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A ti, que nos quisiste tanto
El catedrático catedrático de Literatura Española y exvicerrector de Cultura de la Universitat de València, Josep Lluis Sirera, falleció este martes
Javier Sahuquillo // Este 8 de diciembre de 2015, nos dejaba, a la edad de 61 años, el intelectual Josep Lluis Sirera. Al catedrático de Literatura Española, exvicerrector de Cultura de la Universitat de València, dramaturgo, crítico, ensayista, activista, republicano y, sobre todo, hombre de teatro nos lo arrebató una repentina enfermedad.
El teatro valenciano llora su orfandad ante la falta del hombre que tuvo siempre una buena palabra, una mirada sensible y un hombro sobre el que cargar los despojos de nuestro teatro. De nacionalidad ultramarina, desembarcaba habitualmente en todos los puertos teatrales del cap i casal. Luchó por dar a conocer el teatro valenciano y participó en grupos como El rogle, Parnaseo o Creador.es.
Le conocí en el pequeño despacho que compartía en la Facultat de Filologia; impartía un curso de escritura teatral al que nunca asistí, por motivos laborales, y que resultaba ser la última asignatura que me faltaba para licenciarme en Historia. Casi me echó del despacho ante el caradurismo de presentarme a tres semanas de finalizar el curso. Unos ojos de cordero degollado lograron arrancarle la promesa de mi evaluación si entregaba las prácticas antes de terminar la semana. Gracias a Eduardo Almiñana, con quien compartía aula y ausencia, pude presentar, al profesor Sirera, los ejercicios requeridos. Me llamó a su despacho y me dijo: “Chico, eres idiota. Son los mejores diálogos que he leído desde que imparto esta asignatura. ¿Por qué no has venido a clase?”; Yo tenía 25 años. Desde entonces, le visité semanalmente y le entregué las prácticas pertinentes. Al terminar la asignatura me dijo: “¿Has pensado en escribir teatro?”. Y, aunque nunca fui a sus clases, logró que empezara para mí una aventura inimaginable.
Desde entonces, me crucé con él en teatros, pasillos de la universidad, en las calles de Valencia, en suelo ukräniano, en parnaseos y no-críticas. De voz inconfundible, de sonrisa amable, bajo su atusado bigotillo, y de mirada infantil trató, con ingenuidad adolescente, de cambiar la política valenciana. Entre sus grandes gestas se halla la defensa del teatro como elemento transformador; destaca cuando se negó a prohibir, poniendo su cargo a disposición del rector Antonio Morcillo, Zero responsables en la Universitat; censura ordenada directamente por Francisco Camps, President de la Generalitat.
El teatro nunca podrá estar lo suficientemente agradecido a la labor de un hombre incansable al que, estoy seguro, aún le quedaban años de brillantez intelectual.
Dicen que se lo llevó una enfermedad, pero algunos sabemos que, espada en mano, cayó en la batalla contra la inquina de las políticas culturales de este país. Así, se recomienda, a los futuros escultores, que la efigie de Sirera sea a caballo, con las dos patas levantadas, porque murió, de la única forma que sabía: guerreando.
Ayer se apagó un faro.
Ayer cruzó el Estigia.
Ayer no remaba Caronte sino Revilla y Aub.
Ayer…
Gracias, amigo.