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La clave Rosell
La crisis nos ha enseñado que a la economía le ocurre como a España, que aunque se empeñen en vendernos que hay una, hay varias. Aunque a Rosell se le olvide nombrarlas
“Que la política no ponga trabas en la recuperación económica”. El titular lo daba Juan Rosell, presidente de la CEOE y la cara de asombro la ponía el lector del periódico, que no espurreaba el primer café de la mañana porque ya está acostumbrado. Al lector, al oyente y al espectador se les ha hecho ya callo de tanto escuchar a quienes exigían rescate de lo privado a costa del dinero público volver a dar misas liberales y pizpiretas. “Que la política no ponga trabas en la recuperación económica”. Nos daba la clave sin quererlo Juan Rosell. La economía por un lado y la política, las cosas de lo público, por otro. Que lo público no estorbe a la economía, joder, que las cosas del comer no están ni para jugar, ni para estas tonterías de la gente.
Esta crisis ha sido previsible como una peli mala. Desde el principio se veía venir la trama -lo que parecía una crisis era un avance de posiciones de lo privado-, las víctimas -trabajadores que perdieron derechos y sueldo- y el asesino, que como era de esperar se escaparía de rositas. Pero si de algo ha servido esta peli mala -de todas las del sábado por la tarde se puede sacar algún aprendizaje- ha sido el poder desvelar un par de secretos sobre el lenguaje, que algunos, torpes como Rosell, no veíamos antes de 2008.
La recuperación económica era un concepto que antiguamente nos hacía pensar en la cuenta del banco de las familias, que en una recuperación económica lógicamente crecería; pero la recuperación resultó tener más que ver con informes del FMI poniendo a una España con la mayor tasa de desigualdad y paro de Europa, a la cabeza del continente, en la locomotora del nuevo modelo. Esa economía de la que hablaba el mismo FMI que se queja de que tardemos tantos años en morir, lógicamente, no hablaba de nosotros, como Rosell nos explica hoy, a no ser que sea para advertirnos de que tenemos que cobrar aún menos para que esa economía, la ajena, siga creciendo.
Cuando un viaje del rey Juan Carlos con un séquito de ministros propiciaba un gran acuerdo comercial entre “España” y Arabia Saudí, celebrado a bombo y platillo en el telediario, algo, inocentes, nos hacía pensar que tenía que ver con nosotros. Quizá fuese por aquello de “España”. Nos costó verlo, pero España resultó tener nombres y apellidos que nunca nos contaba el telediario entre platillazo y golpeo de bombo, nombres y apellidos de empresarios a los que invitábamos a la minuta de la representación real y ministerial. La crisis nos ha enseñado que a la economía le ocurre como a España, que aunque se empeñen en vendernos que hay una, hay varias. Aunque a Rosell se le olvide nombrarlas.