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Teresa Rodríguez: “Podemos se va a repensar necesariamente tras el 20-D”
Entrevista con Teresa Rodríguez, secretaria general de Podemos en Andalucía una semana antes de que empiece la campaña electoral.
[Extracto de la entrevista publicada en el número de diciembre de la revista La Marea. Ya a la venta en quioscos y en nuestra tienda online]
SEVILLA // Qué bonita está la luna», dice mirando al cielo desde uno de los patios del Parlamento andaluz, la primera cámara autonómica donde Podemos desembarcó tras su nacimiento en las elecciones europeas. Es jueves, hay Pleno y es la tercera vez que interrumpe la entrevista para ir a votar. Teresa Rodríguez (Rota, 1981) está harta de que le pregunten cuándo fue la última vez que habló con Pablo Iglesias. «Ayer, hoy aún no he hablado. Y con Sergio Pascual hablé ayer y hoy también. A Pablo Iglesias le daré las buenas noches», responde con sorna. Las discrepancias entre Podemos Andalucía con la dirección de Madrid se han extendido en las últimas semanas por el sistema elegido para la confección de las listas para el 20-D. «Decir que hay ruptura cuando hay discusión es simplificar un asunto que no responde a la realidad», zanja. A Rodríguez no le gusta posar. Su móvil vibra insistentemente en su bolso, pero no lo coge. El último libro que ha leído es El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura. Suele ver muchos dibujos animados con los hijos de su pareja, el alcalde de Cádiz, José María González, Kichi. Conciliar es lo que más le cuesta. Y mientras espera «ansiosa» la nueva temporada de Juego de Tronos, se consuela con Breaking Bad. Es –asegura–, su momento de desconexión. Hace la compra, por convicción política, en el Covirán, una cooperativa andaluza. Y suele comer en un chino próximo al Parlamento. Esta vez no hay preguntas sobre Venezuela. «¿Que qué pienso de China? Que es el recambio a un modelo también imperialista de relación con el resto de los pueblos del mundo. Lo que los chinos están haciendo en África se parece mucho a lo que EEUU hizo en América Latina, o lo que en su momento Europa hizo y sigue haciendo en sus ámbitos de dominio. Y, además, con lo peor de un régimen autoritario y antidemocrático. Que no digo yo que EEUU sea una democracia perfecta, pero vivir en China en términos de pluralismo político tiene que ser duro. Lo digo con todo el cariño para los chinos, que son entrañables y trabajadores».
¿Y de qué habló el otro día con Pablo Iglesias?
Hablé de los titulares que salieron después de la rueda de prensa que hice por la mañana [en la que apoyó la gestión de Iglesias tras firmar un documento de desacuerdo con la lista de Córdoba].
¿Compartieron opinión?
Compartimos opinión. A veces sí, a veces no. Y el trato es bastante cordial.
Un trato cordial pero no…
No coincidimos siempre, discutimos bastante. Pero discutimos con la confianza de dos compañeros, con la dureza con la que uno discute con un compañero. Cuando los niveles de debate se trasladan siempre al ámbito de lo político y tratamos de desmenuzarlo tanto, las discusiones son siempre muy honestas y muy francas. Yo creo que son positivas.
¿Ha perjudicado a Podemos la ambigüedad que se le critica a Iglesias frente al mensaje de Ciudadanos?
Si le haces una entrevista a Pablo Iglesias se definirá perfectamente. Ciudadanos es una de las opciones de recomposición del régimen. Lo dijo el presidente del Banco Sabadell: necesitamos un Podemos de derechas.
¿Hay dos ADN diferentes en Podemos?
Creo que hay más de dos ADN diferentes. Hay una oposición que se repite, que es el equilibro precario entre una fuerza política con grandes capacidades electorales y comunicativas, y una fuerza política muy vinculada a la participación, al 15-M, a las mareas, a los movimientos sociales, a todo lo acumulado en la lucha durante siete años de crisis. La lucha entre esas dos almas se repite en todas las discusiones y algunos somos más proclives a tirar en una dirección, y otros en otra.
¿Se va a romper Podemos tras el 20-D?
