Opinión

En la mente del troll

"A los ignorantes voluntarios les da pereza informarse, carecen de generosidad intelectual y su capacidad de empatía está ciertamente mermada", opina el autor

Entre todas las reacciones a los atentados de París han proliferado estos días en las redes sociales miles de amenazas, insultos, incitaciones al odio, racismo, clasismo, xenofobia, islamofobia e incluso llamadas al genocidio de todos “los moros”. En su mayoría estos mensajes provienen de trolls, unos variopintos personajes de Internet cuyas motivaciones para la acción vamos a analizar. No merece la pena reproducir ninguno de esos mensajes, pero todos tienen algo en común: destilan ignorancia, irracionalidad y flagrantes contradicciones.

Veamos primero el caso de la ignorancia. Existen personas ignorantes porque han carecido de la oportunidad y los estímulos adecuados para formarse, pero también existe gente voluntariamente ignorante que se siente cómoda en su esquematismo intelectual. Es el caso de un determinado tipo de troll que denominaremos ignorante voluntario.

Hoy en día intentar comprender la complejidad y la enorme variedad de matices de un mundo sin referencias (un mundo posmoderno) requiere en primer lugar algo de esfuerzo. Interesarse por la opinión o las enseñanzas de alguien que no piense como nosotros requiere cierta generosidad. Además, para llegar a situarse en la improbable posición de dejarse convencer por el argumento de un rival es necesaria la empatía.

A los ignorantes voluntarios les da pereza informarse, carecen de generosidad intelectual y su capacidad de empatía está ciertamente mermada. A las opiniones de quien no piensa como ellos (aunque estas opiniones sean emitidas con respeto) ellos responderán con agresiones verbales, descalificaciones y amenazas. Ante los datos o la cita de argumentos de autoridad, seguirán la misma estrategia: intentar desacreditar a quien habla, en vez de descreditar sus argumentos. Es lo que en lógica se conoce como falacia ad hominem. Ésta es su estructura:

  1. A afirma B;
  2. Hay algo reprobable o impopular o criticable acerca de A (sea cierto o no);
  3. Por tanto, B es falso.

Veamos sólo una de las muestras de argumento ad hominen que utilizan los ignorantes voluntarios. Por ejemplo, en el caso de qué respuesta es la más adecuada para enfrentarse al terrorismo. Estos días hemos podido leer y escuchar la opinión de destacados expertos afirmando que, pese a lo que diga el presidente de la República Francesa, François Hollande, y lo que jaleen sus palmeros y los rambitos llenos de ardor guerrero, no estamos ante una guerra contra el terrorismo. Lo explicaba el sábado el general Julio Rodríguez, candidato de Podemos al Congreso de los Diputados y ex Jefe del Estado Mayor de la Defensa: “Si usamos la expresión ‘lucha contra el terrorismo’ en lugar de ‘guerra’, es porque las guerras son conflictos entre ejércitos en los que cabe ganar o perder. Ni podemos ser derrotados por el terrorismo ni podemos vencer al terrorismo por vías exclusivamente militares”.

Parece de todo punto incuestionable la experiencia y autoridad en este campo de Julio Rodríguez. Sin embargo algunos medios de información llevan unos días publicando el supuesto relato de un supuesto infante de marina (anónimo, claro) que cuenta cómo en 2010 el general Julio Rodríguez, una vez liberado el pesquero vasco Alakrana, supuestamente habría dejado huir a los piratas somalíes que lo habían secuestrado. El argumento ad hominem se aplica así, en este caso:

  1. El general Julio Rodríguez dice que los medios exclusivamente militares no son la solución al terrorismo y que no estamos en guerra;
  2. Pero el general Julio Rodríguez dejó escapar a los piratas del ‘Alakrana’ en 2010;
  3. Por tanto, estamos en una guerra contra el terrorismo y los medios militares son la solución

Ésta es, básicamente, la finura y el nivel intelectual de los ignorantes voluntarios. Para cada argumento que desafíe sus convicciones encontrarán algo que a sus ojos es un defecto o error en su interlocutor (su origen, parentesco, ideología, creencias, etnia, sexo, formación o falta de ésta, profesión, etc…) y lo utilizarán para intentar desviar la atención y no tener que responder al argumento con otro argumento.

Veamos ahora el caso de la irracionalidad. La experiencia de las últimas décadas nos muestra que bombardear un país no erradica el terrorismo. No importa, los ignorantes voluntarios piden irracionalmente bombardeos. Aunque ello vaya a generar muertes de civiles. Aunque los bombardeos sean utilizados por los terroristas como argumento para sus ataques, aunque los terroristas estén deseando que bombardeemos…

No deja de ser paradójico que los mandatarios occidentales digan propagandísticamente que los terroristas lo van a pagar con sus vidas, y que los ignorantes voluntarios acojan con regocijo esa propaganda… cuando a esos terroristas, como se ha visto, sus propias vidas les dan igual. Los responsables de los atentados ya están muertos y los que no lo están, están deseando morir como supuestos mártires. El bombardeo les da igual. La experiencia también nos muestra que los terroristas pueden lograr una doble victoria en Occidente si consiguen que recortemos nuestras libertades y que busquemos soluciones tipo Guantánamo. Los terroristas logran así que traicionemos nuestros propios valores y nos parezcamos más a ellos: justo lo que queremos combatir. Da igual. Los ignorantes voluntarios piden bombardeos y recorte de libertades.

Por último, veamos el caso de las flagrantes contradicciones. Hay muchas. La principal es que buena parte de los ignorantes voluntarios condenan la muerte de civiles en Europa pero tratan de ‘contextualizar’ o ‘explicar’ o ‘relativizar’ (o como mínimo ningunear) la gravedad de la muerte de civiles en otros continentes. Para los ignorantes voluntarios, como para los terroristas, no todas las vidas humanas valen lo mismo.

Estas tres características de los trolls no agotan el catálogo de ejemplos de ceguera. Saben que Occidente se lucra vendiendo armamento a terroristas, saben que hay países aliados de Occidente que financian a los terroristas, saben que la mayoría de los musulmanes condena el terrorismo. Da igual: ignorancia, irracionalidad y contradicciones. Éstos son los sentimientos a los que se aferran los trolls con el único objetivo de dar salida a su lógico miedo, su frustración, su resentimiento, su odio y su profundo complejo de inferioridad.

Ningún troll leerá hasta aquí esta columna (ya hemos dicho que la pereza les puede). En cualquier caso se puede anticipar que su reacción será la demostración palmaria de todo lo que aquí se afirma.

[*Y no: la solución al terrorismo no pasa por enviar a los terroristas besos, abrazos y libros].

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