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Si te gustó la temporada diez, con la once vas a alucinar
"El partido-personaje más dogmático tendrá que intentar dialogar; el más espontáneo deberá empezar a medir sus palabras", señala el autor.
Me enganché a esta serie hace casi 30 años, cuando terminaba la segunda temporada. Desde muy pequeñito he seguido los andares de sus personajes. Algunos han muerto, otros han desaparecido (están protagonizando spin offs que casi no tienen audiencia) y, por último, otros personajes están recién llegados. Todo relato histórico puede verse como una serie de televisión o una saga cinematográfica al estilo de StarWars.
También la democracia española se presta al paralelismo. No han transcurrido ni 48 horas desde las elecciones y los que esperaban un desenlace casi teatral del relato de los comicios (un esquema narrativo tipo ‘planteamiento-nudo-desenlace’) se habrán quedado chafados.
Nuestra serie inicia ahora la temporada número 11 (por aquello de que es la undécima legislatura) y este culebrón político que daba síntomas de agotamiento incorpora al fin nuevos rostros. Cada partido es un personaje y lo que nos aguarda es, por fuerza, un cambio más o menos acusado en el guión cada cual deberá defender.
El partido-personaje más dogmático tendrá que intentar dialogar; el más espontáneo deberá empezar a medir sus palabras. Todos se verán obligados a cambiar en algo (unos más, otros menos) su forma de ser. El personaje que más nos sorprenderá (el que más alterará su personalidad) será aquel más empeñado en asumir el papel protagonista en esta temporada/legislatura.
En todos los culebrones se hacen y deshacen parejas y algunos emparejamientos acaban produciéndose incluso aunque en principio parezcan impensables. Es tiempo de cábalas. Hay quien asegura que España con este Parlamento es ingobernable. No es verdad. Lo que requiere es un Gobierno respetuoso, cuidadoso y dialogante. España es gobernable, pero ha dejado de ser domesticable.
El giro argumental que más me sorprendería, y que no me parece necesariamente el peor, pasa por una opción que casi nadie menciona. ¿Por qué no nos damos un tiempo para sanear la casa común? La situación institucional del Estado ha llegado a un punto en el que los parcheos que uno u otro Gobierno puedan ir aplicando no van a arreglar esa fatiga de materiales acumulada en los últimos 40 años.
Quizá es tiempo de un Gobierno de concentración, formado por la mayoría de los partidos. Un Ejecutivo multicolor que, en un plazo razonable, se dedique a refundar las bases del Estado (incluida la ley electoral). Ese proceso (re)constituyente debería culminar en un referéndum y en nuevas elecciones, de tal manera que la saga se ponga al día y vuelva a enganchar al público. Si J.J. Abrams ha sido capaz de hacerlo con Star Wars, quizá nosotros también.