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Colonia, ‘Mein Kampf’ y la ‘Lügenpresse’
La ola de acoso y agresiones sexuales que se vivió en Colonia (Alemania), en Nochevieja, suscita varios debates. Una de las cuestiones más polémicas es la de la hipocresía en torno a la violencia machista. El sumo cuidado al tratar temas que puedan tocar el racismo o el antisemitismo está fomentando la desconfianza hacia la administración, los políticos y los medios de comunicación.
Desde este viernes, en las librerías alemanas vuelve a estar disponible, aunque sólo en una edición comentada, Mein Kampf, el libro fascista, racista y antisemita escrito por Adolf Hitler, aprovechando su paso por la cárcel en los 1920. Desde 1945 el Estado de Baviera, que tenía los derechos hasta ahora, se negó a publicar la obra por miedo a las reacciones que podría provocar. Una prohibición absurda, especialmente desde que Internet puso el texto al alcance de cualquiera que quisiera leerlo en Alemania.
Pero sobre todo se trataba de una medida contraproducente ya que daba al pensamiento escrito del Führer el aura de lo prohibido. El Estado estaba ocultando algo a la ciudadanía. Hasta hoy día, cuando ya no quedan muchas personas que vivieran la locura monstruosa del Tercer Reich siendo adolescentes o adultos, los alemanes tenemos una relación muy difícil y acomplejada con el episodio más oscuro de nuestro pasado.
Hay cierto miedo de que el monstruo del nazismo siga ahí, latente por lo menos en una parte de la sociedad. Esto explica en parte el sumo cuidado al tratar temas que puedan tocar el racismo o el antisemitismo. Por suerte, discursos como los de Marine Le Pen o Donald Trump siguen siendo inaceptables en la vida pública alemana. Pero ello no quiere decir que no exista un sentimiento xenófobo en parte de la sociedad, que está creciendo a raíz de la llegada de miles de refugiados.
En este sentido, los acontecimientos de la pasada Nochevieja, cuando centenares de hombres predominantemente de origen magrebí y árabe agredieron y asaltaron a mujeres en varias ciudades del país, arrojan litros de gasolina al fuego y benefician a la extrema derecha.
La ola de acoso y agresiones sexuales genera varios debates. El primero es el de la violencia machista contra las mujeres. En Alemania se ha producido una reacción hipócrita de mucha gente que, al parecer, sólo se interesa por esta lacra social cuando los agresores son extranjeros, obviando que los tocamientos e incluso las violaciones son frecuentes en las grandes fiestas y aglomeraciones callejeras del país. Las iniciativas en redes sociales de crear patrullas para “defender a nuestras mujeres” es tan racista como machista.
Entre las consecuencias más peligrosas de los acontecimientos de Nochevieja a medio plazo destaca el daño a la credibilidad de las autoridades y de los medios de comunicación. La dirección de la Policía de Colonia, donde ocurrieron la mayoría de las agresiones, obvió en un primer momento* que buena parte de los detenidos en relación a los hechos eran refugiados, algo que ya constaba en el informe de los agentes. Los jefes policiales pensaban que era “políticamente delicado” contar toda la verdad ya que podría alimentar resentimientos racistas. El presidente de la Policía de Colonia fue destituido.
«Subestimación» de los periodistas
Asimismo, los medios informaron tarde y a cuentagotas de los hechos, cuando en las redes sociales ya se mostraban historias e imágenes de la violencia machista. La televisión pública ZDF pidió disculpas admitiendo que había «subestimado» la magnitud de los acontecimientos. Bild, el diario sensacionalista de más tirada de Europa, también entonó un mea culpa bajo el titular “¿Por qué la prensa informó tan tarde?”.
Para muchos alemanes la explicación resulta muy fácil y confirma una sospecha que está creciendo desde hace tiempo: los políticos, la administración y los medios de comunicación intentan ocultar ciertas cosas incómodas, presos de la corrección política. En las manifestaciones del movimiento anti-inmigración Pegida se denuncia habitualmente a la Lügenpresse (‘la prensa mentirosa’), un concepto que prolifera en las redes sociales y se va abriendo hueco cada vez más en la derecha política. Hasta un exministro del Interior de la CSU, el socio bávaro de la canciller Angela Merkel, habló de un “cártel de silencio” después de la Nochevieja.
Este descrédito hacia los informadores recuerda a los años previos al ascenso de los nacionalsocialistas, cuando Hitler y su siniestra compañía arrementían contra las supuestas manipulaciones de la “prensa burguesa”. La verdad, para los nazis, estaba escrita en Mein Kampf.
En parte de la prensa alemana existe cierta contradicción entre alimentar el racismo a través de informaciones sensacionalistas y, a la vez, condenarlo desde piezas más editorializantes. Lo pone de relieve de forma satírica la genial novela Er ist wieder da (Ha vuelto), de Timur Vermes, periodista y autor alemán de padre húngaro, donde Hitler resucita en nuestro tiempo y pronto logra notoriedad a través de la televisión porque todos le confunden con un cómico.
El Führer ficticio se extraña cuando Bild critica sus discursos xenófobos y antisemitas en el programa. “Yo había percibido que este diario Bild en el fondo era una institución afín, algo acomplejado sí, y con una cobardía burguesa que rehúye un poco emplear un lenguaje claro, pero que en cuanto al contenido va en la misma dirección”, razona Hitler.
Es de agradecer que los medios alemanes muestren una especial sensibilidad con el tema ya que resulta fácil y tentador alimentar resentimientos contra los extranjeros, especialmente los que proceden de países musulmanes, con titulares sensacionalistas sobre casos individuales de abusos y crímenes cometidos por algunos refugiados e inmigrantes. Pero el intento de obviar datos sobre crímenes del calibre de la Nochevieja, por doloroso que resulte, sólo da alas a los demagogos y a todos aquellos que sienten que un establishment paternalista les está ocultando algo.
- Como se informó en un primer momento.