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Ellos contra nosotros

"Nosotros los demócratas, ellos los terroristas", repetía por televisión el vicesecretario del partido del Gobierno

Portada de Le Monde a primera hora del sábado, tras los atentados de París

No habían pasado 24 horas y a 1500 kilómetros de París, en la tranquilidad del parque por el que paseo a mi perro, las posiciones respecto a lo ocurrido y lo que estaba por venir estaban ya más que ensambladas y divididas en dos frentes claros. A un lado de la trinchera, ellos no soportan nuestro estilo de vida, nos odian y vienen a por nosotros, tenemos que defendernos, es la guerra. Al otro lado, esa guerra lleva ya tiempo, no debería sorprendernos que ellos nos ataquen si nosotros bombardeamos sus países. El lanzamiento de misiles entre las dos posiciones dejaba enterrado entre escombros el neutral ambiente suizo que suele tener un parque con perros. Ningún espontáneo apareció de entre los arbustos junto a su San Bernardo con cantimplora en el cuello y bandera blanca de tregua en la mano para avisar a ambos frentes de la coincidencia: la definición del ellos y el nosotros era la misma en ambos lados. Ellos, los musulmanes, nosotros, los occidentales.

Un vicesecretario del partido en el gobierno comparecía en televisión a principios de semana para fijar vehementemente su postura oficial ante la barbarie: ellos o nosotros, sentenciaba solemne. Ellos los terroristas, nosotros los demócratas, completaba a continuación la información del lema central, ya con un tono más explicativo que de arenga, en una especie de lectura de la letra pequeña. Nosotros los demócratas, ellos los terroristas, repetía de nuevo por si no hubiese quedado claro la primera vez, por si hubiera por ahí suelta algún alma perdida y equidistante que, tras el impacto de la sangre derramada en París, tuviera la tentación de no embarcarse en un nosotros junto a quienes hace poco jaleaban en pleno Congreso de los diputados el bombardeo de civiles por petróleo. Por si alguien tuviera la tentación de recordar aquel enorme París diario durante varios años, cuyo inicio fue celebrado como el gol de Iniesta por quienes nos gobiernan, se hacía muy necesaria la lectura de la letra pequeña y el empeño del vicesecretario en explicar con precisión el nosotros.

El ellos y el nosotros que planteáis está mal, hubiera dicho el chico del San Bernardo si hubiera aparecido de entre los arbustos del parque. Ellos son los que matan, sean musulmanes o sean nuestros dirigentes; nosotros somos los que ni matamos ni queremos que maten, seamos de aquí o de allí, musulmanes, ateos o hinchas del Logroñés. Somos nosotros, los que no matamos, quienes deberíamos exigirles a ellos, los que desestabilizan regiones por mercado y venden armas a quien luego nos mata, los que derraman sangre por petróleo o religión, que dejen de hacerlo; y todos lo hubieran mirado raro. No es momento para esto, chico, le hubieran respondido y mandado a callar. Un respeto a las víctimas, chico, le hubieran afeado la conducta y no les faltaría razón.

En casos como la tragedia de París hay un protocolo claro y bien definido. Y el protocolo prohíbe tajantemente ir más allá del llanto, real o de plañidera, y el gesto solidario, real o impostado. Con barbaries como las del pasado viernes en París sucede como con aquellas galas solidarias de televisión en Navidad: es momento de solidaridad con los niños del mundo que pasan hambre, no de plantearse por qué la pasan. Es momento de que el presentador de la gala cuelgue sobre el árbol navideño, colocado en el centro del plató, una gigantesca bola con el logo de la multinacional donante, no de preguntar cuánto paga la multinacional a los niños que cosen para ella. Para eso ya habrá tiempo en otro momento. Y ese momento de hablar de quienes son ellos y quienes nosotros, no llega, nunca llega. Después de la gala solidaria contra el hambre, más hambre. Y el parque de los perros volverá a recuperar su esencia Suiza, neutral, sin que hayamos solucionado el asunto del ellos y el nosotros erróneo.

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