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Portugal también se cansa de la austeridad
El probable acuerdo de gobierno entre los conservadores y los socialistas lusos debería dar paso a un cambio de rumbo hacia políticas socialmente más justas, si Bruselas se lo permite.
Muchos dirigentes políticos en Bruselas, Berlín y Madrid respiraron el domingo pasado al conocer los resultados de las elecciones generales en Portugal. A pesar de los duros recortes del gasto público, despidos masivos y reformas impopulares, los conservadores del primer ministro Pedro Passos Coelho volvieron a ganar. A diferencia de Grecia, donde el pasado enero la gente echó a los conservadores del Gobierno, las llamadas “políticas de consolidación” recetadas por la troika a Portugal no han catapultado al poder a un partido alternativo de protesta como en el caso de Syriza en Atenas. ‘Por fin alguien en Europa sabe valorar la austeridad’, podrán pensar en la Comisión y la cancillería de Berlín.
Pero cuidado, porque el de los votantes portugueses ha sido un mensaje doble: si bien más de un 38% confía en los conservadores para continuar con una gestión que, pese a todo, ha devuelto el país a la senda del crecimiento, la mayoría ha votado por otras opciones, más a la izquierda. Los socialistas (PS), el Bloque de Izquierda y los comunistas (CDU) tienen más de la mitad de los escaños en el nuevo Parlamento de Lisboa. Sus votantes exigen un fin de la austeridad llevada al extremo, una apuesta por el estado de bienestar y, en general, un reparto más justo y socialmente aceptable de las cargas para reflotar al país después del rescate internacional.
A pesar de que exista una mayoría parlamentaria de izquierda, lo más probable es que los socialistas acaben apoyando un gobierno en minoría del actual primer ministro Passos Coelho. Pero ya han anunciado el precio de este respaldo: pasar página a la austeridad, más servicios sociales y públicos, más inversión en investigación y desarrollo, y todo ello respetando los compromisos internacionales de Portugal, es decir las obligaciones de seguir reduciendo el déficit y la abultada deuda pública. Passos Coelho ya señalaba durante la campaña electoral que quiere aflojar un poco la cuerda y recuperar los recortes de los salarios de los empleados estatales, por ejemplo.
Será interesante ver cómo Portugal puede compaginar una política socialmente más justa con la consolidación de las cuentas públicas. Hasta el propio Fondo Monetario Internacional, que formaba parte de la troika, admitió que había subestimado las graves consecuencias sociales de sus políticas. El primer ministro griego Alexis Tsipras también intentó acabar con la política de austeridad a ultranza (bien es verdad que con un plan mucho más radical que incluía una quita de la deuda), pero fue aplastado por los socios europeos también por un tema ideológico, ya que no querían que el ejemplo de Syriza hiciera escuela.
En Portugal, la izquierda radical solo logró avances moderados, sumando el 18% entre Bloco de Esquerda y CDU. Por eso, si no hay sorpresas, les tocará a conservadores y socialistas, dos formaciones que se consideran ‘de estado’, articular este nuevo rumbo. En Bruselas harían bien en darles un margen en vez de insistir machaconamente en el cumplimiento riguroso de los objetivos de déficit por encima de cualquier otra consideración.