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José Luis R. Jiménez: “El colonialismo español en el Sahara fue benigno”

José Luis Rodríguez Jiménez, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, explora en su nuevo libro las causas y consecuencias de la precipitada salida española del Sahara.

Recibimiento a las autoridades españolas en el aeropuerto de El Aaiu?n.

En 1975, la Marcha Verde organizada por Hassan II pone fin a casi un siglo de presencia española en el Sahara. Eran los últimos días del franquismo, con un dictador ya agonizante y una situación de grave crisis política en España. La precipitada salida de los españoles dejaba a los saharauis abandonados a su suerte y al territorio pendiente de su descolonización, algo que marcó el inicio de un grave problema que, a día de hoy, sigue sin resolverse.

En el libro Agonía, traición, huida, el historiador José Luis Rodríguez Jiménez trata de contestar a algunas de las preguntas que quedaron pendientes de respuesta tras lo ocurrido aquellos días. ¿Cómo se llegó a tan caótica situación? ¿Por qué España renunció a un territorio donde se encuentran las minas de fosfatos más importantes del mundo? Y sobre todo, ¿por qué los gobiernos, tanto del franquismo como de la democracia, se lavaron las manos?

Han pasado 40 años desde la Marcha Verde. ¿Qué ha cambiado desde entonces para los saharauis?

Ha cambiado todo. Tras combatir contra Mauritania y contra Marruecos, el territorio fue compartimentado. Como siempre se hace en estos casos, se les dejó una franja simbólica para que quedase bien diplomáticamente y para que pareciera que Marruecos no lo había ocupado absolutamente todo. Hoy los saharauis viven repartidos entre la zona ocupada por Marruecos, el exilio -español y argelino, fundamentalmente- y la franja que ocupa la República Árabe Saharaui Democrática.

Para un saharaui, ¿era mejor nacer bajo dominio español?

Mucho mejor. España hizo una inversión importante que benefició mucho a la población: en redes de comunicación, en Sanidad, en Educación… Buena parte era para los militares, claro está, pero también para los saharauis. Así que ciertamente se puede decir que fue un colonialismo benigno.

«Colonialismo benigno» parece, de por sí, un oxímoron… 

Está claro que al colonizar un territorio estás explotando unos recursos, pero en este caso hubo una modernización y un proceso de urbanización para explotar esas riquezas conjuntamente. Se subvencionó a los jefes de las tribus para tenerlos contentos y que se sintieran importantes, y también a los grupos nómadas, a los que el Ejército español abastecía de bienes básicos como el azúcar, el té verde o la harina. El proceso de descolonización fue diferente al de otros países como Francia: España no tuvo guerra con Marruecos, ni en Guinea ni en el propio Sahara, más allá del enfrentamiento guerrillero con el Frente Polisario, del 73 al 75, que contó con un número de bajas muy escaso por ambas partes. Así que hay que decirlo: las condiciones de vida de la gente mejoraron con la administración española.

1975: Marruecos emprende la Marcha Verde sobre el Sahara. ¿Cómo se percibe a este lado del Estrecho? Teníamos la mente puesta en otras cosas…

Sí. Pero la realidad es que no se percibió de ninguna manera, porque no se informaba de nada. Todo lo que concernía al Sahara fue materia reservada hasta el 74. Sólo se podía informar a través de la oficina de información diplomática del Ministerio de Exteriores, que daba una información sesgada. Era exclusivamente un problema que concernía al Gobierno, al Ejército y a algunos grupos de intereses económicos, además de a los que vivían allí. Y fue un problema sobre todo para los que quisieron quedarse, militares pero también civiles, y a los que se obligó a marcharse.

Con la llegada de la democracia, la cosa cambia bien poco. ¿Cómo evalúa el papel de los distintos gobiernos en cuanto a la cuestión del Sahara?

