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Humor 3.0

Viral, fugaz y democrático. El nuevo humor en la Red y los llamados memes han despertado la creatividad de miles de internautas.

Artículo incluido en el nº 30 de La Marea

Cabronazi: dos millones de seguidores en Facebook. Humor Absurdo: 325.000. Love Will Tear Us All Aznar Again: 30.000. Son sólo tres de las decenas de páginas dedicadas al humor que pueblan la red social más popular del mundo, y que han elevado los chistes a la categoría de arte a base, fundamentalmente, de los llamados memes.

Aunque hace unos pocos años nadie había oído hablar de memes, la realidad es que el concepto viene de lejos. En 1976, el zoólogo Richard Dawkins acuñó el término en su libro El gen egoísta al referirse a la unidad mínima de información que se puede transmitir de generación en generación, creando un tejido cultural en los individuos que trasciende su herencia genética. Años después, preguntado por el término que hoy está en boca de todos, el propio Dawkins se refirió a los memes de Internet como «un secuestro de la idea original».

La realidad es que los memes que corren como la pólvora en la Red tienen poco que ver con la definición que acuñó el viejo zoólogo, a pesar de que el concepto original permanece casi inalterable: meras ideas transmitidas a partir de cualquier construcción multimedia (fundamentalmente vídeos o imágenes) que se difunden masivamente. Eso sí, la propia naturaleza de la Red ha provocado que esos memes tengan poco de herencia cultural perdurable, cristalizando en contenidos efímeros y a menudo banales. Y ahí es donde entra en juego el humor.

«Creo que se ha creado una especie de nuevo lenguaje basado en Internet», opina Carlos, desarrollador web barcelonés de 32 años y creador de la página Humor Absurdo. «Podrías intentar definir lo que sientes escribiendo un poema de mil palabras, pero nada lo haría mejor que un meme de Yao Ming», bromea. Nos hemos cansado de tanto escribir y queremos expresar más con menos. No hay más que ver cualquier conversación de WhatsApp con sus cientos de emojis.

Puede que las cosas hayan evolucionado, pero la base sigue siendo la misma. «Hace miles de años, las paredes de las cuevas, y luego las de las ciudades, eran el lugar predilecto de los humoristas para tomar el pelo a la sociedad a la que pertenecían», explica Antonio Fraguas, Forges. «Ahora hay otros muros, mucho más accesibles, gracias a los cuales hemos ganado en libertad y poder de difusión», añade el humorista gráfico.

«En mi caso, la Red ha marcado totalmente el desarrollo de mi humor», cuenta Raquel Córcoles, más conocida como Moderna de Pueblo, alter ego bajo el que ha publicado un sinfín de tiras y libros como Soy de pueblo, Los capullos no regalan flores o El Cooltureta. «Empecé a publicar en las redes sociales antes incluso de sacar el primer libro, y ese feed-back directo que obtienes te guía e incluso en ocasiones condiciona tu estilo: las viñetas sencillas y directas funcionan mejor que una página elaborada, por ejemplo, en una revista de papel», sostiene.

Para Forges, a pesar de que las nuevas tecnologías han sacudido la forma de hacer humor, nos seguimos riendo de cosas parecidas. «La técnica y la difusión han cambiado sensiblemente, pero es muy curioso subir a la Red un dibujo publicado hace 50 años y que la gente crea que está hecho hoy mismo», apunta.

La risa como arma política

Hoy, como hace medio siglo, la sátira también resulta clave a la hora de abordar los problemas políticos y sociales. Y en la Red hay auténticos maestros en la materia. «Las redes sociales dan la oportunidad de dedicarse al humor a gente con una gran vis cómica que, de otra manera, no tendría nunca esa oportunidad. Véase sin ir más lejos los casos del community manager de @policia, de Percival Manglano o de Antonio Miguel Carmona». El que habla, con su fina ironía habitual, es el responsable de Love Will Tear Us All Aznar Again, una web destinada «a indies y rojillos» cuyo autor prefiere mantenerse en el anonimato. Partiendo del título de una célebre canción de los británicos Joy Division, creó una página en Facebook en la que se mofa de la clase política, y muy especialmente de los miembros del Partido Popular, a base de arrojadizos memes. Desde fotomontajes con ministros luciendo lustrosos cortes de pelo al estilo mullet a descacharrantes e imaginativos pies de foto. Todo vale. «La verdad es que a veces no tengo muy claro qué significa la palabra meme», admite. «Parece que puede ser cualquier cosa que se publique en Internet y tenga algo de difusión. Personalmente prefiero la palabra montaje, que es como se ha dicho toda la vida», señala.

Ya se llamen montajes, memes o simplemente chistes, la gran mayoría de sus creadores tienen algo en común: los hacen por amor al arte, compaginando su trabajo habitual con el mantenimiento de sus respectivos espacios en la Red. «Me han ofrecido comprar la página decenas de veces», reconoce Carlos. «Un par de ellas por bastante dinero, pero después de seis años, miles de publicaciones y horas invertidas, Humor Absurdo ya es para mí algo especial. No es una fanpage más inflada con fans comprados y pensada para hacer dinero fácil. Sí, podría bombardear la página con anuncios, cobrar más por determinados servicios… pero prefiero no hacerlo», explica.

Forges lamenta, por contra, que se haya perdido «la posibilidad de vivir del ingenio». Incluso que se desconozca la autoría de algunas creaciones. «Nunca sabremos quién es el autor de algunos memes geniales que circulan por la Red», lamenta. Y recuerda uno de sus favoritos, «el del fotograma de El Señor de los Anillos, con Gandalf y Aragorn en primer término. Aragorn relata todos sus cargos y honores, en plan ‘Soy el caballero de la Tierra Media, Señor de la Marca de Hastagghaussen, etc’, hasta que Gandalf finalmente le pregunta: ‘¿El hijo de la Paqui?’ Y Aragorn responde: ‘Sí, el pequeño».

En un tiempo en que la actualidad resulta asfixiante, es importante saber reírnos, de todo y de nosotros mismos. Y de ahí que busquemos el humor con ahínco en las redes sociales a modo de vía de escape. «Si no nos reímos, ¿qué hacemos?», se pregunta Forges. «¿Llorar, con lo que deshidrata eso en pleno cambio climático?».

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