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El Congreso, ocupado por la plebe que huele mal

La España bien rezuma clasismo al constatar que el populacho ha ocupado escaños reservados antes sólo a su élite

MADRID// Hoy, la España de primera clase se ha levantado conmocionada porque el vulgo, la plebe, el populacho, la chusma, ha ocupado espacios destinados sólo a una reservada élite de políticos que respetaban las buenas formas de la gente bien, en el vestir y en el proceder. Los diputados de Podemos que han tomado el hemiciclo incluso huelen mal, como ha declarado la periodista Pilar Cernuda en Antena 3. “Yo lo he olido”, ha declarado escandalizada la veterana cronista (de la naftalina y lo mal que huelen algunos comportamientos de esos periodistas bien en los pasillos del Congreso hablamos otro día). Un tipo con rastas, hombres sin traje ni corbata y con fulares de colores, una chica con transparencias. Inaceptable manera de vestir la de esta gente de baja estofa.

Isabel San Sebastián ha dejado escrito que los diputados de Podemos abandonaron “el mínimo decoro en el vestir”. En eso coincide con la diputada electa de Ciudadanos Marta Rivera de la Cruz, quien ya pidió un mínimo de compostura en el vestir de estos podemitas de “pintas innobles”. Esta gente ha convertido el Congreso, según ABC, en “una romería laica, libertaria, de pésimo gusto y rayana en la pachanga de pueblo”. De pueblo. Ese va a ser el problema.

David Gistau ponía el dedo en la llaga, creo que sin pretenderlo, en torno al verdadero problema de la ocupación extraña del Parlamento por entes de la calle: los que solían tener la sartén por el mango, ya sean periodistas o políticos, pueden perder relevancia y poder con la llegada de los nuevos y ajenos a lo institucionalmente establecido. El periodista de ABC narraba una conversación entre dos cronistas veteranos “de los que se tiraron al suelo el 23-F”. Gistau asistió al estupor de su conversación:

”No conozco a nadie”, dijo uno. Le respondió el otro: “Eso no es lo malo. Lo malo es que nadie nos conoce a nosotros”.

La llegada de un tiempo nuevo ha cogido con el pie cambiado a todos aquellos que habían considerado que lo común y colectivo les pertenecía. En el que los escaños, que eran de todos los ciudadanos, habían sido usurpados hasta el punto de creerse que eran de su propiedad. Continúa Gistau narrando el estupor de los “viejos” ante la llegada de los “nuevos”, ahora hablando de políticos.

“A las 8.30, temprano, por tanto, los diputados del PNV se dispusieron a ocupar, por costumbre, los mismos escaños que fueron de su propiedad durante la legislatura pasada. Están en un buen lugar, centrados, en primera línea justo detrás de la bancada azul de los ministros, garantizan un buen tiro de cámara para salir en los informativos. Se los encontraron ocupados. Mientras hacían su «tour» por las emisoras de radio, los líderes de Podemos habían dejado ahí sentados, como quien deja un abrigo o un cartel, a diputados suyos a los que no hubo forma de levantar”

Los escaños, en el pleno de constitución de las Cortes, no tienen nombre y los ocupa el que se sienta primero. Lo que no cuenta Gistau es que esa primera línea que fue ocupada “como cuando en Benidorm dejas la toalla” por tres diputados de Podemos, también la ocuparon de la misma forma cuatro de Ciudadanos. Pero es que esos, esos sí son de su clase. Porque lo que molesta a esta España bien no es un tipo con rastas, o que alguien huela mal. Lo que no toleran es compartir sus espacios con ellos. Que existan, que sin clase baja no hay clase alta, pero lejos. Que no nos lleguen sus efluvios de conciencia social.

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