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Una loción contra los piojos políticos

El autor reflexiona acerca del uso de las técnicas de la cortina de humo y del globo sonda

Yo tenía una compi de clase a la que casi se le veían los piojos haciendo ejercicios gimnásticos, saltando con gran elegancia de su cabeza a las nuestras. Con la vuelta al cole vuelven los piojos. ¿Os acordáis de cuando, de pequeños, nos envolvían la cabeza en una toalla con vinagre, o cuando nos rociaban con Filvit, mamá, Filvit champú?

La cosa en nuestro cole llegó a tal extremo que todos los demás problemas y cuestiones pasaron a un plano secundario. Lo importante ya no era hacer los deberes, ni preparar los exámenes. Lo importante eran los piojos. Todo lo demás quedó olvidado. Algo así está pasando en política.

Son de sobra conocidas las técnicas de la cortina de humo y del globo sonda. No son exactamente lo mismo, porque el globo sonda se supone que sirve para sondear a la opinión pública (aunque generalmente se lanzan sólo para desviar la atención sobre algún tema que se quiera ocultar). Pero las cortinas de humo se originan de muchas maneras, no sólo mediante globos sonda, y a veces involuntariamente. Ésas son las más efectivas.

¿En vuestras familias no pasa que hay temas que sabéis seguro que, si se sacan, van a acabar en discusión y sofoco, y que van a arruinar la reunión familiar? Estos temas son los que yo llamo temas-parásito y, en el caso de la vida pública, son temas que parasitan políticamente a la sociedad. Una niebla espesa que nos desorienta y nos distrae a diario de lo verdaderamente urgente e importante. ¿Y qué es lo verdaderamente importante? Ya veremos…

El caso es que nuestra atención se ve captada incesantemente por asuntos recurrentes que una y otra vez son puestos sobre la mesa por las élites políticas y mediáticas. Ojo, a veces las cortinas de humo son problemas reales. Por ejemplo: la gran cortina de humo que eclipsa muchos otros problemas urgentes en el mundo es el conflicto árabe-israelí.

Muchas cumbres, congresos y reuniones sobre los temas más variados (implementación de un sistema de códigos postales en Líbano, amenazas ambientales en la desembocadura del Nilo, un campeonato de ajedrez en Túnez, etcétera) se ven a menudo desvirtuados y pierden su función porque alguna de las delegaciones pone encima de la mesa la cuestión del conflicto árabe-israelí… Aunque no venga a cuento, aunque no sea el motivo de la reunión. Da igual. Zas: otra vez el tema recurrente.

Nadie dice que no sean problemas urgentes y que merezcan atención, pero no merecen atención en cualquier foro o circunstancia porque, al final, esos problemas no sólo no se resuelven, sino que bloquean el avance y la solución de muchos otros empeños humanos. Son auténticos lastres que hay que saber tratar en los foros pertinentes.

Existen casos en los que no hay consenso sobre si las cortinas de humo son problemas reales o no. Ahí está el bombardeo de Mogadiscio por parte de la Administración Clinton cuando estalló el escándalo de Mónica Lewinsky. Otras veces empiezan siendo pseudoproblemas, o problemas muy minoritarios que, por mero interés de las élites, acaban convirtiéndose en grandes conflictos. Un caso notorio fue el empeño del ya ex ministro Alberto Ruiz Gallardón por reformar una ley del aborto que nadie quería tocar. Sirvió para desviar la atención durante uno de los periódos de más crueles recortes en derechos laborales de los últimos tiempos.

Otro caso: la demanda de independencia, que el propio Artur Mas consideraba en 2002 una aspiración “anticuada”, hoy es un problema real y una enorme cortina de humo. A ello han contribuido cuatro grandes actores políticos: PP, PSOE, CiU y ERC. A todos les ha interesado en un momento u otro avivar este conflicto (antes inexistente) para tapar sus vergüenzas y desviar la atención respecto a los problemas que, creo, son verdaderamente importantes. Estos días casi nadie ha hablado de asuntos que afectan mucho más directamente a la sociedad catalana que el hecho de tener un DNI u otro. Casi nadie ha hablado de los recortes en Sanidad y Educación ejecutados por el Gobierno de Mas.

Además, gracias al aprovechamiento del independentismo como cortina de humo, los escándalos de corrupción apenas han hecho mella en la candidatura de Junts pel Sí. De hecho el problema nacionalista catalán ha eclipsado una cuestión mucho más urgente a la que la opinión pública, de pronto, ha dejado de prestar atención: el drama de los refugiados a los que se les echa el frío encima y que siguen llamando por millares a las puertas de Europa.

El nacionalismo, tanto el españolista como el catalanista, siempre funciona como una cortina de humo, un parásito político que chupa la energía, la atención, la vigilancia y la voluntad de la ciudadanía respecto a los problemas que de verdad le afectan.

Y no sólo el nacionalismo. Lo mismo ocurre con cualquier tipo confrontación identitaria y fanática, tanto las que promueve el negocio del fútbol y como las de la telebasura. Ambos negocios se basan en el mismo concepto: vaciar el debate ciudadano de temas que de verdad afectan a la sociedad y sustituirlos parasitariamente por cuestiones en el fondo triviales que, en realidad, sirven para mantener a las élites en su posición de poder y privilegio.

Los problemas realmente urgentes se pueden resumir en los 17 objetivos de desarrollo sostenible que ha acordado la ONU. Entre otros, acabar con la pobreza, con el hambre, garantizar la salud y el bienestar de la gente, lograr una educación de calidad, alcanzar la igualdad de género, conseguir una energía sostenible, actuar contra el cambio climático y garantizar la vida submarina y de los ecosistemas terrestres. Estos retos no tienen solución desde posiciones identitarias, fanáticas, ni levantando fronteras físicas o mentales.

Muchas discusiones (incluso algunas en las que yo mismo entro y que, no lo niego, pueden ser apasionantes y absorbentes) son en realidad una soberana pérdida de tiempo (tanto que se habla de soberanía estos días). Y, además, es una pérdida de tiempo interesada: una gigantesca cortina de humo gracias a la que, al final, el capitalismo salvaje consigue mantener su posición de hegemonía. La humanidad en su conjunto afronta problemas muy urgentes y cada uno tiene su espacion de discusión. Olvidémonos pues de los piojos, por mucho que piquen y les dé por saltar de una cabeza a otra.

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