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Un año de Syriza: un éxito y un puñado de derrotas

Tsipras sólo puede registrar un éxito durante este primer año de su legislatura. Ha conseguido mantener al país en la eurozona, especialmente cuando el Grexit no se especulaba como una posibilidad, sino que estaba sobre la mesa como una opción real

Hoy se cumple justo un año desde el día en que en Grecia un partido de izquierda se convirtiese por primera vez en gobierno. Syriza ganó las elecciones del 25 de enero de 2015 y rompió un régimen de bipartidismo que dominaba la vida política desde 1974 y la dictadura de los coroneles; e incluso antes. Seguro que Alexis Tsipras, el líder de Syriza, preferiría celebrar este aniversario contando algunos éxitos de su gobierno, especialmente en el ámbito internacional. Sin embargo, se encuentra en el epicentro de fuertes presiones tanto por los acreedores extranjeros como por la sociedad griega, que empieza a vivir en su propia piel las consecuencias del tercer “rescate”. Un rescate que esta vez lleva la firma del mismo Tsipras.

La apuesta de Tsipras hace un año era recuperar la dignidad y la justicia social. Y pretendía conseguirlo a través de reformas hechas a medida de las necesidades de la sociedad y de la gente más débil, y no impuestas por la Troika. A Tsipras le falta la mayoría absoluta, la cual viene sólo tras contar con el apoyo del partido de derecha Griegos Independientes. Muchos hablan de una alianza impía entre dos partidos diametralmente opuestos, pero la ilusión generada después de esta victoria electoral sin precedentes no deja lugar para fuertes objeciones.

No obstante, la ilusión del 25E se limitaba dentro del país, ya que en los corredores de Bruselas no se compartía el mismo entusiasmo. Las visitas de Martin Schulz y Jeroen Dijsselbloem a Atenas, unas pocas horas después de que Tsipras fuese nombrado primer ministro, dejaron un amargo sabor en la boca. Y esto fue sólo el inicio.

Cinco meses remolcando

Haciendo el cuento corto, Grecia se enfrenta a cinco meses de un remolcador continuo contra los acreedores extranjeros. Tsipras se da pronto cuenta de que no iba a ser tan fácil “anular los memorándums por un sólo artículo de la ley” y la negociación entre Atenas y la Troika (que ya no se llama “Troika” sino “instituciones”) se alarga sin dar frutos. Mientras tanto, los bancos griegos sufren una impresionante fuga de depósitos al extranjero, cortesía del alarmismo generado por el conservador Nueva Democracia en el poder, que tampoco cesó cuando pasó a la oposición.

El actual programa de ayudas para Grecia expira el 30 de junio, pero justo 24 horas antes los bancos griegos cierran y por primera vez se impone en el país un corralito. Alexis Tsipras pone en referéndum las últimas propuestas de Jean Claude Juncker para un nuevo rescate. La televisión griega se llena de las larguísimas colas de gente delante de los cajeros automáticos, los partidos de oposición se suman apoyando al Sí, pero el No prevalece con un contundente 61,3%. Por unas pocas horas, se genera un entusiasmo igual que el de la noche electoral de enero. No obstante, todo se desarrolló de forma muy distinta.

Al cabo de tan solo diez días, y después de una maratoniana reunión en Bruselas de 17 horas de duración, Tsipras pone su firma en un nuevo memorándum. Es el tercer rescate, de 86.000 millones de euros esta vez, y al parecer viene con condiciones incluso peores de las que tanto criticaba Tsipras cuando aún en oposición. El Parlamento heleno aprueba el nuevo memorándum, pero irónicamente no lo hace con los votos de Syriza. El partido gobernante se rompe en dos, 32 diputados se niegan a ratificar el rescate y dimiten, y Tsipras pierde la mayoría absoluta. La vuelve a ganar después de convocar nuevas elecciones en septiembre, contando de nuevo con el apoyo de Griegos Independientes.

En los meses siguientes, Tsipras suma nuevas derrotas. La Troika vuelve a Atenas, aunque ahora se le llama “cuarteto”, por la participación adicional de MEDE (el Mecanismo Europeo de Estabilidad). Syriza se ve obligado a retirar la mayor parte de la ley para hacer frente a la crisis humanitaria. Las privatizaciones que se habían congelado en enero, vuelven a entrar en los objetivos del gobierno, y esta vez más concretamente que nunca: se crea un nuevo fondo cuya labor es gestionar la privatización de infraestructuras del país de un valor nominal de 50.000 millones de euros. Syriza aprueba nuevos recortes en pensiones públicas. El índice de desempleo baja al 24,5%, menor que el 26% que se registraba un año antes, pero todavía el más alto en la eurozona; superior incluso al español.

Un único éxito

En este preciso instante Grecia está cortada en dos por las huelgas de los agricultores que han ocupado algunos lugares estratégicos en las carreteras que unen Atenas y Tesalónica, exigiendo el retiro del proyecto de ley para la reforma del sistema de pensiones. El mismo Syriza está en el epicentro de denuncias de nepotismo, después de hacerse público el hecho de que algunos oficiales del partido han fichado en sus oficinas gubernamentales personal que viene de su círculo familiar. En el extranjero, Tsipras parece aislado, o en el mejor de los casos, con pocos amigos y no de primera fila.

Tsipras puede registrar sólo un éxito durante este primer año de su legislatura. Ha conseguido mantener al país en la eurozona, especialmente cuando el Grexit no se especulaba como una posibilidad, sino que estaba sobre la mesa como una opción real. No todos los griegos comparten la sensación de que sea un éxito seguir en el euro. Ni siquiera el mismo Tsipras lo ha expresado así en la conferencia de Syriza que celebró el primer año de gobierno; una conferencia, por cierto, en la que los militantes y simpatizantes que asistieron no llegaron a ocupar ni la mitad de los asientos disponibles.

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