una bolsa que le cubre el pelo hasta que se seque.

Esta organización considera que sus autoridades no se esfuerzan en facilitar la petición de asilo en su territorio. En noviembre el Gobierno decidió restringir la circulación legal en el país para admitir sólo a sirios, afganos e iraquíes. Desde que son registrados en la frontera con Macedonia o Bulgaria tienen un plazo máximo de 72 horas para atravesar el país, con destino Croacia.

Hace unos meses consiguieron que varios oficiales fuesen relevados de su puesto en el campo de Dimitrograv, en la frontera de Serbia y Bulgaria, por embolsarse alrededor de 15 euros por cada documento de este tipo emitido y que en realidad es gratuito. Mujeres de Negro y varias organizaciones alertaron de esta situación. “Nuestro Gobierno no nos quiere escuchar, la única forma de que atienda nuestras quejas es ponerse en contacto con miembros de la Unión Europea o ACNUR. Así, al menos informalmente, sí que tienen que dar explicaciones”, reseña  Medenica.

La raíz del problema

Aquellos que emigran por motivos supuestamente económicos y no pertenecen a las nacionalidades conocidas como SIA (sirios, iraquíes y afganos) quedan excluidos del permiso y de la ruta oficial, y están expuestos al negocio de las mafias. Un par de calles más abajo de la sede de Mujeres de Negro, grupos de personas de origen magrebí duermen a la intemperie en los alrededores de la estación de tren de Belgrado. La situación es similar en algunas de las grandes ciudades del país. Estos jóvenes han quedado varados, sin posibilidad de avanzar, después de gastar todo su dinero intentando cruzar ilegalmente la frontera en varias ocasiones. Una vez que las autoridades húngaras y croatas les descubren vuelven a ser deportados.

Los campos de refugiados que se han construido en Serbia y Croacia son de tránsito, de hecho se suele pasar solo unas horas en ellos. Al entrar se registran, cogen comida, reciben atención médica y continúan su camino al próximo país. Dentro de los centros trabajan grandes ONG como Cruz Roja, Save the children o lntermon Oxfam. Así como pequeñas asociaciones regionales, trabajan conjuntamente y se suelen encargan del reparto de alimentos y agua las 24 horas del día.

Stasa Zajovic pretende que la sociedad vaya más allá: “Tienen que dejar de pensar que aquellos que reciben nuestra caridad son pobre gente que no tiene casa. Lo que tienen que plantearse es la raíz del problema, la violencia estructural ejercida por los gobiernos de la Unión Europea y de Estados Unidos, así como de las dictaduras de aquellos países de los que provienen los refugiados”.

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