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Historia de un incendio
Reseña de la última obra de Marta Sanz, 'Farándula', galardonada con el Premio Herralde de Novela
“En este mundo que no ha cambiando tanto como pretenden hacernos creer, ciertos modos literarios han adquirido la textura del cartón piedra y la curvatura complacida de estómago agradecido”. Así finalizaba Marta Sanz su ensayo No tan incendiario (Periférica, 2014), un puñetazo encima de la mesa de la autora que acaba de ganar el Premio Herralde de Novela con Farándula. No deja de ser irónico que Sanz gane ahora un premio que fue inaugurado por un personaje que está en las antípodas estilísticas e ideológicas, el ínclito Álvaro Pombo, militante de UPyD que no tiene problemas en elogiar públicamente a Francisco Franco y Agusto Pinochet, y que esta novela que ha obtenido el galardón lleve una portada de Jordi Labanda, ilustrador que ha trabajado para Louis Vuitton, Zara, Vodafone, Adidas, Pepsi , Dior, Danone, Nissan o American Express.
Pero si No tan incendiario fue un puñetazo, Farándula tampoco es una novela fácil, en ningún sentido. Si en la celebrada Daniela Astor y la caja negra (Anagrama, 2013) la protagonista soñaba con ser una artista y la trama contaba con un desarrollo trágico, en el nuevo trabajo de Sanz los protagonistas son una lúgubre e hipnótica galería de actores y actrices, con los que se refleja la orgullosa decadencia de la industria del teatro. Sanz abusa de sus personajes, retratándolos con una crudeza casi pornográfica. Abusa de las enumeraciones, marca de la casa, en distintos puntos del texto. Y abusa, finalmente, de Eva al desnudo, del imaginario de Hollywood y también de la tele-basura actual, para establecer todo tipo de comparaciones, cruces y paralelismos con el físico, la personalidad y las andanzas de sus personajes.
Valeria Falcón, Ana Urrutia, Daniel Valls, Natalia de Miguel, Lorenzo Lucas y otros personajes nos muestran las tripas de una profesión, el teatro, que como la literatura intenta encontrar su lugar en los tiempos de un capitalismo de consumidores hiper-conectados, consumidores que aúllan en redes sociales y comentarios anónimos en web que los músicos deben vivir del directo y el resto de la farándula pasar la gorra. Mientras, se lincha con impunidad en la red de redes a los artistas que osan posicionarse políticamente, sobre todo si defiende ideas de izquierda.
El personaje de Daniel Valls ejemplifica la peculiar situación de los artistas ricos de izquierdas cuyas supuestas contradicciones son ventiladas por parados o precarios de derechas. El homenaje a la huelga de actores y actrices de 1975 nos recuerda que, con o sin internet, con acción colectiva en cualquier ámbito, dentro o fuera de la cultura, las cosas podrían ser de otra manera. Y el drama de Ana Urrutia, la “espesa” y temible Urrutia, nos recuerda que morimos como nacemos. Solos. Marta Sanz ha escrito una novela difícil de leer, pero que va a ser aún más difícil de ignorar. Un ejercicio de empatía enterrado en una polifonía desgarradora, antipática, lúcida y brutal. La historia de un incendio.