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La Syriza de Tsipras se impone mientras sus críticos quedan fuera del Parlamento
Con esta victoria, Alexis Tsipra logra revalidar el triunfo que logró en enero con la losa de gestionar un rescate con unas condiciones durísimas
ATENAS // Si hay alguien que pueda considerarse triunfador de las elecciones griegas es su actual primer ministro, Alexis Tsipras. No lo tenía fácil. Llegó en enero al palacio de Maximou, residencia del jefe de Gobierno, como esperanza antiausteridad en un país devastado por la crisis. Ocho meses más tarde convocaba elecciones tras firmar un tercer rescate y pese a que el 62% de la población había votado «no» a los hachazos de la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). Parecía que no le perdonarían su aparente desvío. Sin embargo, lo que los griegos han premiado no han sido los resultados sino el intento. Ahí sí que se ha ganado el favor popular. Poca gente en Grecia no reconoce que el líder de Syriza se ha dejado la piel en condiciones muy desiguales, en campo contrario y con el árbitro comprado. Por eso, con un 35% de los apoyos, apenas un punto por debajo de lo obtenido en enero, gobernará en las mismas condiciones que lo ha hecho hasta ahora, con un pacto con Anel, la derecha nacionalista. La otra cara de la moneda es Unidad Popular. La escisión de Syriza que abogaba por poner fin al memorándum y salir del euro se quedó al 0,13% del 3%, barrera mínima para entrar en la cámara helena.
«Pelear» es la pabra que más repitió Tsipras durante su breve aparición en la plaza Klaftmonos, donde decenas de seguidores se habían concentrado para celebrar la victoria. No tuvo nada que ver con la explosión de júbilo tras el referéndum de julio. Esto era otra cosa. El primer ministro, sin embargo, aprovechó para lanzar sus líneas maestras para los próximos cuatro años: la primera, cambios en el modelo económico, aunque sin dar más detalle. La segunda: lucha contra la corrupción. No se puede olvidar que la imagen de honradez de Syriza en general y Tsipras en particular han supuesto una baza importante frente a Nueva Democracia o Pasok, enfangados en en antiguo sistema griego. La tercera: profundizar en sus alianzas europeas. «Nada volverá a ser lo mismo. Vamos a luchar para cambiar Europa», proclamó.
Ahí juega un papel clave el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, que ha sido uno de los grandes apoyos de Tsipras. Estuvo con él el viernes, cuando el líder de Syriza cerró la campaña en Syntagma. Y confía en que el impulso griego también le ayude. La presencia en Atenas de Gregor Gysi, de Die Linke, o Pierre Laurent, del Partido Comunista Francés, certifica este pacto que busca modificar la correlación de fuerzas en Bruselas. No se puede olvidar que la imposibilidad de cambiar nada en soledad fue uno de los aprendizajes de Tsipras durante sus eurogrupos de verano. Consciente de su debilidad ha decidido «replegarse, acumular fuerzas y esperar a un contexto más propicio», como señala Yorgos, un apoderado de Syriza en el barrio popular de Peristanis. Para el «asalto» necesita que sus colegas cumplan su parte.
Mientras tanto, Tsipras deberá gestionar las duras condiciones impuestas por el rescate que él mismo solicitó. En total 86.000 millones de euros a cambio de más privatizaciones, ajustes en la banca, la sanidad o el mercado laboral. En principio las medidas más duras tendrá que aplicarlas antes de octubre. Será entonces cuando los funcionarios de las denomindas «instituciones», los temibles «hombres de negro» realicen las evaluaciones. Estas tienen gran relevancia porque condicionarán la posición del FMI. Y, aunque parezca mentira, la institución que dirige Christine Lagarde es la única que se ha mostrado partidaria de tocar la deuda. En principio este es un asunto que deberá abordarse en otoño. Pero los acreedores siempre dan largas. Tsipras tendrá que demostrar que puede sentarles a la mesa y explicarles que una quita o una reestructuración son indispensables para que Grecia no se hunda.
Una de las ideas más extendidas por las voces críticas es la victoria de los partidos «promemorándum», donde ahora se incluye a Syriza. Según esta visión únicamente Amanecer Dorado (ultraderecha), KKE (Partido Comunista Griego) y Unidad Popular representarían a los sectores que quieren romper con Bruselas. Los primeros, en pleno auge, han dado un nuevo susto al sistema político griego. En medio de la apatía, existe el peligro de que la formación neonazi aparezca como el único voto de castigo «antiestablishment». Por ahora son tercera fuerza y han subido un escaño, hasta los 18. La gran advertencia llega cuando se mira el porcentaje de voto entre los parados: Amanecer Dorado es la opción favorita de este segmento.
El KKE, por su parte, se mantiene en los porcentajes habituales. La formación está abonada al 5%. Nunca crece demasiado pero tampoco baja. «Creo que la sociedad está cada vez más preparada para dejar el euro y luchar por nuestros derechos», remarcaba Perakis Alexandros, uno de sus candidatos que repartía propaganda electoral en el Neos Kosmos.
Quien no sobrevive a estos comicios es Unidad Popular. La formación liderada por Lafazanis se ha quedado muy cerca pero no ha logrado representación. Esto supone un duro golpe para la izquierda que no comulga con la estrategia de Syriza y para personalidades concretas como Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas que pidió el voto abiertamente. Habrá que ver cuáles son los movimientos de una formación, la plataforma de izquierdas, que ha pasado de estar representada con el 35% en Syriza a quedar fuera del Parlamento. Además hay que recordar que la Organización de Comunistas Griegos (KOE, por sus siglas en griego) también se marchó de Syriza y no se presentó a los comicios. Es decir, que con la marcha de cerca de un 45% de los cuadros la formación que lidera Tsipras ha retenido casi todos los votos. Todo un apunte para la reflexión.
Los cuatro años que comienzan ahora serán decisivos. Cierto es que la importancia de la cita con las urnas era más de cara a no perder que pensando en poder ganar algo. Ahora, Tsipras tiene en su mano demostrar que se puede hacer una política diferente o asumir que se trataba solo de fuegos artificiales. Dispone de cuatro años para poner en marcha sus planes.