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Sykes-Picot, el origen de la intervención occidental en el polvorín de Siria

Oriente Medio es una zona tejida con fronteras de escuadra y cartabón por acuerdos coloniales que no tuvieron en cuenta la lengua, cultura y y el conglomerado de las tribus y los clanes de la zona.

MADRID// En el año 1925 un artículo escrito en La Correspondencia de Valencia titulado “La nación de Francia en Siria” explicaba la influencia de la potencia europea en la región de Oriente Medio.

“En 1860 los fanáticos drusos azuzados por las autoridades turcas organizaron otra vez una matanza entre los cristianos maronitas. Y Francia, “la protectora tradicional de los cristianos de oriente”, tomó este caso como pretexto para intervenir en Siria”.

No siempre han hecho faltas excusas o pretextos para intervenir en Oriente Medio. La historia reciente de la zona es el relato de la influencia occidental en la región. Una zona tejida con fronteras de escuadra y cartabón por acuerdos coloniales que no tuvieron en cuenta la lengua, la cultura y el conglomerado de tribus y clanes que habitaban la zona desde tiempos inmemoriales. La denominación de medio oriente es ya un símbolo de la visión etnocentrista europea. No es comprensible la situación actual en Siria, Palestina, Irak y la cuna de la civilización humana sin entender la intervención de las potencias occidentales en la región tras el fin de la Primera Guerra Mundial.

Antes del inicio de la Gran Guerra, la zona que ahora ocupan los países de Siria, Irak, Líbano, Israel y Palestina formaba parte del otrora imponente Imperio Otomano. El inicio de la deflagración mundial trastocó para siempre la conformación de Medio Oriente. La alianza de Constantinopla con Alemania alimentó en las potencias a las que se enfrentaban, Gran Bretaña, Francia, Rusia e Italia, las ansias coloniales que permitirían la derrota otomana en la confrontación.

Los británicos sabían que para vencer al imperio del Sultán Mehmed V en la Siria Otomana (Un eyalato formado por los actuales Siria, Líbano, Israel, Cisjordania, Gaza, Jordania, y zonas de Turquía e Irak) era necesario contar con el apoyo de los pueblos árabes de la región. Para lograr el triunfo contra el Imperio Otomano se instó desde Gran Bretaña a provocar una rebelión árabe a cambio de prometerles la creación de la Gran Arabia. Un país que incluiría Irak, Jordania, Siria, Líbano, Palestina y la Península Arábiga.

Las conversaciones que fijaron los puntos del acuerdo se establecieron en una serie de 10 cartas intercambiadas entre los años 1915 y 1916 por el alto comisario británico en El Cairo, Henry McMahon, y por el Jerife de La Meca, Husayn Ibn Ali. El 24 de octubre de 1915 una carta firmada por el comisionado británico establecía los límites de lo acordado: ”La independencia de los árabes en los territorios incluidos dentro de los límites y fronteras propuestos por el Jerife de La Meca”.

Las promesas de McMahon llevaron al Jerife Husayn a iniciar la Rebelión Árabe, una especie de primavera contra la tiranía del Sultán Otomano Mehmed V. El conflicto duró dos años hasta la toma de Damasco en septiembre de 1918. El enlace de los rebeldes árabes con el imperio británico era el mítico Thomas Edward Lawrence (De Arabia) que tendría que coordinar los avances militares y gestionar la promesa de la creación del estado árabe.

Sin embargo, la promesa realizada por los británicos al Jerife de La Meca era una engañifa. En mayo de 1916, Gran Bretaña y Francia habrían firmado un acuerdo secreto para repartirse los territorios de Oriente Medio en el caso de que se produjera la victoria en la Primera Guerra Mundial contra la alianza. El acuerdo colonial adoptó el nombre de Sykes-Picot por el nombre de los negociadores de la firma, Mark Sykes y François Georges-Picot.

El pacto entre las dos potencias coloniales que traicionaba las promesas de Henry McMahon e Husayn Ibn Ali permaneció en secreto hasta que, tras el triunfo de la Revolución Rusa, se hizo público por parte de Lenin. Este acuerdo, unido a la Declaración Balfour en 1917, por la que Gran Bretaña reconocía el derecho de los judíos a la proclamación de un “hogar nacional” mientras fomentaba la rebelión árabe para su emancipación en la misma zona, establecieron el germen de un conflicto que perdura en la actualidad.

La intromisión de Gran Bretaña y Francia en la región alcanzó una de las cotas más elevadas después de la toma de Damasco en 1918 por las milicias del emir Faysal Ibn Husayn. Según cuenta Massimo Campanini en su Historia de Oriente Medio, tras la llegada de las milicias se proyectó la creación de un gobierno árabe en Siria. Se conformó un Congreso para establecerlo pero las tensiones tribales internas lo hicieron lento y farragoso, según el autor. La creación de este gobierno árabe no iba a ser aceptada por Francia, que en 1919 en Deauville había llegado a un acuerdo con Gran Bretaña que dejaba a los franceses libre el camino para la dominación de Siria.

El Congreso Nacional Árabe se resistió a la intromisión occidental y en 1920 Faysal fue proclamado en el trono de la Gran Siria. Fue un mandato efímero: sólo tres meses después de la proclamación Francia desembarcó en Líbano y bombardeó Damasco poniendo fin al sueño del estado árabe. Una serie de acuerdos establecidos en San Remo y Sévres acordaron la partición de Oriente Medio según los términos fronterizos acordados en Sykes-Picot y culminaron en 1922 con los Mandatos de la Sociedad de Naciones. El Mandato Francés de Siria, que permitía a Francia administrar Siria y Líbano, y el Mandato Británico de Palestina, que incluía a Jordania, Israel y Palestina.

Más de 100 años después del acuerdo secreto de Sykes-Picot y los problemas que la repartición territorial de los países occidentales en Medio Oriente causaron siguen vigentes. El relato de la intervención occidental en Siria y el resto de países de la región no es más que la historia de un engaño, por el que los estafados siguen pagando, aún hoy, un precio demasiado alto.

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