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La guerra sucia contra Siria entra en una nueva fase: la creación de un falso Kurdistán

La estrategia pasa por crear un falso Kurdistán en 2016, a partir de territorios turco, sirio e iraquí.

El derribo por parte de Turquía de un caza ruso que el 24 de noviembre se encontraba atacando a terroristas turcomanos en la frontera turco-siria confirma la nueva fase en la que ha entrado la guerra sucia contra Siria, poniendo de manifiesto un cambio en las relaciones de fuerza entre los actores principales del conflicto, y en detrimento de la unidad de la coalición estadounidense. Esto es una consecuencia directa tanto de las derrotas diplomáticas que Irán, pero sobre todo Rusia, han infligido a Estados Unidos en los últimos años como de la eficaz intervención militar rusa en territorio sirio desde principios del mes de octubre de 2015, que también ha dejado en evidencia el compromiso de la OTAN a la hora de combatir al Estado Islámico (un gólem que los medios de comunicación occidentales presentan como estúpido o inteligente, según convenga). Entre estos dos eventos, y de forma aparentemente inconexa, el 13 de noviembre se producen en París una serie de brutales atentados terroristas cuyo efecto más inmediato, desde el punto de vista geopolítico, es un aumento de la presencia e intervención militares de Francia en Oriente Medio. ¿Es posible que exista una relación entre todo ello?

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Viñeta de 1958.

Para conectar los puntos debemos remontarnos a septiembre de 2013, fecha en la que Estados Unidos se replantea su rediseño del Oriente Medio: en un ambiente prebélico por la crisis derivada del uso de armas químicas contra civiles (que Occidente imputa de forma inmediata y sin pruebas al gobierno sirio), Obama anuncia que “tras una cuidadosa deliberación, he decidido que los Estados Unidos deberían actuar contra objetivos del régimen sirio. No será una intervención con final abierto. No pondremos tropas sobre el terreno. En lugar de eso nuestra intervención sería diseñada para ser limitada en el tiempo y en el alcance.

Tan solo dos días después, el 3 de septiembre (recuerden esta fecha), la estación de alerta temprana que Rusia posee cerca del Mar Negro detecta el lanzamiento de dos misiles de crucero, desde algún lugar del Mediterráneo occidental (se baraja la base de Rota) y con objetivo algún punto del Mediterráneo oriental. Aunque en un principio ningún país se atribuye el lanzamiento de esos dos misiles, finalmente es Israel quien admite que se trata de una prueba militar conjunta con Estados Unidos para probar el sistema de intercepción (versión oficial que naturalmente reprodujeron los medios de comunicación occidentales). Sin embargo, medios de comunicación libaneses se hacen eco de las declaraciones de un diplomático que asegura que en realidad Rusia llego a derribar esos misiles y que “la guerra de Estados Unidos en Siria comenzó y terminó en el momento en el que esos misiles de crucero fueron lanzados (…) Esta confrontación directa no anunciada entre Moscú y Washington incrementó la confusión de la administración Obama y la certeza de que el lado ruso estaba dispuesto a ir hasta el final con la causa siria, y que los Estados Unidos no tenían otra salida a este callejón que una iniciativa rusa que salvaría la cara de Estados Unidos” (y es en ese momento que Israel habría salido al rescate de su padrino).

Sea como fuere, lo cierto es que el 13 de septiembre (menos de dos semanas después de las agresivas declaraciones de Obama) los respectivos Ministros de Exteriores, Lavrov y Kerry, se sentaban en Ginebra para discutir los detalles del plan de desarme químico de Siria y poner así fin a la escalada del conflicto. Rusia no sólo salva la bola de partido, sino que hace comprender a Estados Unidos que el rediseño del Oriente Medio ya no puede pasar por derrocar a Al-Assad.

El 28 de septiembre, la analista y periodista Robin Wright (por entonces investigadora del United States Institute of Peace, think tank del Pentágono) publica a través del New York Times un artículo en el que se dejan entrever las intenciones de los “halcones liberales” estadounidenses que, lejos de desanimarse por el acercamiento Estados Unidos-Rusia, actualizan sus planes para el rediseño del Oriente Medio (que hasta ahora se habían ceñido a la doctrina Peters y al documento de Feltman). Es interesante destacar que algunos de los promotores del plan Wright se encuentran también entre las filas de la misma administración Obama, conspirando para llevar a cabo el ansiado “regime change” que llevan persiguiendo desde 2011 a través de las mal llamadas “primaveras árabes” (el ejemplo más claro sería Hillary Clinton, una de las primeras personas en expresar públicamente su alegría por la caída de Gaddafi y la devastación de Libia, y que ahora se hace la sorprendida ante las revelaciones que sitúan a instituciones y multinacionales de su país como las creadoras y cultivadoras del terrorismo yihadista. Una labor de desinformación y ensalzamiento de su persona en la que, por cierto, también están colaborando periodistas y medios de comunicación españoles de la izquierda imperialista).

