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20-D: ¿Quieres dejar de estar indeciso?

"Seguramente nos tengamos que acostumbrar a legislaturas cortas y a ser llamados a las urnas con más frecuencia. Voto por ello", escribe el autor

Tras ganar las elecciones generales, el candidato vencedor comparece solemne ante la prensa y sus militantes: “Afortunadamente los electores han pensado que soy el menos lamentable”. ¿Cabe imaginar algo así? No, claro. Aunque probablemente ése vaya ser el criterio de cientos de miles de votantes para decantarse por una u otra opción (máxime visto el debate de anoche). Pese a todo, lo normal es que analistas, tertulianos y políticos interpreten siempre en positivo los resultados (tanto de las encuestas como de los debates y de los comicios) con generalizaciones del tipo de “los votantes han visto que nuestro proyecto, nuestro candidato y nuestro equipo son los mejores para guiar al país”, o bien “la ciudadanía ha enviado un mensaje claro, los españoles quieren que los partidos se pongan de acuerdo”.

Quedan pocos días para las elecciones generales y nunca antes ha habido tantos indecisos (más del 40% de los votantes, según el CIS). Los analistas, los tertulianos y los políticos adoran interpretar comportamientos colectivos y, haciéndolo, suelen deslizar presuposiciones que no siempre concuerdan con la realidad. Piensan que hay tanta indecisión porque por primera vez hay más oferta política, más partidos con opción a gobernar: que es un efecto de la riqueza de la oferta. Como si, en una fiesta de cumpleaños, uno no supiera decidirse por ninguno de los deliciosos y variados sándwiches. De nuevo, ningún sesudo analista concibe que si hay tantos indecisos quizá sea porque ningún sándwich sea realmente apetecible.

Ni una sola candidatura se salva: PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos, Izquierda Unida-Unidad Popular, UPyD, etcétera… Corrupción, falta de renovación, soberbia, hipocresía, medias verdades, virajes ideológicos sospechosos, incapacidad para sumar proyectos, guerras intestinas por el poder en la organización… No hay una sola candidatura sobre la que no se proyecte al menos de una de estas sombras.

Por eso, muchos de los votos que reciban no necesariamente significarán que los votantes hayan sido seducidos y, tampoco, que la ciudadanía quiera pactos. Cada votante habrá votado movido por unas u otras razones y sus motivaciones son insondables. La ciudadanía, el pueblo (o el sujeto colectivo que ustedes quieran) no envía mensajes. Lo hace cada votante y ese mensaje sólo lo sabe él.

Cuando yo voto no lo hago pensando ‘voy a votar a Zutanito a ver si pacta’; sino más bien ‘voy a votar a Zutanito a ver si actúa de dique de contención’. Mucha otra gente votará con la intención de que su candidato gane. Otros votarán a Fulanito para castigar a Menganito… Muchos votarán al partido al que han votado siempre. El candidato da igual. Aunque éste fuera un espantapájaros tendrá asegurados un millones de votos. En resumen: hay miles de motivaciones distintas para votar, desde la inercia hasta la desidia pasando por el más genuino de los entusiasmos.

Otra clásica interpretación torticera del sentido de un voto es el chantaje emocional que el otro día hizo Pedro Sánchez cuando afirmó que votar a otra cosa que no sea PSOE es votar al PP. O la que hace Rajoy, cuando dice que votar a Ciudadanos es votar a Podemos y al PSOE. No, miren ustedes, los votantes tienen derecho a votar la opción que más les convenza (o la que les parezca menos mala) sin por ello tener que cargar con la culpabilidad de que, con su elección, están beneficiando indirectamente a tal o cual partido.

Si votar a una opción no tan mayoritaria, o votar en blanco, supone beneficiar al partido más votado, de eso no tiene la culpa el ciudadano que opta por desmarcarse del bipartidismo. Señor Sánchez, señor Rajoy: culpen ustedes a esa ley electoral que durante décadas sus partidos se han negado a reformar.

Quedan muy pocos días para el 20-D y cunde la indecisión. En mi caso, eso significa que los partidos políticos españoles, tanto los viejos como los emergentes, todavía necesitan mucha renovación y mucho rodaje. Tras el 20-D se abrirá un periodo de efervescencia e incertidumbre políticas. Seguramente nos tengamos que acostumbrar a legislaturas cortas y a ser llamados a las urnas con más frecuencia. Voto por ello. Será el comienzo de una regeneración profunda de los partidos e instituciones de este país. El primero de los muchísimos pasos que faltan por dar y que los españoles nos merecemos.

Pero a lo que vamos. Quedan pocos días para el 20-D y aún no sabes a quién votar. No te preocupes. Aquí tienes el mejor consejo para decidirte, es una técnica infalible. Verás: piensa en el candidato al que perdonarías más fácilmente o con el que te cabrearías menos cuando, como irremediablemente sucederá, éste te desilusione. Si ya tienes un nombre en mente, ya sabes a quién votar.

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