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La que se avecina

"Acabamos 2015 con empujones por no salir en la foto como culpable de nuevas elecciones y empezamos 2016 cogiendo posiciones en la pole position para la que será la carrera de verdad"

Las barras azules, rojas, moradas y naranjas iban ajustándose. Se birlaban diputado arriba y abajo y los analistas de la tele repetían excitados sobre la silla aquello del parlamento a la danesa, lo del hemiciclo fraccionado, lo de la era de los pactos y el entendimiento. Mientras, niño deja ya de joder con el pactómetro, eso no se hace, eso no se toca y el niño seguía girando hacia un lado y otro la hoja de instrucciones del artilugio danés sin acabar de pillarle el tranquillo y registrando combinaciones de mayorías sin sentido o combinaciones con sentido que se quedaban en minoría una y otra vez. La sensación de interinidad, de simulacro, sólo crecía. Vale, ya sabemos hacer unas elecciones con cuatro partidos, ahora acuéstense, descansen, que ahora tenemos que leernos la hoja dos de las instrucciones y esto va para largo, ya les avisaremos cuando sean las elecciones de verdad, las de en serio, las de votar sabiendo que después hay que pactar, esperábamos que nos mandaran a la cama los analistas con alguna pista de futuro más sólida que combinaciones imposibles.

Entramos en 2016 y lo hacemos sin gobierno, ni perspectiva de que lo haya, salvo que en el PSOE se pongan a cavar su fosa desde ya. No hay Gobierno pero hay gestos, muchos gestos. Y todos dicen lo mismo: estábamos preparados para unas elecciones a cuatro, pero no para lo que eso supone. Rajoy, que se estrellaba perdiendo cuatro millones de votos y 60 diputados saltaba en el balcón de Génova en un revival del dientes, dientes, que es lo que les jode. Y es que al fin y al cabo, (o al Rato y al Bárcenas, como prefieran) el PP había ganado las elecciones. Ciudadanos regeneraba al día siguiente mismo de las elecciones la política española, avisando en twitter de que el IBEX quería pacto, con ilusión, eso sí, entre PP y PSOE y borrando el comentario a continuación cuando vieron aparecer de nuevo al niño por la tele dándole hostias al pactómetro que seguía sin funcionar. A Podemos las cuentas le salían a devolver la ayuda recibida en Cataluña, País Vasco y Galicia y esto hacía inamovible el referéndum al que el PSOE se agarra para no tener que sentarse a hablar de las exigencias de la independencia más jodida, de la de verdad, de la del mercado en cuestiones de política social. El PSOE, en proceso de aprendizaje, entendió hace 5 años que una ley laboral que fomenta los despidos no creaba empleos y 5 años más tarde está aprendiendo que una cara nueva no hace nuevo un proyecto que cuando parece que ha tocado fondo vuelve a sorprendernos y supera su capacidad de caída.

Acabamos 2015 con empujones por no salir en la foto como culpable de nuevas elecciones y empezamos 2016 cogiendo posiciones en la pole position para la que será la carrera de verdad, esa que ya no nos dé sensación de interinidad, esa en la que haya que hablar de pactos antes de ir a votar y el pactómetro funcione correctamente, esa en la que hayamos asimilado la segunda parte danesa del asunto. PP y Ciudadanos ya lo han hecho.

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