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El oscuro reverso del Black Friday
La campaña de Navidad arranca oficialmente con una tradición importada de EE UU que muchos pequeños comerciantes y algunos consumidores ven con recelo.
La presencia de un grupo de manifestantes a las puertas de una gran superficie de Seattle (EE UU) incomoda a los clientes. «¿Qué sois? ¿Anarquistas?», les increpan. Ellos sonríen y contestan: ‘No: sólo estamos aquí para animaros a comprar más. ¡Daos prisa, que se acaba!» Los participantes de la concentración forman parte de Buy More Stuff (Compra más cosas), un movimiento a mitad de camino entre el sarcasmo y la crítica que se muestra especialmente activo durante días como el Black Friday. Para la mayoría, poner en entredicho ese consumismo desmedido, aunque sea con una peculiar performance callejera, supone atacar a la base del crecimiento económico y al propio modelo de sociedad estadounidense. Algo sólo propio de locos o peligrosos antisistema.
En España no hay manifestantes, ni se les espera. La moda del Black Friday parece haber sido acogida con los brazos abiertos, y su implantación crece año a año en las principales ciudades. Mientras que en EE UU se celebra el día después de Acción de Gracias, en nuestro país se vende como el pistoletazo de salida a la campaña de Navidad. Una excusa perfecta para trata de fomentar el consumo ofreciendo importantes descuentos que, en algunos casos, superan el 50%.
No todo el mundo lo ve con buenos ojos. Durante estos últimos días, muchos consumidores han alertado de que algunos de los supuesto ganchos esconden trampas, y que los precios de determinados productos han sufrido sospechosas oscilaciones con motivo de esta jornada. Especialmente viral ha sido el caso de Media Markt: la cadena de electrodomésticos ha sido objetivo de duras críticas tras la publicación, por parte de varios clientes indignados, de fotografías de productos de la cadena cuyos precios se incrementaron hace unos días para después volver a bajar de cara al Black Friday.
«Twitter ha dado voz a muchos consumidores avispados que se han dado cuenta de lo tramposo del asunto», denuncia Rodrigo Tovar, abogado, economista y responsable del blog elbuencomerciante.com. «¿Cómo es posible que nos encontremos con tantos casos en los que los comercios suben el precio de manera descarada para luego aplicar un descuento aparentemente increíble?», se pregunta.
Desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), alertan de que estas prácticas son habituales durante estos días. «Lamentablemente hay ciertos establecimientos que no respetan a los consumidores y tienen conductas sancionables», apunta Ileana Izverniceanu, portavoz de la OCU. «Esta práctica de subir los precios unos días antes es una de ellas. Es arriesgada, porque la imagen de las empresas que lo hacen sufre y pierde, incluso, la confianza de consumidores fieles». Tovar, por el contrario, arroja dudas de que ese supuesto desprestigio vaya a afectar a los beneficios de esas grandes superficies. «No tengo muy claro que eso vaya a ocurrir, pero desde luego hasta el momento no ha sido así», recuerda.
Más allá de las supuestas triquiñuelas de alguna de las cadenas más poderosas, hay quien se pregunta si realmente iniciativas como el Black Friday benefician en algún sentido al consumidor. «Sí, es una buena oportunidad para realizar un acto de consumo a un precio más ventajoso», opinan desde la OCU. «Eso sí: si no planificamos las compras y las vinculamos a un presupuesto cerrado, corremos el riesgo de comprra por impulso y endeudarnos en exceso».
David contra Goliat
De cara a los ventajas que supone una iniciativa como ésta para los pequeños y medianos comercios, los expertos se muestran escépticos. «Si todos jugaran con las mismas reglas sería perfecto, pero desgraciadamente no es así», explica Tovar. «Los pequeños comerciantes no disponen de los medios para transmitir con facilidad cambios repentinos en sus precios, ni tienen capacidad de ofrecer unos productos gancho tan suculentos como otros comercios de mayor envergadura. ¿La consecuencia? El boca a boca de una gran oferta puede más que el buen hacer constante, a pesar de que, en muchas ocasiones, los productos anunciados están agotados cuando el cliente acude a la tienda. Un pequeño establecimiento no puede arriesgarse a ‘engañar’ a un cliente, porque es ese cliente el que está en el barrio y el que habla con otros potenciales compradores».
Paco Fernández, dueño de una pequeña tienda de ropa y discos en el barrio madrileño de Malasaña, Cuervo Store, tampoco lo ve claro. «El Black Friday es algo que no entendemos», reconoce. «De hecho, no sabemos cuál es el sentido de las rebajas en general: lo ideal sería poder vender todo el año a un precio justo, pero evidentemente las fluctuaciones del mercado en el que nos encontramos funcionan de otra manera. En opinión de Fernández, este tipo de modas suponen «una gran presión para el pequeño comercio, porque es una estrategia creada por grandes empresas y el público nos lo demanda a todos, de modo que ni te puedes quedar fuera ni puedes jugar en igualdad de condiciones».
«El Black Friday es una moda que ha sido prostituida en nuestro país», concluye, tajante, Tovar. «Las nuevas leyes amparan una definición demasiado laxa de ‘rebajas’ y ‘descuentos’, y existe un movimiento descarado por parte de los comercios de aprovechamiento de ciertas sensaciones y modas que calan en los consumidores y que son alentadas por los medios de comunicación. ¿Existe en España una causa que justifique o, por lo menos, haga comprensible, esta rebaja? No, por lo menos más allá de las noticias que una y otra vez resuenan en los medios».