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Consumo machista: en esta casa manda Mr. Proper

Un estudio elaborado por Setem muestra la relación entre las violencias machistas y el consumo convencional desde tres ámbitos: el doméstico, el personal y el urbano.

“Mr. Proper es el que manda, es una figura masculina que con un paso de fregona deja todo brillante. Y viene a decir que las mujeres tenemos que ser muy limpias, porque una que no limpia es muy mala mujer, mala hija, una mala lo que sea, pero mala. Y también dice ¿de qué te quejas si limpiar es muy sencillo?”. Es una de las reflexiones incluidas en ¿Consumimos violencia?, un estudio elaborado por Setem que incide en la relación entre las violencias machistas y el consumo convencional desde tres ámbitos: el doméstico, el personal y el urbano. 

En el consumo de alimentos y productos para el hogar, el informe destaca la existencia de una fuerte violencia estructural alimentada por la división sexual del trabajo: «El ámbito doméstico pertenece a las mujeres y por lo general ‘no tiene valor’. Además subyace, sobre todo desde la construcción publicitaria, todo un abanico de violencias simbólicas que se afianzan en las mujeres desde la presión de ‘ser buenas’ en todo lo que emprenden: ser buenas mujeres, ser buenas madres, ser buenas parejas, ser buenas trabajadoras, etc. En definitiva, ser una superwoman».

El análisis global de la violencia simbólica en el ámbito doméstico muestra que las presiones sobre las mujeres se agudizan cuando son responsables mayoritarias del hogar: un 32,6% de las mujeres padecen niveles altos de violencia simbólica frente al 16,4% de los hombres. Con respecto a las violencias físicas, el informe señala que las principales diferencias entre mujeres y hombres se dan en los problemas de toxicidad: un 10% de las mujeres encuestadas ha sufrido este tipo de violencia frente al 6% de los hombres.

En el ámbito personal, las diferencias también resultan evidentes: un 72,4% de los hombres no manifiesta ningún tipo de violencia psicológica relacionada con la estética, frente al 58,1% de las mujeres. “Hay todo un mercado en torno a las mujeres negras sobre su belleza. Y tiene que ver con el cabello. Un mercado enorme fortísimo de productos químicos para alisar el pelo. ‘En Salvador vendí mi pelo porque hay un mercado de compra de pelo con apliques para que tengan el pelo largo’. Es muy caro este tratamiento y las mujeres pobres lo hacen. Tienen mucha presión”, sostiene otra experta en el informe.

Con respecto a la violencia física, el estudio muestra resultados como los siguientes: casi cuatro de cada diez ha sufrido daños por el uso de calzado inadecuado; un 22,4% ha padecido alergias, quemaduras, etc., por el uso de cosméticos o tratamientos estéticos: el 16,2% ha tenido consecuencias negativas del uso de ropa inadecuada; y una de cada 10 ha padecido daños como consecuencia de la realización de dietas.

Movilidad y urbanismo

En el análisis del espacio urbano, el estudio afirma que la movilidad al igual que la composición de la ciudad se han configurado para responder a las necesidades de desplazamiento propias del trabajo productivo y no de aquellas vinculadas al trabajo reproductivo y de cuidados: «Ello, además, se ve legitimado por un conjunto de símbolos y valores culturales y sociales que aumentan la percepción del espacio como masculinizado y mantienen la división sexual del transporte». 

Un 87,8% de los hombres encuestados dispone de carné de conducir frente al 70% de las mujeres, una diferencia que se incrementa según avanza la edad. El 38,6% de las mujeres comparte coche con su pareja, frente al 29,4% de los hombres. E, independientemente de que trabajen fuera del hogar, el uso del coche por parte de las mujeres (33,7%) queda lejos de equipararse al uso que hacen los hombres (60,7%). Ellas, además, afirman ir andando en un porcentaje superior que los hombres (el 39,1% frente al 19,1%) y señalan utilizar con mayor frecuencia el transporte público (el 21,8% frente al 7,7%).

Otro aspecto que el estudio vincula al urbanismo es la violencia física y psicológica causada por la reducción del tiempo para el ocio y actividades personales a la que se ven obligadas las mujeres, que gastan más tiempo en sus desplazamientos. Además, la falta de seguridad puede llegar a incidir en la sensación de vulnerabilidad y en el miedo a ser agredidas: el 66,4% ha sentido inseguridad al caminar a solas, de noche, por la calle, y el 59,4% ha asegurado tener miedo real. Una tercera parte ha recibido agresiones en forma de comentarios y ha cambiado de hábitos de movilidad por miedo a ser atacada en la calle.

A pesar de estos datos demoledores, el estudio lamenta que la violencia machista, aunque está siendo cada vez más visibilizada y denunciada, se continúa abordando de forma privada. «Ante la desprotección social existente, las mujeres tienden a buscar soluciones individuales a una problemática estructural y sistémica», concluye el informe, basado en 15 entrevistas en profundidad a expertas en el ámbito del feminismo, el consumo capitalista y la ecología; dos grupos locales de discusión formados cada uno por ocho mujeres que ampliaran la visión de las fuentes expertas y 500 encuestas telefónicas dirigidas a la ciudadanía de Euskadi de entre 18 y 65 años.

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