Plan original para el Oriente Medio
“Fronteras de sangre”, el mapa del “Oriente Medio ampliado” elaborado por el teniente-coronel Ralph Peters y publicado en el Armed Forces Journal en junio de 2006. Peters es un coronel estadounidense retirado de la U.S. National War Academy.

La nueva estrategia de la que hablábamos, más modesta que la anterior, pasaría por confinar al gobierno sirio en un estrecho corredor frente al Mediterráneo para fusionar el 75 % del territorio del país con la mitad del territorio iraquí y crear por un lado un Sunistán (trabajo sucio que ya llevó a cabo el Estado Islámico en 2014 con la proclamación de su califato) y por otro un falso Kurdistán en 2016, a partir de territorios turco, sirio e iraquí.

Knipsel

Mapa del rediseño del Oriente Medio publicado en 2013 por Robin Wright en el New York Times. En él se observa el Sunistán que el Estado Islámico creara en 2014 y el Kurdistán que Francia está tratando de crear en la actualidad.

La creación de este Sunistán ampliado afín a Arabia Saudí frustró los planes coloniales de Francia, que muy probablemente esperaba pescar más peces en el río revuelto de la guerra sucia contra Siria. O al menos ésa es la impresión a la luz de los acuerdos de Lancaster House que en 2010 firmó con Reino Unido, en lo que perfectamente podría considerarse una reedición de los acuerdos de Sykes-Picot (pero ahora, para repartirse pingües territorios en el caso de que el gobierno sirio fuera tumbado por la coalición occidental). Los británicos, por su parte, tenían los ojos puestos en Siria desde el 2006 (mucho antes de las “primaveras”, por tanto). Pero el plan Wright también alertó a los turcos, que lógicamente vieron el proyecto del falso Kurdistán como una amenaza nacional directa ante la perspectiva de una pérdida de territorio en favor de los kurdos de Turquía (que han sido y están siendo reprimidos aún con más brutalidad por el Estado profundo de Erdogan. El último episodio triste de esta persecución lo protagoniza un abogado prokurdo asesinado a plena luz del día, mientras daba una rueda de prensa ante las cámaras. Recordemos también la masacre de Ankara en plena campaña electoral). Por todo esto, Francia y Turquía se habían convertido en los miembros díscolos en el seno de la OTAN, tratando de torpedear el apaciguamiento del conflicto (y la lucha contra el terrorismo a la que se había comprometido Washington, al menos sobre el papel) mediante alianzas antinaturales con las monarquías del Golfo Pérsico que patrocinan el terrorismo yihadista (en el caso de Francia) y estableciendo en la frontera con Siria un lucrativo centro mundial para los apoyos logístico y financiero a este tipo de terroristas (en el caso de Turquía). Al menos hasta que llegaron los cazas rusos a aguar la fiesta de la familia Erdogan.

No es hasta el otoño de 2015, con la declaración conjunta de Viena del 30 octubre, que Francia empieza a ser consciente del avance ruso-iraní (cuyo éxito tiene sin duda su origen en el acuerdo entre Estados Unidos e Irán de julio de 2014) y cambia su política hacia Siria para volver a encarrilarse según la hoja de ruta de la coalición occidental, acercándose a Rusia (a imitación de la postura estadounidense en lo diplomático), pero también jugando con Reino Unido e Israel a la doble política que plantean los “señores de la guerra” yanquis en lo geoestratégico. Dando por hecho, además, que Turquía (al borde de la guerra civil) y Arabia Saudí (que está cosechando sendas derrotas en Yemen) están próximas a caer.

¿Es este cambio de chaqueta de Francia lo que le ha  pasado factura en forma de atentados yihadistas por compromisos adquiridos y que ya no va a cumplir? ¿Explicaría la creación del falso Kurdistán el repentino interés de Francia por combatir al Estado Islámico (junto a los kurdos marxistas-leninistas del PKK/YPG/YPJ, otrora aliados de la República Árabe Siria) y situar así sus portaaviones al servicio de la creación de una zona de influencia occidental al norte de Siria? ¿Está tratando Rusia de debilitar el proyecto del falso Kurdistán apoyando a los kurdos comunistas para así recuperar su confianza? ¿Está tratando Turquía de evitar la partición de su territorio intentando confinar a los kurdos turcos en el futuro falso Kurdistán, aún a riesgo de una guerra civil?

Son preguntas para las que, por el momento, no podemos tener respuesta.

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