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De Lehman a Patricio

Cuando Lehman caía y las agencias se encogían de hombros, Patricio aún estaba en la universidad. Estos días le hemos escuchado a propósito de la cancelación del contrato del Ayuntamiento de Madrid con Fitch y Standard and Poor's

El Ayuntamiento de Madrid iza la bandera del arcorisis por la fiesta del Orgullo Gay. PEDRO POZUELO

Corría el año uno después del hundimiento. El Congreso de EEUU investigaba la caída de Lehman Brothers. En mitad de las pesquisas fueron llamados como testigos presenciales del derrumbe los responsables de las tres agencias de rating norteamericanas ¿Cómo pudieron darle calificaciones de sobresaliente a compañías a punto de quebrar?, preguntaba algún desconcertado y despistado congresista. Los representantes de S&P, Fitch y Moody’s iban desfilando ante el Congreso norteamericano respondiendo a la misma pregunta con un mismo gesto: encogimiento de hombros. Las agencias de calificación no tienen responsabilidad, porque su labor sólo consiste en emitir opiniones, concluyó la investigación. Era tal la incertidumbre tras la gran hostia que los líderes mundiales hablaban, ni más ni menos, que de refundar el capitalismo.

Cuando Lehman caía y las agencias se encogían de hombros, Patricio aún estaba en la universidad. Ahora tiene 30 años. En este tiempo el joven analista de crédito ha seguido la trayectoria vital previsible en un alguien que se dedica a interrogar al ayuntamiento de Madrid desde una agencia de rating: del colegio privado a la universidad privada, para especializarse luego en escuelas privadas de economía financiera hasta llegar a Fitch. A pesar de los más de 50.000 euros anuales que su empresa le cobra al ayuntamiento para auditarlo y calificarlo, Patricio no se desplaza desde la sede de Barcelona y la reunión anual con el ayuntamiento se celebra a distancia. Ha habido cambio de gobierno en la capital y al lado público de la línea, Patricio se encuentra con Esther. Patricio coincide con Esther y muchos de los miembros de Ahora Madrid en juventud, pero no precisamente en biografía: la conversación promete.

Gallardón y Ana Botella ya no están y el tono de S&P y Fitch se vuelve tosco con los nuevos gestores cuando estos explican que la próxima reforma fiscal se está decidiendo aún y que las agencias la conocerán al mismo tiempo que los vecinos. No parecen estar para nada familiarizados con este tipo de respuesta y no disimulan su malestar. ¿Qué pasará con la auditoría de la deuda? Se decidirá en un proceso de participación ciudadana, responden del lado público y el lado privado enseña los dientes que nunca antes enseñó con el híper endeudado ayuntamiento madrileño: ante cualquier impago o restructuración el bono se convierte en basura. No se convirtió en basura, pero la participación ciudadana en las cuentas públicas hizo cambiar la perspectiva de estable a negativa.

Patricio va repasando desde Barcelona, una a una, las preguntas del cuestionario para calificar al lado madrileño. La parte de la solvencia económica pasa a un segundo plano y la agencia de calificación de deuda hace horas extras como lobby e informador de las grandes empresas que actualmente se reparten las contratas del ayuntamiento. ¿Qué pasará con los contratos de limpieza? ¿Se municipalizarán? ¿Y con la gestión de tal espacio? ¿La mantendrá tal empresa? ¿Y la de este otro? ¿Y los grandes proyectos urbanísticos? ¿Y cómo afectará a tal entidad la paralización de los desahucios? Una serie de preguntas ajenas a la solvencia económica o el pago de la deuda, comienzan a ser lanzadas, una tras otra, desde el lado privado de la conversación. El lado público empieza a sospechar que el contrato de 50.000 euros anuales es para auditar, sí, pero el tipo de políticas que se harán de cara a mantener informados a otros clientes, incluidos los vecinos de gobernación en la Comunidad de Madrid: ¿y la escuela taurina?

Patricio, el joven auditor parido al mundo laboral cuando Lehman caía, acababa la reunión a distancia poniéndole por fin palabras al encogimiento de hombros de los representantes de las agencias ante el despistado congresista norteamericano: si hacéis auditorías de ciertas entidades y encontráis posibles agujeros, podría tener repercusiones para el ayuntamiento, ¿eh?

Y colorín colorado el capitalismo fue refundado. El trato alcanzado para la refundación consistió en olvidarlo todo y que todo siguiera igual. Y así ha sido. La economía real, la que madruga, llena la nevera y construye colegios, tendría que pagar las facturas de la gran fiesta que se había pegado la economía mágica aprendida en escuelas privadas. Por su parte, las agencias de rating seguirían emitiendo “opiniones” para los mercados que pagan por oírlas, en este caso, opiniones centradas en si los madrugones de la economía real eran o no suficientes. Y nunca lo eran. La ley de olvido y punto final en la que se basó la refundación del capitalismo fue aplicada con tal efectividad que hoy día, lemas como Independent Thinking o Rigorous Analytics bailan sin pudor como bienvenida en las páginas web de las agencias de rating que ayer se encogieron de hombros y hoy le pagan el sueldo a Patricio.

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