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Arranca COP 21 con el reto de no superar los 1,5ºC
La Cumbre sobre el Clima arranca con muchas dudas sobre si habrá un acuerdo que frene el calentamiento global
La XXI Conferencia sobre Cambio Climático de París (COP21) llega en un momento en el que cada vez son más las voces que alertan de que el calentamiento global es el gran problema de este siglo e incluso la principal amenaza para la pervivencia de la especie humana.
Sin embargo, la alerta lanzada por los científicos para que las temperaturas no suban más de dos grados antes de final de siglo parece no haber calado. De hecho, según los expertos de la ONU, el horizonte más posible apunta a que si se aprueba el borrador de 51 páginas con el que arranca COP21, la temperatura media de la Tierra aumentará 2,7º hacia el año 2100. Una situación que provocará graves consecuencias sociales y medioambientales, y que hace que muchos ya califiquen como «cumbre fallida» al encuentro de París.
El punto de partida de la Cumbre del Clima es un documento sobre el que los diferentes grupos de expertos han estado trabajando en los últimos meses. Uno de los aspectos más interesantes se encuentra en el punto 1.a. del artículo 2. En él aparece la opción más defendida por ecologistas, donde piden acciones para que la temperatura a final de siglo no suba más de 1,5º respecto a la que había en la época preindustrial.
«Puede parecer muy técnico pero no lo es en absoluto: para millones de personas esta cifra ya es sinónimo de supervivencia. De hecho, es la opción que defienden las islas del Pacífico, las primeras que desaparecerían del mapamundi en caso de superar este umbral», explica Florent Marcellesi, portavoz de Equo en la Eurocámara y participante de los encuentros previos a la Cumbre. Y recuerda que más de 400 millones de personas viven en una ciudad levantada junto al mar.
Uno de los temas que va a despertar más discusiones durante la Cumbre es la necesidad de iniciar un proceso de mitigación de la dependencia de los combustibles fósiles. Pese a la importancia de esta decisión, en el borrador no aparece la palabra «fósil» ni el concepto «energía renovable». En las negociaciones se ha querido evitar uno de los principales problemas que enfrenta no sólo a países industrializados con aquellos en vía de desarrollo, sino también a ambos con las grandes empresas. El documento es tan ambiguo que hasta en 1.490 ocasiones aparecen los paréntesis para matizar alguna cuestión que pueda crear polémica, como apunta el periodista Leo Hickman.
Si se tienen en cuenta las contribuciones hechas hasta el momento, según un informe de la Comisión del Clima de las Naciones Unidas (CMNUCC), el número total de emisiones de gases contaminantes se reduciría entre un 37% y un 52% en el año 2030. Y eso si se toma como fecha de comparación la década de 1990, cuando las emisiones eran mucho menores. Si se pusiera el foco en los primeros años del siglo, la mitigación sería mucho menor. Para los grupos ecologistas estas cifras no son suficientes y apuntan a que la reducción de gases contaminantes debería ser de cerca del 60% si se pretende llegar a una sociedad postcarbono en el año 2050. Además, exigen que los acuerdos que se tomen en COP21 sean vinculantes, ya que sería la única forma de controlar que los grandes países contaminantes como EEUU, China, Japón y Canadá cumpliesen con lo pactado.
La financiación también es un tema muy controvertido en el documento de consenso del que se parte. Las 130 naciones que agrupan al 80% de la población mundial buscan una promesa clara y por escrito sobre la contribución económica de los países desarrollados. Su postura es que éstos tienen una responsabilidad mayor en la generación del cambio climático y, por lo tanto, deben hacer un esfuerzo económico para paliarlo. Por ese motivo se ha creado el llamado Fondo Verde para el Clima, que deberá recaudar 100.000 millones anuales a partir de 2020, un dinero procedente de fuentes públicas y privadas.
Sin efectos prácticos hasta 2020
En COP21 participan un total de 195 países y se espera que aparezcan en la capital francesa la mayoría de jefes de Estado. Al cierre de esta edición la Cumbre se mantenía, aunque la amenaza terrorista podría hacer que se celebrase un encuentro con un perfil más bajo del previsto. Los acuerdos que se tomen en él entrarán en vigor en 2020. Hasta entonces no hay compromisos de reducción de emisiones. Tampoco parece que vaya a haber consenso sobre si se debe establecer un precio único para el carbono que permita transferir emisiones de gases contaminantes entre países.
Mientras tanto, los dos bloques (países desarrollados y en vías de desarrollo) deberán prepararse para ese 1 de enero de 2020. Será entonces cuando empezará a verse si los buenos propósitos que salgan de París son reales o terminan como los que surgieron de Kyoto y que acabaron en un gran fracaso. Hasta que llegue ese momento los grupos ecologistas seguirán en la calle alertando del problema del cambio climático y exigiendo, entre otras medidas, la transición ecológica para mitigar las emisiones de carbono. Algunos aún sueñan con que el objetivo de no superar los 2 grados antes de final de siglo sea suficiente. Otros dan la batalla política por perdida mientras no se discuta un cambio de modelo económico. Todo está por decidir en París, aunque ya todo parece decidido. La próxima cita: Senegal 2016. La COP22.
[Este artículo es parte del reportaje sobre la Cumbre del Clima de París (COP21) que se puede leer en el número de diciembre de la revista La Marea. Ya a la venta en quioscos y en nuestra tienda online]