España ha faltado a sus compromisos en materia internacional. El país quedó muy mal a nivel diplomático, y esa es una herida que aún sigue abierta. El gobierno de Madrid dijo: punto y final. Una vez se produce la ocupación del territorio por parte de Marruecos, el Gobierno español recordó que no había cedido la soberanía, lo cual es un reconocimiento implícito de que España tiene una responsabilidad con el pueblo saharaui, que es el verdadero depositario de esa soberanía. Los gobiernos siguientes han jugado siempre a la defensiva con Marruecos por temas como la pesca, Ceuta y Melilla, etc. La socialdemocracia llega con promesas, pero Felipe González no hace nada. Aznar mantiene la misma política de no tocar el tema, más allá de los momentos de tensión con Marruecos por la inmigración o la isla de Perejil. Zapatero, desde la oposición, prometió estar al lado del pueblo saharaui, pero una vez en el poder se olvidó absolutamente de todo. Hoy España es miembro del Consejo de Seguridad, razón de más para que tuviera algo que decir en la resolución del problema y ejerciera un papel activo.

¿Cuáles serían las actuaciones más urgentes a acometer por parte del próximo Gobierno?

Las posibilidades de España en ese sentido son escasas, dado que no es una gran potencia, pero eso no significa que no las tenga. Se debe poner el tema encima de la mesa para que otros interlocutores lo desarrollen, principalmente EE UU, que no quiere por cuestiones de geoestrategia: Marruecos es su aliado, mientras que Argelia y Libia, que son los aliados del Frente Polisario, fueron tradicionales amigos de  la URSS y posteriormente de Rusia. Marruecos tiene un papel importante en la contención del islamismo radical. Pero un estado saharaui también podría ser un estado amigo y un freno a ese islamismo radical.

Respecto al papel de Marruecos, ¿Cómo ve su evolución en las últimas décadas?

Marruecos lo que hizo primero fue combatir para apoderarse del territorio. Cuando Mauritania se retiró, ocupó todo el territorio y construyó muros gracias al apoyo de EE UU y a la tecnología israelí. Por parte de Marruecos siempre ha habido la misma voluntad: quedarse con un terreno que asegura que siempre fue suyo, algo que no es cierto pero que ha calado en la sociedad marroquí. Marruecos ejerce sobre España una presión que funciona: al fin y al cabo somos vecinos y nos interesa. Pero eso no quita para que España asuma su responsabilidad con el Sahara, porque incluso podría interesarnos por razones políticas y económicas, empezando por reconocer a la República Árabe Saharaui Occidental, lo que no se hace por gesto de amistad con Marruecos.

¿El futuro es esperanzador para la causa saharaui?

Es complicado. Hablamos de un territorio limítrofe con una zona que se está desestabilizando rápidamente, vista la evolución de los partidos islamistas en todo el norte de África. Eso puede afectar al Sahara. Existen dos posibles escenarios: el primero, un Marruecos con un gobierno moderado que pueda tener la necesidad de buscar alianzas fuera con estados no islamistas, lo que le obligaría a buscar una vía de negociación. El otro pasa por la posibilidad de que el estado marroquí fuese desestabilizado por los islamistas, y que una crisis de política interna fuera aprovechada por los independentistas saharauis para montar un follón que el estado de Marruecos no se atreviera a reprimir con la intensidad del pasado. Pero en cualquier caso estamos haciendo prospectivas.

Actualizado el 23-10-2015 a las 19.45

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Comentarios
  1. Han convertido a España en un pais acomplejado, sin inercia, sin iniciativa, musculo. Actuar conyeva blindar Ceuta-Melilla, tener la armada – aviación más potente del mediterráneo y entonces posicionarnos a favor de los saharauis, de hecho nos interesa frenar el Islamismo, que se está infiltrando en ambas CCAA.
    Si Mohamed VI viera peligrar el trono, recurrirá al manido discurso de recuperar Ceuta y Melilla, con lo cual estamos dilatando un problema.

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