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Cara a cara
Si quieren saber el final de la película no sigan el debate porque verán dos siameses separados, indistinguibles, a no ser que Génova y Ferraz se llamen para ponerse de acuerdo en llevar corbatas distintas.
PEDRO P. BLANCAS // El debate entre los dos candidatos a la presidencia del gobierno en las elecciones generales del 20-D, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, ha sido bautizado como Cara a cara. La madre de todos los debates. Perdón, el padre. Es cierto que madre sólo hay una y parece que siempre debe ser la biológica. Incluso nuestra Constitución sólo fue parida por padres. Disculpen por la dispersión. Pero Cara a cara también es el título de una película entretenida y sin pretensiones, protagonizada por John Travolta y Nicolas Cage. Cuenta la lucha entre un policía y un peligroso delincuente encarcelado. El bueno visita al malo y con una pirueta guionística, éste último logra reducir al hombre de bien e intercambiar sus caras para escapar del presidio y dejar al agente entre rejas.
Una maniobra que deja a la audiencia confusa. No se termina de creer si esa tecnología que cose nervios y suelda arterias puede llegar a existir en la realidad. El espectador tarda en reaccionar e identificar a los personajes. Quién es quién. No hay rechazo del implante en ninguno de los protagonistas. El uno en la celda sin tener que estar pero con la cara y la voz del villano, el otro en casa de Bertín Osborne sin que el anfitrión sepa que está entrevistando al incorrecto. Los telespectadores flipando porque creen saber el engaño y están deseando que se resuelva la tensión sexual con la persona equivocada.
Y pasa lo que tiene que pasar, que se escapa el falso malo y es perseguido por otros buenos, mientras el suplantador huye de su propio rostro. Explosiones, fuegos de artificio, confusión, parecidos… Los dos candidatos al oscar necesitan la misma complexión física, pelo negro o teñido, misma altura, parecido peso… aunque también requieren pequeños matices de maquillaje para que el público americanizado tenga más mascada la bola y facilitar así su digestión: uno tiene barba y gafas y el otro no. Fácil de diferenciar pero nada que un buen afeitado y unas lentillas no solucione. Los mismos rasgos de un hombre joven que pertenece a un partido de más de un siglo y otro más viejo de un partido de menos de treinta años. Un espejo cruzado que refleja al otro.
Si quieren saber el final de la película no sigan el debate porque verán dos siameses separados, indistinguibles, a no ser que Génova y Ferraz se llamen para ponerse de acuerdo en llevar corbatas distintas.