No, Podemos se va a repensar necesariamente. No llega a dos años de historia y ya ha vivido varios procesos electorales.
¿Le gusta el modelo de fichajes?
Con las primarias he tenido una posición muy clara desde julio, con el voto en contra. Estoy convencida de que vinculando más las votaciones a los territorios podríamos conseguir la recuperación de una cierta oleada de participación que habíamos tenido con las municipales, donde la gente volvió a hacer suyo el proyecto. Pero también entiendo los miedos desde Madrid a descentralizar el proyecto, compañeros que piensan que aún es demasiado joven para soltarle amarras. Sobre los fichajes tengo una posición más flexible. En una fuerza política con año y medio de vida, incorporar a personas con una trayectoria de referencia en determinadas peleas, aporta muchísimo. Por ejemplo, el haber incorporado a una gitana feminista en Salamanca nos aporta de un tirón lo que nosotros hubiéramos conseguido en diez años.
¿Está Podemos respondiendo a las expectativas de la gente?
Jo, no sé. Intento tener un contacto cotidiano con la vida normal, porque lo que hay aquí no lo es. Al ser una cara pública de la iniciativa, los mensajes que a mí me llegan son normalmente positivos. Me cuesta mucho trabajo medir el nivel de satisfacción que estamos ofreciendo a quienes nos apoyaron.
¿Aplicarían la Ley de Cuentas abiertas en su propio partido?
Sí, por qué no.
¿Yo podría ir al banco y decir ‘muéstreme las cuentas de Podemos’?
La diferencia entre Podemos y las instituciones públicas es que los fondos de los que se alimenta Podemos son de sus inscritos o de las personas que hacen donaciones. Los niveles de exigencia de transparencia en las instituciones tienen más sentido que en las organizaciones políticas. De todas formas, la transparencia nos ha generado más problemas que beneficios pero lo hacemos por coherencia.
¿Es compatible el activismo con la política?
Es muy difícil porque cuando vas a las movilizaciones ya no te ven como antes, ya no eres uno más. Seguramente me relaciono con los movimientos sociales de una forma más intensa, pero ahora los colectivos no sólo quieren que los acompañes en su lucha sino también que puedas hacer algo al respecto.
¿Cómo se puede combatir al ISIS?
Sabemos que como se ha hecho hasta ahora no se combate el terrorismo. Las invasiones y los bombardeos han creado una fábrica de terroristas. Yo soy arabista y tengo amigos en Marruecos, en Túnez, en Siria… y me cuentan cómo mucha gente que era laica se ha vinculado al islamismo fundamentalista. Tiene que ver con el recuerdo de la humillación como pueblo, con que se bombardea Gaza cada dos por tres, con Abu Ghraib. Apagar el fuego con fuego no funciona, lo acrecienta. En Francia guarda relación con un problema histórico de integración de la población musulmana, con controles excesivos en sus barrios. Se buscan identidades fuera, identidades asesinas, que decía Maalouf.
¿Y al terrorismo machista?
Con la crisis han aumentado los feminicidios. El machismo es terrorismo de género y hay que combatirlo con la misma preocupación y necesidad de los grandes acuerdos para combatir el terrorismo. Resolver eso guarda relación con cuestiones más complejas que tienen que ver con condiciones materiales de la vida de las mujeres. Por ejemplo, los recortes en los servicios públicos afectan a las mujeres triplemente: son las principales trabajadoras, las principales usuarias y, cuando no hay servicio público, las que sustituyen ese trabajo invisible para el Estado.
Es difícil oír en actos de campaña un compromiso con las víctimas del franquismo. ¿Deberían insistir más los partidos en ello?
Sin duda. Hemos tenido una reunión con asociaciones y lo primero que vamos a hacer es pedir el traslado de la memoria democrática desde la Consejería de Cultura a la de Justicia. Las víctimas del franquismo no son restos arqueológicos. Con la memoria ocurre como con Palestina, posiciones caracterizadas por la derecha como de extrema izquierda son las de las Naciones Unidas. Los hijos de los asesinados por el franquismo son víctimas que están vivas. Son testigos y tienen que poder sentarse en un juzgado a hablar de lo que ocurrió.